El Maestro

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Seguía escamada con la llegada de Sergi a los fogones del Hotel Lasierra.

Ainhoa estaba súper contenta y no quería ser yo quien le quitara la ilusión, pero era un personaje peculiar... y un tocón. Había intentado creer aquello de que era una persona muy cariñosa y eso, pero hasta Paolo tuvo que reconocer que, que me oliera el cuello cuando nos presentaron, era un tanto extraño.

Yo lo había dejado pasar, no queriendo darle más bombo a algo que podía quedar en una tontería sin importancia, pero alguien lo comentó en el vestuario cuando terminamos el servicio y se convirtió en el principal tema de conversación del equipo. Mucho decir que eran celos, pero al final no era solo yo quien lo había percibido.

El rumor le había llegado a Ainhoa y a la mañana siguiente se acercó a mí al inicio del servicio para decirme que había hablado con Sergi. Me quedé en shock. Yo no me había quejado de nada, no quería molestar. Me preguntaba cómo lo habría abordado, si se sentiría mal, si me consideraría culpable.

Pero el medio de un servicio no era el lugar para interrogar a mi novia. Intenté concentrarme, pero realmente estaba un poco rayada.

En un momento, cuando por fin Paolo me había dejado libre el horno y la lubina había salido del pase, me permití echar un vistazo en la cocina.

Sergi había asumido los postres, pese a que no era su fuerte, y el resto de mis compañeros estaban con sus preparaciones, dejando limpias sus estaciones o ayudando a otros compañeros. Él estaba solo y nadie le echaba un cable.

Quería que saliera bien, que Ainhoa tuviera razón y se tratara únicamente de un señor demasiado cariñoso, que encajase en la cocina como había soñado y nos transmitieran a todos su ilusión y su pasión por el oficio.

Respiré hondo y me acerqué a él.

Al principio estaba visiblemente dolido y, sí, parecía culparme de todo. Resultaba injusto, porque yo solo había comentado el gesto con Ainhoa, y no tenía la culpa de lo que los demás pensasen al ver los dos momentos.

Intenté hacer las paces, cambiar a un tono más positivo, invitarle a la salida en el Chelsea del equipo para que se integrara y todos le conociésemos y pareció cambiar de chip. Pero ahí que me dejó, con el final de los postres.

Una vez acabadas las comidas, me puse con una preparación que me había encargado Ainhoa de un postre bastante complicado pero delicioso y me fui al almacén a coger todos los ingredientes.

Ahí fue donde se jodió todo.

Sergi apareció en el almacén (nuestro almacén) e intentó entablar conversación. Yo cada vez me sentía más incómoda, pero intentaba sacudir mis prejuicios.

Se fue acercando cada vez más, invadiendo mi espacio personal, poniendo muecas que solo podía describir como lascivas. Pero no podía ser. Tendría los labios secos y por eso se relamía. Hasta la forma de mirarme me resultaba extraña.

Hablamos del talento de Ainhoa y dijo que todo se lo teníamos que agradecer a él, hasta me ordenó que le diera las gracias. Un comentario un poco egocéntrico para quien hace unas horas se las daba de modesto y decía que la aprendiz había superado al maestro.

Pasó a decir que Ainhoa tenía criterio, y quise creer que íbamos hacia conversaciones más seguras. Estaba muy orgullosa de mi novia.

Entonces dijo que ella tenía muy buen gusto y a la vista estaba, desnudándome con la mirada. Mi cara de asco debió ser suficiente, porque dijo que se iba, pero quiso que nos diéramos dos besos.

Y en el primero de ellos, me giró la cara y me metió la boca.

Le empujé y empecé a gritar. No me lo podía creer. Se acabó, no había forma de justificar esto. Paolo y Ainhoa acudieron corriendo y mi amigo le echó de allí, mientras mi novia se quedaba a un lado, con la boca abierta.

"¿Estás bien?" Ainhoa se acercó a mí cuando los chicos nos dejaron solas. Pasó sus manos por mis brazos, tranquilizadora, pero yo estaba de todo menos tranquila.

Me sacudí, estaba muy inquieta y necesitaba espacio. "No, no, no, estoy cabreada y estoy asqueada."

"Pero amor, a ver..." Lo intentó de nuevo.

"No, ni amor ni nada. ¿No podías haber dicho nada delante de Sergi? ¿En serio?" Le reproché.

Se intentó justificar y sabía que tenía razón, también a ella se le había caído la venda de los ojos en este momento y no había dudado ni un segundo en creerme frente a su viejo amigo y maestro. Estaba en shock al igual que yo. "Que sí, pero que no me ha dado tiempo a reaccionar, de verdad."

"Ya, ni como jefa ni como novia." No podía evitar las palabras que salían de mi boca, veía rojo y no podía razonar.

Ella intentó retenerme, mostrarme su cariño, explicarse. Pero no estaba receptiva. "Luz..."

"No, paso." Me sentía violentada. Necesitaba salir de allí, necesitaba aire, necesitaba correr, necesitaba golpear algo, me ahogaba el almacén.

La esquivé y salí de allí a toda prisa. No sabía dónde ir, podría encontrármelo otra vez, así que me fui directamente al despacho de mi madre.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora