Llevo tiempo dándole vueltas a todo esto que estoy sintiendo y es que no sé qué me está pasando. Quizás plasmándolo todo sobre el papel sea capaz de aclararme.
Paolo me mira raro porque a veces me distraigo durante el servicio, y aunque logro sacar todos los platos adelante, él me conoce ya demasiado bien. Sé que ha intentado preguntarme más tarde, cuando nos hemos quedado a solas, pero no puedo explicarle algo que ni yo entiendo.
Por no hablar de que últimamente no me apetece pasar tiempo a solas con él...
Él quiere de mi otra cosa y siento que le estoy utilizando. Me gustaría que pudiésemos volver a ser aquellos dos amigos que empezamos en el restaurante con muy poca experiencia tras la escuela culinaria y nos apoyábamos mutuamente, antes de que todo se complicara.
Lo único que tengo claro es que la culpa de todo la tiene Ainhoa.
Tengo tantos sentimientos encontrados hacia la nueva jefa de cocina que no sé ni por dónde empezar.
Todavía le guardo un poco de rencor a mi madre, que no me considera capaz de llevar la cocina en la que he trabajado los últimos años y que he visto gestionar desde que era una niña. Me he criado al calor de sus fogones y al rumor de su trajín en cada servicio. Pero supongo que de eso no tiene la culpa Ainhoa.
Y aunque supiera que ella no tenía la culpa de ello, no pude evitar mi actitud al principio. Tirarle el café encima según puso un pie en el Hotel La Sierra fue totalmente un accidente, pero estaba tan susceptible los primeros días que quise tirárselo adrede más de una vez.
Me irritaba su mirada, pensando que únicamente buscaba fallos para ponerme en ridículo. Le ponía pegas a todas las ideas y cambios que proponía, por mucha lógica que tuvieran para la actividad en la cocina. Indagaba en su pasado buscando trapos sucios con los que intentar que la echaran.
Podría decir que estaba afectada por la supuesta muerte y luego desaparición de mi abuelo. Que no quería que su legado se manchase justo después de su marcha.
Y puede ser. Pero también era algo de envidia y la sensación extraña en la boca del estómago que ella me produce desde que levanté la vista de su blusa empapada de café a unos ojos infinitamente más dulces (aunque bastante enfadados, en ese momento).
Madre mía, si es que solo hay que leerme...
Tras la muestra de su cocina y el evento con la prensa, después de querer echarle otro café encima un par de veces por la jeta y la bronca que nos echó a pesar de salvarle el culo, nos dio la enhorabuena a Paolo y a mí y quiso que saliésemos en el reportaje. Pero cualquier pensamiento sobre lo incongruente de su comportamiento o más bien sobre dequécoñoiba, murió cuando nos hicimos la foto.
Fue el gesto más inocente del mundo. Rodeó con el brazo mi cintura y ancló suavemente mi cadera junto a la suya, pero si no fuera por la chaquetilla larga toda España hubiera visto mi piel de gallina.
Me dio igual que estuviera todo el equipo o que nos iluminaran los flashes de los fotógrafos, no pude evitar girar la cabeza y observarla, mirando hacia el frente con determinación y una enorme sonrisa mientras sentía sus dedos acariciar suavemente mi cintura.
Me quedé helada sin entender nada de lo que estaba sucediendo, ni de la reacción que estaba teniendo a ello.
Y luego se fue como una exhalación dejándome totalmente confundida, con la sensación fantasma de su abrazo.
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Ya nada volverá a ser como antes
FanfictionAlgo ha cambiado en Luz desde la llegada de Ainhoa al Hotel La Sierra. Una realización que le ha pillado de sorpresa y para la que solo tiene una certeza: ya nada volverá a ser como antes. Un recuento desde la perspectivas personales de las chicas d...