Andrés continuaba con su reino del terror en el hotel.
Insistía ahora en que era necesario llevar a cabo varios despidos, como si no hubiese sido suficiente el recorte de los salarios de todo el personal para contratar a una nueva directora, que realmente dudábamos si estaba reduciendo los costes lo suficiente para justificar su contratación.
Seguía sin lograr entender cómo un negocio que más o menos se sostenía antes de descubrir la enorme deuda de mi abuelo, ahora era incapaz de subsistir. Así que me inclinaba por echarle la culpa al que fue mi tío.
Hizo una ronda de reuniones con todos los empleados y cuando llegó mi turno, me vi envuelta en un enjambre de acusaciones y trapos sucios que no era consciente que todos mis compañeros tenían contra mí. Aguanté como pude, porque no iba a caer tan bajo como ellos, pero volví al vestuario llena de odio y resentimiento, como nunca había puesto un pie allí.
Un vistazo a la sala y pude ver que todo el mundo estaba de mal humor, incluida Ainhoa que tenía el ceño tan fruncido que tenía los ojos casi cerrados. Me recordaba a sus primeros días en el hotel, cuando Paolo y yo no nos terminábamos de fiar e indagábamos en su experiencia. Su mirada conectó con la mía y se relajó. Las cosas habían cambiado mucho desde aquellos días.
Crucé la sala para colocarme a su lado y ella rozó mi brazo con el suyo, simplemente buscando un contacto que yo agradecí. Sí, yo también sentía que éramos las dos contra el mundo.
Y ahí comenzó la guerra.
Un aluvión de reproches de uno a otro lado. Algunos dolían, otros eran simplemente mentira.
Pensar que esa misma mañana había estado preocupada por mi amigo y el consejo que creí que me había precipitado al darle de que se alejara de Blanca y ahora volvía a echarnos en cara que no estábamos a gusto con la situación que se había creado. Nosotras no aireamos frente al equipo su lío con Blanca, por qué tenía que airear él cosas personales de Ainhoa.
Tardé en darme cuenta, con la mala sangre que se me puso en un momento, pero finalmente se me encendió la bombilla. Todo formaba parte del plan de Andrés.
Ya que no había podido encajar en el equipo y la filosofía del Hotel Lasierra, prefería destruirlo por dentro. De nuevo, yo no había estudiado nada relacionado con la gestión de empresas, pero no podía entender qué clase de estrategia empresarial de mierda estaba utilizando que dijera que un grupo de personas trabajando sin formar un equipo alcanzaría mejores resultados que un buen equipo. También el buen equipo tenía que estar gestionado por un líder capaz y por mucho que se empeñara, ése no era el caso.
Miserable, ruín y vengativo.
Conseguí a duras penas hacer que los compañeros se dieran cuenta de la estratagema, con la ayuda incondicional de Ainhoa, y convenimos en que seguiríamos mostrando un frente único contra él, a pesar de todas las diferencias que habían aparecido entre nosotros.
Pero todo dio igual porque si no era de un modo, sería de otro.
Andrés decidió despedirnos a Jose Antonio y a mí. A él sé que ya le tenía ganas y yo... supongo que no había mejor forma para hacer daño a mi familia, aunque durante mucho tiempo él hubiera formado parte de ella y me hubiera visto crecer.
Ainhoa y Paolo se abalanzaron sobre Blanca, que se desentendió automáticamente de la decisión de Andrés. No había nada que se pudiera hacer.
No daba crédito y ni siquiera me salían las lágrimas.
Ainhoa se acercó a mí y me cogió la cara con sus manos, dejándome caricias y peinando los mechones que se escapaban de mi gorrilla. Me susurraba que todo estaría bien y yo solo quería creerla.
Mi madre me pasó el brazo por los hombros y observé ausente como hablaban entre ellas. Ainhoa se separó y besó mi mano antes de marcharse a la cocina, ella tenía que terminar el maldito turno.
"Vámonos a casa, cariño." Susurró mi madre, dejándome un beso sobre la gorrilla.
"Pero..." Pero, ¿qué? ¿Qué iba a hacer?
Ella insistió, tirando suavemente de mi brazo. "Mañana será otro día."
****
Hacía apenas unas horas habían despedido a Luz y todo seguía como si nada en la cocina.
Como si nada, no, jodidos, porque era una de las mejores cocineras del equipo (era mejor que Paolo, se pusiera Blanca como se pusiera), pero sus compañeros y su chef habían agachado la cabeza y seguido con el día a día.
Flipaba.
Sobre todo no podía entender a Paolo. ¿No era su mejor amiga? ¿No había estado enamorado de ella durante años? ¿Por qué no era capaz de decir o hacer nada por ella?
El servicio de cenas se desbarataba, faltaba una de las grandes columnas de esta cocina y pese a que intentaba ayudar, porque no soy tan mala persona, disfrutaba de ver que así era. Era una versión de justicia poética.
Blanca intentó arengar al personal y yo hice lo imposible por no reírme en su cara.
Paolo no tenía sangre en las venas y, encima de hacer aguas el servicio a su cargo, no sabía reconocer el motivo. Prefería echarme a mí la culpa, cuando yo solo le estaba salvando el culo de acumular más cagadas.
Le planté cara y me salió con una triste historia. Como si yo, que vivía en el propio hotel y no tenía otro lugar al que ir, no necesitara también el trabajo. Como si la propia Luz, por vivir aún con sus padres, no necesitara también el trabajo.
Me frustraba tener que estar aquí aguantando en la cocina y no poder estar con Luz, que se había ido a casa hace rato con Silvia. No sabía qué podría hacer por ella, pero por lo menos le daría apoyo y abrazos, como ella a mí.
El servicio se me hizo eterno y cuando terminamos, era muy tarde. Me dirigí a mi habitación, escribiéndole a mi novia para ver si aún seguía despierta, pero no recibí respuesta. Le dejé un mensaje de buenas noches y me tiré en la cama. Tenía tantas cosas en la cabeza que no sabía si iba a poder pegar ojo.
Efectivamente cuando sonó el despertador, no había dormido mucho, pero al menos había tomado una decisión.
Esto no iba a quedar así.
Pelín relleno, pero ahí tiene que moverse la historia para llegar a otras cosas
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Ya nada volverá a ser como antes
FanfictionAlgo ha cambiado en Luz desde la llegada de Ainhoa al Hotel La Sierra. Una realización que le ha pillado de sorpresa y para la que solo tiene una certeza: ya nada volverá a ser como antes. Un recuento desde la perspectivas personales de las chicas d...