Tardes de cárcel

540 52 11
                                    

No podía creer que Javier nos hubiera encerrado aquí. Según Luz era para que aprendiéramos la lección, pero no estaba segura si lo decía solo para intentar calmarse a sí misma y si habría alguna otra consecuencia. Al menos, no nos había dicho el artículo del código penal por el que se nos acusaba y no nos había leído nuestros derechos, ¿o eso era una cosa de las pelis americanas?

Agradecí enormemente que no tuviéramos servicio de cenas esa noche en el hotel, porque estando yo aquí con los dos mejores cocineros del equipo, no sabía qué podría salir de allí y estaría al borde del pánico, colgada de los barrotes.

Aunque por lo menos no se había molestado en requisarnos los teléfonos ni a Luz ni a mi. Pero a mí tampoco me servía de mucho, casi toda la gente con la que tenía relación estaba dentro de esta celda. Quizás debía ampliar mi círculo, tenía que quedar para tomar algo con José Antonio... o Clara o... incluso Fina, que a pesar de su equivocación metiéndome boca, parecía ser una tía maja.

Me senté al otro lado del catre que había elegido Luz para acomodarse. Echaba de menos el agarre de su mano en la mía, preocupándose por mí y por ese instinto que no había podido ocultar ante la bronca de Javier.

Sentía que las cosas estaban cambiando, pero no sabía en qué punto nos encontrábamos. Esta mañana, nuestra relación había sido la normal en la cocina. Nuestra comunicación y coordinación fluía como de costumbre en la preparación y el servicio de comidas, que con uno menos, había sido bastante duro.

Pero no sólo era eso, estaba más suave conmigo que en los últimos días, más receptiva y hasta me hacía preguntas sobre todo lo ocurrido sin estar a la defensiva.

Y el contacto... No sabía en qué momento me había vuelto una persona tan táctil. Con mi familia no había sido nunca así y mucho menos con mi ex. Pero con ella no podía reprimir las ganas de rozar sus dedos, coger su mano, apoyarme en su hombro, pasar mi brazo por su cintura... Era magnética para mí y me costaba muchísimo mantener mi distancia como me había pedido.

Pero después de retirarle la mano del hombro en su casa, al ver que me miraba sorprendida por mi atrevimiento, o así lo entendí yo, había sido ella quien había iniciado nuestros contactos. Y yo quien lo había mantenido todo lo que había podido.

Quería creer que esto era una buena señal, que estábamos encontrando nuestro nuevo camino.

¿Me estaba haciendo ilusiones? Sí, y me estaban quedando preciosas.

Ya que parecíamos tener todo el tiempo del mundo, Paolo nos contó la versión larga de su historia y nos agradeció el intento kamikaze de salvarle. Aunque Luz no dejó que compartiesemos el mérito y dejó claro que la idea había sido totalmente mía.

Justo estábamos en ello cuando Javier volvió a las celdas. Todos nos levantamos como un resorte y Luz se colocó delante de mí, para enfrentar ella a su padre supongo pero me pregunté si también para protegerme, esperando a que nos contara. Resopló al vernos y me dejé caer de nuevo en el catre.

Pero seguía sin hacer nada, solo abrió la puerta y nos hizo un gesto. Yo me levanté de nuevo y Luz y yo nos miramos, pero no sabíamos por dónde iba a ir la situación.

"¿No queréis salir? ¿Preferís que os traiga la cena o qué?" Soltó cuando vio que no nos movíamos . "Vamos."

No salía de mi asombro. "¿Pero de verdad?"

"Sí, cuanto antes." Volvió a apremiarnos, mirando hacia atrás por encima se su hombro. "Tú también, Paolo. Gaspar. Como te llames. Venga. Fuera."

Sonreí, ¿significaba que había encontrado la manera de solucionarlo?

Luz también se lo preguntaba. "Pero entonces..."

"Se va a arreglar todo." Nos aseguró. Sonreí y me contuve las ganas de abrazarla desde atrás, aunque no pude evitar acariciar sus brazos. "Se va a arreglar todo... muy mal arreglado, pero se va a arreglar."

Luz insistió, queriendo qué significaba. "Ya, pero ¿y lo de los papeles?"

"Que se va a arreglar todo, Luz." Contestó, cada vez con menos paciencia, continuaba mirando por encima del hombro. "Que ahora no puedo entretenerme aquí, joder. Pero, va a poder trabajar como antes."

Luz se giró y me sonrió, sí, su padre lo había conseguido otra vez. "Gracias, Javi." Musitó Paolo emocionado.

"Paso a paso, que vaya la que vas a liar..." Le echó la bronca Javier y se dirigió a cada uno de nosotros, dedo en alto. "Ni una palabra, ni una palabra de lo que ha pasado aquí. No hemos estado aquí, ¿hemos estado aquí?"

Negué con todas mis fuerzas, siguiéndole la corriente. "No, de qué hablas, Javier."

Me fijó sus ojos inquisitivos y yo continúe negando la mayor y mintiendo horriblemente mal, pero tal y como me había pedido, y vi cómo le temblaba el labio bajo el bigote en un amago de sonrisa. "Vamos, anda."

Sonreí y miré a su hija, quien apretaba los labios sin poder terminar de ocultar su sonrisa ante la escena y salimos detrás de él, sin hacer ruido por el cuartel.

"Venga, ¿dónde tienes el coche de tu madre?" Preguntó una vez fuera. "Tirad para el hotel las dos y os veo ahora allí, que nos espera tu madre a todos. Paolo, sube, que te voy explicando."

Él se subió al coche patrulla y se alejaron de allí.

Luz se giró hacia mi, con una enorme sonrisa y se tiró a mis brazos. Hice un esfuerzo sobrehumano porque no me fallaran las rodillas del alivio que sentía, solo la rodeé con mis brazos y me escondí en su cuello.

Por desgracia, el abrazo se me hizo inmensamente breve. Ella se retiró y cogió mi mano para tirar de las dos en dirección al coche.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora