Ella, que no es de discursos

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Colgué a mi abuela intentando no ser cortante, pero casi se me cae el móvil de la mano de la impresión en cuanto la escuché. Al menos su 'luego me cuentas' me dijo que no se lo tomó a mal.

Dio la vuelta tranquilamente y entró en la cocina, mientras yo me apoyaba nerviosa perdida, junto al pase por donde acababa de dar su opinión sobre el discurso, esperando que se pronunciase sobre todo lo demás.

“¿Entonces te ha gustado?" Pregunté intentando mantener a raya los nervios.

"Sí."

Y no decía nada más, la tía. "Ainhoa, me he abierto en canal delante de un montón de desconocidos, ¿te puedo pedir que te explayes un poquito?"

Entre la sonrisa que llevaba desde que entró por la puerta y que no soltaba prenda, a mí ya me temblaban las piernas y estaba amenazando ya mi estabilidad. No sabía si quería borrarle la sonrisa con mis labios o estamparla.

"Es que Luz, a mi los discursos no se me dan muy bien..." Me dijo tal cual mientras se terminaba de acercar a mí y me pegaba a ella.

Si el otro beso encendió mi cuerpo, éste ha despertado terminaciones nerviosas que no sabía que existían.

Esta vez ella también participa activamente, sus labios se mueven en sincronización con los míos, nos acariciamos, nos saboreamos. Sus manos recorren mi espalda, mi cintura, me sujetan en el lugar y me acercan más y más a ella aunque el espacio ya sea inexistente.

Mis manos viajan por inercia a su pelo, que tanto he soñado con tocar y es tan suave como pensaba. Enredo mis dedos en sus mechones, araño suavemente su cabeza y siento como un escalofrío le recorre el cuerpo, tan pegado al mío que también me hace vibrar.

Me pierdo en su perfume, en el roce de sus labios y nos separamos de vez en cuando, para tomar aire, mirarnos a los ojos, sonreírnos, darnos besos de esquimal y volver a juntar nuestros labios.

No hacemos nada más que besarnos tranquilamente y ahora mismo, con eso es más que suficiente. El deseo está ahí, un cosquilleo en la parte baja de mi vientre, pero sus besos me llenan y no siento la necesidad de ir a más.

Lo mejor de todo es que la miro a los ojos y siento que estamos bien, que estamos en el mismo punto y que las dos estamos disfrutando con esto. Con ella, así entre sus brazos, me siento cómoda, apreciada por la reverencia de sus gestos, me siento segura, y las dudas que tenía de que esto estuviera solo en mi cabeza, han desaparecido por completo.

Me hubiera quedado así durante horas y horas, hasta que me hartara o mis labios quedaran en carne viva. Probablemente lo segundo. De hecho, ya era tarde cuando la parte responsable de nuestros cerebros se manifestó.

Ainhoa me acompañó a recepción y, unos cuantos (muchos) besos después, salí en dirección a casa. Le mandé un mensaje en cuanto llegué para que supiera que estaba bien, tal y como me había pedido y, respondió rápidamente deseándome unas buenas noches y añadiendo un icono lanzando un beso.

Cuesta abajo y sin frenos.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora