Hugo

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Según llegué con Luz de vuelta a la cocina, me di cuenta de que me faltaba mi gorrilla. Eché un vistazo por los percheros, pero recordé que había salido con ella, tenía tanta prisa por saber qué le pasaba.

Luz se lavó las manos y me miró extrañada. "No sé dónde he soltado la gorrilla."

"Ah." Sonrió. "Te la has quitado cuando estábamos fuera y la habrás dejado tirada en cualquier sitio, como eres tan desordenada..." Me vaciló y no me pude resistir y le di una pequeña palmada en el trastero. "¡Oye!"

"No te rías de mí, que estaba preocupada por ti." Me sacó la lengua como toda respuesta y me aguanté como pude las ganas de mordérsela. Me alegraba verla de mejor humor.

Eché un último vistazo para confirmar que el equipo estaba a lo suyo y no nos había prestado atención y salí rápido, teníamos que meterle caña a la preparación de la preboda.

Volví al lugar donde había estado con Luz y no estaba por ningún lado. Era un trozo de tela negro, no creía que nadie lo hubiera cogido, pero no estaba ni en el suelo ni en ninguna de las sillas de la terraza.

"Mierda, mierda..." No podia seguir perdiendo el tiempo con todo el trabajo que había. Pensé que quizás alguien lo habría acercado a recepción y podría preguntarle a José Antonio. Si no, tendría que pedir prestada una gorrilla a alguien del equipo.

"¿Buscas esto?" Me sorprendió una voz a la espalda. Una voz que hacía que se me encogieran las entrañas.

Me di la vuelta, quería salir de allí corriendo pero mis pies no cooperaban. "¿Qué haces aquí?" Conseguí que me saliera la voz.

Creí que estaba a salvo, que no perdería el tiempo en viajar hasta un pueblo perdido para intentar volver a someterme. Claramente le subestimaba.

No subestimaba su capacidad para montar un espectáculo en la puerta de mi trabajo, así que intenté escabullirme cuanto antes.

Insistía en que le escuchase, pero después de insultarme durante años y de hacerme sentir como un cero a la izquierda tanto personal como profesionalmente, me pegó.

No eran suficientes los arañazos que justificaba como muestra de la pasión, que solamente sentía él y yo tenía la obligación de fingir, o los moratones en los brazos, por sujetarme demasiado fuerte, incluso en público, o los otros gestos de control que me vendió como por mi propio bien. Esa última vez, me abofeteó.

Si de verdad creía que iba a perdonarle porque fue simplemente un error, estaba muy equivocado. Podría decirse que esa bofetada me sacudió y decidí que era suficiente. No me sentía capaz de hacerle frente, me moría de miedo, así que mi única opción fue escapar.

Alejarme de él y su familia me hizo darme cuenta de lo sola que me encontraba. Estaba rodeada de gente que realmente no estaba allí por mí. Incluso mi propia familia, sabía que la decisión de separarme de Hugo y el renombre de su familia, haría que no quisieran saber nada de mí, les había fallado.

Pero ya me había fallado suficiente a mi misma.

Había aguantado sus desprecios.

Profesionalmente, porque asumían que mi notoriedad en la cocina venía únicamente de la oportunidad que tan amablemente me habían concedido en los restaurantes de la familia y no por mi esfuerzo, que me había llevado a colaborar en muchos otros restaurantes de prestigio antes de trabajar con ellos. A base de trabajo y constancia, había logrado hacerme un nombre y no tenía la culpa de que el mundo de la cocina fuera tan endogámico que literalmente no fue hasta que me casé con alguien de familia hostelera, aunque no fuera ése el motivo, que me habían dado un puesto fijo.

Personalmente, porque me habían hecho sentir como una completa inútil, tratándome siempre con condescendencia y superioridad, tomando decisiones sobre mi vida sin contar conmigo, desechando cualquier comentario como una tontería hasta que perdí las ganas de decir nada y consiguieron que tuviera miedo a abrir la boca por las posibles consecuencias, anulándome totalmente.

Mi último acto de rebeldía fue intentar descubrirme fuera de su control y solo aumentó las vejaciones, hasta que no lo pude soportar más. Caí en lo que ahora sabía era una profunda depresión, que intenté ahogar en la bebida, y ayudó a que cometiera el peor de los errores en mi vocación. Y ahí fue donde estalló todo.

Volví a la casa que compartía con él con la mejilla incendiada, tiré todo lo que pude en mis maletas y huí de allí. Mantuve un perfil bajo mientras intentaba buscarme la vida y fue cuando llegó la llamada de Clara.

Durante el tiempo que había pasado lejos de su influencia, me había demostrado a mí misma que podía dedicarme a mi vocación sin ayuda de nadie, solo con mi trabajo y esfuerzo, y la gente de Vera, sobre todo Luz, me habían enseñado que era importante y me dieron el empujón que necesitaba para buscar ayuda para superar mi adicción.

Me había encontrado a mí misma, me dedicaba a lo que me gustaba y estaba enamorada de una bellísima persona, que se preocupaba realmente por mí y me apoyaba.

Todo lo que había logrado no iba a derrumbarse de nuevo, por mucho que él reapareciera en mi vida. No sabía cómo, porque aún me sentía nula frente a él y muerta de miedo, pero lucharía.

Me deshice de su agarre y corrí al interior del hotel, buscando refugio en el almacén para ordenar mis pensamientos.

Los próximos capis van a tener los dos puntos de vista y van a ser un poco más largos para intentar salir del lado oscuro cuanto antes. Con éste, serán 4 y empezamos a repuntar.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora