El libro

580 52 2
                                    

Llevábamos ya más de una hora de turno, preparando el servicio de comida, y Luz todavía no había llegado.

No sabía nada de ella desde la noche anterior, cuando había salido corriendo de mi habitación después de ver el historial de mensajes y audios de Hugo.

Me culpaba a mí misma, por sucumbir a esa necesidad de mirar el móvil cuando ya sabía que era él, por la imposibilidad de bloquearle definitivamente y perder todo contacto y la sensación de control de sus movimientos.

Si no le hubiera hecho caso, la noche hubiera acabado en otra nota. Quizás se hubiera quedado esa noche, quizás hubiéramos seguido besándonos hasta las tantas, quizás hubiéramos llegado más allá, quizás me hubiera despertado abrazada a ella, como me hubiera gustado hacer aquella noche que se quedó dormida velando mi última borrachera.

Pero no tiene sentido darle más vueltas. Eso es algo que he aprendido a poner en práctica desde que estoy en terapia. No vale la pena quedarse en los 'y si...'..

Me preocupaba no saber nada de ella. Me preocupaba haberla asustado definitivamente, que esta última gota hubiera colmado el vaso. No podía culparla de ello y sentía un agujero enorme crecer en el centro de mi pecho que me angustiaba. Intentaba concentrarme en las pequeñas tareas de la cocina para dejar de darle vueltas, ella tenía que aparecer tarde o temprano y aclararía todas mis dudas, sea como fuere.

Por fin apareció en la cocina y se me olvidaron todos los males. Se dirigió directamente hacia a mi, con una sonrisa.

"Hola. Perdón por el retraso." Se disculpó.

Tragué saliva a pesar del nudo en mi garganta y recordé que estaba en medio de la cocina, rodeada del equipo. "Luz, esto es más que un retraso" La regañé, mirsndo alrededor

"Ya, sí, si compensaré las horas. Y ahora me cambio." Apaciguó en seguida. "Que... ¿puedes venir un momento al almacén?"

Dejé lo que estaba haciendo y la seguí. La seguiría al fin del mundo."Sí..."

"Toma." Me sorprendió tendiéndome un paquete.

Lo tomé instintivamente, las manos un poco temblorosas, asegurándome que ella seguía allí. "¿Y esto?"

"Pues para compensar también lo de ayer: lo de cogerte el móvil, leerte los mensajes..." Enumeró con una disculpa y a mí todavía me costaba creer que estuviera allí, delante de mí, sin haber huido de esta catástrofe esperando a suceder y encima con un regalo.

Intenté quitarle hierro de nuevo, sería mejor ignorarlo. Susurré mientras intentaba abrir el paquete y me resistía a dejar de mirarla. "Bueno, Luz, tenemos que olvidarnos de él, ya está..."

"¿Te gusta? Está el ticket regalo por si..." Me obligué a mirar lo que tenía entre las manos, quedaría muy cursi decirle que no había mejor regalo que ella.

Se trataba de un libro de recetas del que habíamos hablado durante un servicio hacía unas semanas. Tenía ganas de echarle un vistazo, pero La Gata Cristi no lo tenía. "Me encanta."

"¿Sí?" Quiso confirmar.

De hecho, sólo lo tenían todavía en un par de bibliotecas especializadas de la capital y estaba esperando que lo pusieran para compra online sin clavarme tantos gastos de envío. Era un detalle precioso. "¿Te has ido a Madrid a comprarlo?"

"Sí, es que la librería de las Cucas tiene lo que tiene." Me confirmó. "¿Ha merecido la pena el retraso?"

Sabía de sobra que no me podría resistir al gesto, era monísima. "Pregúntale al resto." Me hice la dura, aludiendo a sus compañeros.

"Entonces no te cuento la otra parte del regalo." Llamó mi atención, tentándome, acercándose cada vez más a mí. Su perfume me embriagaba y si no fuera porque tenía un regalo que me encantaba entre las manos, la habría cogido por la cintura para sentirla más cerca. Bajé la mano que lo sostenía, intentando reducir el espacio que nos separaba. "Había pensado que podíamos ir a cenar esta noche, ya que no pudimos ir al parador..."

Ella parecía estar disfrutando de este tonteo, acercándose en el nuevo espacio libre y yo no podía pensar ya en otra cosa que no fuera besarla. "Pues vale... Pensaba que me ibas a compensar de otra forma, no sé..." Decidí poner las cartas sobre la mesa.

Se mordió el labio en medio de una sonrisa y tuve que reprimir un gruñido que amenazaba con salir de mi garganta. Anhelaba que fueran mis dientes los que mordieran esos labios, pero me conformé con jugar con los mechones que escapaban de su coleta. "También. También te voy a compensar de otra forma."

"¿Sí?" Pregunté tontamente, viendo cómo por fin maniobraba hacia mi boca.

"Sí..." Susurró instantes antes de que nuestros labios se unieran y ahogué mi suspiro y las preocupaciones que me rondaban desde ayer en su boca. Sentí mis ojos humedecerse al sentir sus manos en mis mejillas y agradecí que estuvieran cerrados.

Como de costumbre en esta cocina, no podíamos tener intimidad por mucho rato, así que José Antonio irrumpió en el almacén, interrumpiendo un beso en el que fácilmente podría perderme para siempre.

Con una última mirada a ella y sus dulces labios, me excusé y salí a lidiar con el proveedor, que era mi cometido y no el de José Antonio.

Esa noche tendríamos todo el tiempo del mundo.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora