Ratatouille

665 66 14
                                    

Habían pasado varios días desde que por fin Hugo se había ido de Vera y Ainhoa había cambiado por completo. La notaba más ligera, como si el peso que aguantaba sobre sus hombros hubiera desaparecido. Estaba sonriente y se la veía disfrutar del día a día.

Paolo también lo notaba y estaba feliz por su amiga, por nosotras. Por eso, unos días más tarde, se le había ocurrido proponernos tomar algo y hacer un plan de lo más normal, que sinceramente nos apetecía muchísimo. Normalidad.

No todo había pasado, lo sabíamos, y por ello Ainhoa seguía hablando con mi padre y se había puesto en contacto con una abogada para empezar a tomar acciones. Pero sí podíamos volver a vivir sin amenazas y con normalidad.

Nos plantamos en la terraza del Chelsea, aprovechando que no había servicio de cenas, y empezamos a pedir bebidas. Mi prima Sara nos observaba con una sonrisa, no iba a escapar mal de caja y de propina.

Pero yo no podía dejar de mirar y tocar a mi novia, aunque solo fuera la cosa más tonta como el roce de nuestros dedos al coger cacahuetes del platillo. Ainhoa... tan reacia al contacto con todo el mundo, ella era así conmigo siempre. Y a mí me encantaba.

Me lancé otra vez a sus labios, jugando con ellos, saboreándolos. "Estás tan guapa con esas pincitas. De verdad, me encanta." El look la hacía adorable.

"Pues a mí me encanta tu flequillo, que te lo has cortado..." A pesar de la gorrilla del servicio, no le había pasado desapercibido.

"Sí." Me salió involuntario. "Ay, mi amor, te quiero tanto..." El sentimiento me hacía pequeñita y ñoña, pero no podía evitarlo.

Pero ella no se quedaba atras. "Y yo, de verdad.'

"Yo más." Sonreí como una tonta.

Dónde estaba esa jefa de cocina tiesa que llegó a Vera hace meses. Había desaparecido por completo y se había convertido en un peluche. "No, yo más."

"No, no, de verdad, yo más, te lo juro." Insistí, muerta de la risa. Jamás me hubiera imaginado así de empalagosa con nadie.

"Eeh, chicas." Mi ex nos sacó de nuestra burbuja. Seguro que él también estaba pensando que jamás me ha visto así de empalagosa, pero no puedo evitarlo.

El pobre de Paolo no conseguía contener mi atención. Realmente ni cuando estábamos juntos, mucho menos ahora. Sin poder evitarlo mi mirada volvía a mi novia y a pensar en las ganas que tenía de estar sola con ella.

Desde que Hugo se fue de Vera, no habíamos vuelto a pasar la noche juntas. Echaba de menos dormir abrazada a ella y a juzgar por la incapacidad de mi novia de dejar espacio entre nosotras, ella también.

"¿Te vas a tomar otra?" La pelirroja pareció leerme la mente, pues solo con un par de miradas estábamos ambas en la misma página, mientras nuestro amigo seguía ajeno a todo, pidiendo una nueva ronda. Nosotras la declinamos. "Eh, ¿y si nos vamos al plan que habíamos dicho?"

Hice memoria y recordé aquella tarde en este mismo lugar, antes de que mi padre nos contase que todo había acabado, haciendo planes para un futuro incierto. Cualquiera de ellos me apetecía hoy. "Ay, sí, sí, sí, me apetece un montón. Peli, mantita, estar abrazaditas y ver la peli de..."

"¿Rata...?" Me reí. Me encantaba su memoria para los detalles y cómo recordaba esa película que le comenté lo que parece que hace años. Y la mirada extraña que me echó cuando apenas éramos amigas.

Asentí feliz. "Sí, ¿te apetece?"

"Tú la has visto..." Afirmó ella.

Encogí los hombros. "Sí, pero no me importa verla otra vez." Eso le bastó. "Vale, pues vamos y de camino compro palomitas."

"Vale. Dulces."

Nos despedimos de Paolo a duras penas. Ya le pediríamos disculpas en otro momento, pero nos necesitábamos.

Ainhoa me cogió de la mano y caminábamos con los lados completamente pegados hasta la tienda de Juani. Mi novia se colocó detrás de mí, mientras que yo pedía.

"Hola, Juani. Me pones porfa una bolsa de palomitas dulces, un paquete de regaliz rojo y... una bolsa de patatas fritas."

De repente, noté a Ainhoa contra mi espalda, sus manos sobre mis muslos, dedos extendidos para abarcar toda la piel posible, y arrancándose hacia arriba, recorriendo mis caderas, mi cintura, mis costados, frenando justo al borde del inicio de mi pecho. Había cerrado los ojos y me había mordido el labio instintivamente. "¿...Luz? Que si quieres algo más."

"Eh... no." Conseguí responder, mientras notaba como mi novia se reía tras de mí. "Ponme una bolsa, por favor."

Juani se giró para buscar una bolsa y meterlo todo, mientras yo intentaba concentrarme en buscar mi cartera para pagar todas estas chuches que cada vez estaba más segura de que no íbamos a comer.

Me iba a vengar.

Aproveché que mi bolso se había deslizado por mi hombro tras darle el billete a Juani y mientras buscaba el cambio, me agaché sutilmente para recogerlo, apoyando mi culo en su pubis, ejerciendo la presión justa y sabiendo que no se alejaría.

Terminé de enderezarme cuando Juani volvió con las vueltas y noté cómo Ainhoa volvía a pegarse. Sus pezones rígidos contra mi espalda, su respiración agitada.

"Muchas gracias, chicas. Que tengáis buena tarde."

Miré por encima de mi hombro para confirmar que mi novia estaba bien. "Seguro que sí. Buena tarde, Juani."

Cogí la bolsa y la mano de Ainhoa y tiré de ella de camino al hotel. Cuando el aire fresco la golpeó, volvió en sí y ella tomó la iniciativa.

"Creo que el plan de la peli lo vamos a dejar para otro día."

Me reí mientras intentaba seguir sus pasos de gigante de camino a su habitación. "Me da que sí."

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora