Cuñados

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Cuando llegué esta mañana a la cocina, me he encontrado con una comidilla que no era para nada la que esperaba.

En lugar de ser noticia mi relación con Luz y su público despliegue de ayer en el Chelsea, todo el mundo hablaba de la vuelta de su abuelo a la ciudad y los motivos por los que habría fingido su muerte y escapado del país. La imaginación de la gente volaba sin freno y cada teoría era más loca que la anterior.

Puse fin al cotilleo y puse a todo el que ya estaba cambiado a preparar el servicio. Me acerqué a Paolo, quién después de todo era amigo de Luz e, incluso, tenía relación con su familia, pero no me pudo dar mucha información. Al parecer debió pasar todo durante la cena que se saltó Luz y no nos había dado tiempo a hablar.

En esas estábamos cuando Luz apareció por la cocina, con prisas al llegar pegada de tiempo.

Sus ojeras indicaban que no había dormido mucho y tenía la carita triste.

Paolo me abandonó, ya que a Luz no le sentó demasiado bien ser la estrella de este cotilleo.

Me acerqué a ella lentamente, conteniendo las ganas de envolverla en mis brazos, e intenté asegurarme de que todo estaba bien. Sin embargo, no quería hablar del tema, sus ojos me decían que todavía dolía, y prefería hacer como si fuera un servicio normal, así que intenté respetar sus deseos, aunque intentara estar pendiente de ella.

Salí un momento para elegir de entre el género que nos había traído el proveedor y me encontré con el hermano de Luz.

Le había escuchado hablar de él muchas veces y le había visto por el pueblo, pero no había hablado con él nunca. En cualquier caso, y estando justo ahí, me parecía feo no saludar al menos.

Ésa era mi única intención, saludarle y quizás saber un poquito más de lo que había sucedido con su abuelo, para saber cómo ayudar a Luz. Pero la conversación fluyó.

Jon era un chaval majísimo y un buenazo y me sorprendió que supiera tanto de mí, incluso desde antes de que pasara nada entre nosotras. Me encantó conocer esa relación de confianza absoluta entre los dos, para que Luz se desahogara de sus dudas con su hermano pequeño desde que empezó a sentir esto.

Y me encanta cómo las nuevas generaciones, en general, y Jon en particular, son capaces de normalizar estas situaciones, que a gente más mayor le cuestan un poco más. Su única preocupación es que su hermana aún estuviera con Paolo cuando sabía que sentía algo por mi. Ojalá todo el mundo fuera así.

Después de sobreponerme al hecho de que el hermano de mi novia no solo no tenga ningún problema con nuestra relación, que lo supiera desde que Luz empezó a sentir algo más que amistad y de hecho la haya animado a estar conmigo, que ya sepa algo que pasó solo anoche, aunque además hayan sufrido un drama familiar bastante importante... después de todo esto, todavía Jon es capaz de sorprenderme un poco más, ofreciéndome un planazo que sabe que a Luz le haría mucha ilusión para animarla.

¿De dónde ha salido esta familia? ¿Acaso es normal tanta comunicación y que estén todos tan inmiscuidos en la vida de los otros? ¿Podría aprovechar ya para sacarle ideas de posibles regalos de Navidad, cumpleaños o lo que sea?

Si es así, la verdad es que yo no he tenido ninguna suerte con mi propia familia ni con mi familia política. Pero eso tendré que abordarlo otro día, probablemente después de tratarlo primero en terapia. No me siento preparada todavía.

Al final Jon y yo intercambiamos números de teléfonos y me pasó el enlace al parador al que su hermana le tenía echado el ojo.

Me despedí de él en una nube. Fue un impulso presentarme y hablar con él, de estos que se están volviendo bastante frecuentes alrededor de Luz, y no me esperaba ese nivel de aceptación, de facilidad, de acogida. Me sentí súper agradecida por todo lo que me había ayudado en apenas cinco minutos.

Volví a la cocina, donde ya habían dejado todo el género, y junto con el equipo, hicimos un par de cambios en el menú del día, para aprovechar los productos de temporada que nos habían traído y nos pusimos manos a la obra.

Por fin, cuando estuvo todo organizado, me escabullí al almacén para llamar al parador y organizar la sorpresa, con menú degustación, spa y todo lo que haga falta. Era otra locura, pero por ella todo merece la pena.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora