Que la cuides

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Solo para vuestra información, EL capítulo es el del domingo.

Después de la operación coche oficial y de la amenaza velada, o quizás no tanto, de patearme el culo si no quería a Luz como se merece de Paolo, por último me ha parado el agente Martínez en la puerta del hotel para pedirme que la cuide.

Supongo que éstas son las consecuencias de hacer que la noticia de nuestra relación corriese como la pólvora por el pueblo, pero no esperaba que todo él viniera a avisarme de que debo tratar bien a mi novia.

Quizás si anunciaba que estaría en el salón de actos del hotel una tarde, podrían venir a hacer cola y no seguir encontrándome a gente de forma aleatoria. Según Luz, su madre tiene muchas reservas a mi relación con su hija, por mi pasado y según ella, un poco también por su propia impulsividad, así que seguro que agradecería la oportunidad. De hecho, me sorprende que aún no me haya hecho una encerrona en el hotel, con la de oportunidades que tiene, ella dirigiéndolo y yo viviendo en él. Estaría dándome tregua después de la treta de su marido.

Y tampoco sabía nada aún de las tías. No he visto jamás una familia tan involucrada...

La conversación con Martínez fue extraña. Después de la encerrona a la que me invitó con la operación coche oficial, no sabía que esperar de esa nueva interacción, pero por los titubeos y las pausas que me alejaban del servicio que estaba a punto de empezar, entendía que esta vez no estaba ensayado y estaba improvisando.

Se notaba a la legua que bebía los vientos por Luz y ella no lo veía más que como el compañero de su padre, a lo sumo como un amigo. A pesar de todo, fue respetuoso entendiendo que no me conocía, solo pidiéndome que la cuidara.

A estas alturas, no descartaba que Luz tuviera bajo su embrujo a todo el pueblo, como me tenía a mí, y me sentía afortunada de haber sido la elegida. No me importaba que se acercaran a decirme lo que quisieran, me defendería ante todo el que se pusiera por delante porque ella me siguiera eligiendo.

En cuanto a hacerla daño, trataría por todos los medios de alejarla de mis problemas para que ella no se viera envuelta y acabara salpicada o sufriendo. Tenía que seguir luchando por mantenerme sobria e ignorando a Hugo hasta que se cansara y me dejara ir.

De camino a la cocina, continué rumiando la conversación con Martínez, que incluso sabía de los planes que teníamos para esa noche. Desde luego, las noticias vuelan.

Después del susto de ayer, me moría de ganas por volver a estar a solas con ella y confirmar, como está mañana, que todo estaba bien entre nosotras. Ella se me había adelantado al proponerme plan para esta noche, de la que ya sería nuestra tercera cita y no cabía en mí.

Necesitaba que por fin pudiéramos tener tiempo y no ser interrumpidas. Las anteriores citas habían acabado antes de tiempo, por compromisos familiares o notificaciones indeseadas. Estaba preparada para dejar el móvil en silencio en la habitación y dedicarle toda mi atención a ella.

El problema era cómo invertir esa atención. Adoraba escucharla y quería saber todo de ella, podría pasarme toda la noche escuchándola. Adoraba besarla, la forma en la que sus labios encajaban con los míos, la impulsividad de su lengua que aparecía cuando menos me lo esperaba para volverme loca, amoldarme a las curvas de su cuerpo.

Dos formas de pasar el rato algo incompatibles, de ahí mi necesidad de tener todo el tiempo del mundo para poder realizar ambas y nuevos pasatiempos por descubrir juntas.

Y en esos dulces pensamientos andaba envuelta cuando entré de nuevo en la cocina, un jaleo de gente y preparaciones en marcha. Busqué la a Luz y sonreí, antes de lavarme las manos y ponerme manos a la obra a organizar el servicio.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora