Muy bien

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Había sido un completo shock cuando había vuelto a casa después del trabajo (no porque no tuviera ganas de quedarme otra vez con Ainhoa, pero era pronto para mudarme a su habitación, así que tenía que hacer el esfuerzo de dormir habitualmente en mi casa) y me había encontrado a mi familia con la novia de mi hermano, preparando el sofá cama.

Le mandé un mensaje a mi novia, que estaba esperándolo, para confirmarle que había llegado a casa y  aproveché para contarle por encima el percal, ponerla sobre aviso, porque me temía que no tendría otro tema de conversación en el futuro próximo. Me metí rápidamente en la ducha antes de ponerme algo de ropa de estar por casa.

Los dos estaban acojonados y encima parecía que habían echado a la chica de casa. Al menos, mi madre estaba estrechando el círculo y tirando del carro.

Me puse manos a la obra, intentando hacerles sentir cómodos dentro de la situación en la que se encontraban, echando una mano a mi madre, charlando con Jon y, sobre todo, quitándole leña al fuego. Ya habría tiempo para preocuparse, pero...

Pasase lo que pasase, los Romaña éramos una piña.

Me fui a la cama, pero no podía dejar de darle vueltas a la situación. Hablé un rato más con Ainhoa, pero no quería mantenerla despierta. Por lo visto, había habido algún baile de turnos a última hora y los próximos días le tocaría madrugar aún más, así que no quería quitarle horas de sueño.

Continué dando vueltas, sin éxito en lograr cerrar los ojos, así que decidí dejar de buscar el sueño activamente desesperándome y distraerme, para que cuando quisiera, me encontrara él a mí.

Me asomé al salón y mi hermano resoplaba, sumido en un profundo sueño. Estaría agotado y al menos eso no se lo quitaba este problema, estaría fresco para buscar una solución al día siguiente.

Continué por el pasillo hasta la habitación de mis padres. Mi padre tenía guardia, por lo que estaba mi madre sola, y como me imaginaba, ella tampoco podía dormir. Me escurrí en su cama, como tantas veces había hecho, sobre todo cuando era pequeña y empezamos a charlar.

La conversación empezó hablando de Jon, en como enseguida había acudido a mis padres, porque se sentía seguro en el entorno que habían creado, apoyado, y eso, había aprendido recientemente, no era lo habitual en todas las familias.

No sé qué tendría mi madre en la cabeza que rápidamente la conversación dio un giro hacia mi relación con Ainhoa.

Me pidió perdón, por haber sido tan crítica con ella al principio, por estar tan preocupada por su pasado y sus prejuicios que no supo confiar en mí y en lo que yo supe ver en su interior, por no saber ver más allá ella misma desde el principio.

Le pedí que lo dejara. Después de todo, yo tampoco supe verlo al principio, pero siempre hubo algo, dentro, que me tiraba, que me acercaba a ella.

Pero ahora estábamos muy bien.

No me había sentido así con ninguna de mis parejas. Estaba enamorada. De verdad. Y sentía que ella me quería. No había mejor sensación.

La vida nos había echado de todo encima en los últimos meses. En particular a Ainhoa, que se había tenido que enfrentar a todos los traumas de su pasado y superar una adicción, todo mientras empezaba en una cocina nueva e iniciaba su vida en Vera. Y, pese a todo, habíamos logrado seguir juntas, en esta relación que cada vez era más estable.

Estábamos muy bien.

No podía decir otra cosa y parecía un poco tonto y simple, pero lo era todo.

Sentía miedo de que la burbuja se pudiese romper, de que llegara otra piedra en el camino que hiciera que nos cayésemos del carro. Pero como decía mi madre, la vida y las relaciones son como una montaña rusa. Era inevitable.

Lo único que tenía claro es que me iba a agarrar a esto con las dos manos y no me iba a soltar por mucho que se moviera la montaña rusa.

A la mañana siguiente y, después de un desayuno extraño y ver el historial de búsqueda de mi hermano en internet, hice tiempo en casa y puse rumbo al hotel. Estaba nerviosa por la decisión de Jon, pero ya iban mis padres a su encuentro. Me moría de ganas de ver a Ainhoa después de la conversación con mi madre. Bueno, siempre, pero quedaba bien la excusa.

"Hola." La saludé desde el pase, viendo que estaba sola en la cocina revisando alguna de sus infinitas listas en su cuaderno  ¿Estaría ideando un nuevo plato? ¿Repasando el pedido de pescado? ¿Arreglando el mundo?

Dejó el lápiz en el centro y cerró el cuaderno antes de erguirse con una enorme sonrisa. "Hola." Me hizo un gesto con la cabeza, hacia la puerta de la cocina y no me hice de rogar, la encontré a medio camino.

Me colgué de su cuello y besé lentamente su sonrisa. Sin prisa. "¿Qué tal ha ido el servicio?"

"Bien, ajetreado. ¿Has podido dormir algo?" Me preguntó peinando mi pelo tras mi oreja en una caricia eterna.

Me dejé hacer, en la gloria. "Sí, un poco. ¿Sabes algo de la cita que mi madre tenía con la madre de Yolanda?"

"Eh, sí." Confirmó inflando los carrillos. "No he sabido disimular delante de tu madre que ya lo sabía todo." Me reí, me parecía monísima, pero parecía que me estaba endulzando para lo que estaba por venir. "Luego a la señora le ha dado una bajada de azúcar que casi se nos cae del susto y creo que le ha dicho cosas horribles a tu madre."

"¿Cómo? Eso no me lo ha contado." Me tensé inmediatamente.

Ainhoa pasó sus manos por mis hombros, intentando calmarme. "Sí, algo de que no debía haber dejado que su hija se juntase con cualquiera."

"Madre mía..." Sacudí la cabeza. "Me encaja todo el miedo que tenía su hija anoche."

Mi novia continuó sus pequeñas caricias y, a pesar de todo, estaba dando resultados. "¿Sabes tú algo de ellos? ¿Están en clase?"

"Mis padres han ido a buscarlos, porque Jon no responde al teléfono y hemos visto que han buscado clínicas de aborción en el ordenador."

Ahora fue ella la que se tensó. "Viendo la madre que tiene, igual la entiendo. Pero podrían haberse apoyado en tus padres..."

"Pues sí. Espero que estén a tiempo de estar ahí para ellos."

Ella asintió. "¿Qué haces aquí entonces? ¿Vas a estar bien?"

"Sí." Le confirmé con total seguridad. "Necesitaba distraerme y también quería verte."

Sonrió, enternecida. "Bueno, aquí trabajo para distraerte hay de sobra y sobre lo otro..."

"¿Qué ha pasado con los turnos? Porque te estás dando una paliza y encima somos pocos..." Estaba tan indignada, que no me había dado cuenta que el espacio entre nosotras había desaparecido, pero no iba a ser yo quien se quejara.

Ainhoa elevó una ceja sugerente y yo no pude hacer más que callarme y aprovechar el momento.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora