Cucarachas

570 70 11
                                    

La noche anterior Ainhoa se había quedado a dormir en casa y, menos mal, porque cuando mi padre nos llamó para contarnos lo que había pasado, nos entró a las dos un repelús y un asco increíble.

Los trabajos de fumigación estaban en curso y Ainhoa estaba algo preocupada por sus cosas, pero además de acercarse a revisarlo, es que teníamos que reunirnos allí para la investigación.

Parece que Andrés pensaba que alguno de los despedidos podíamos haber intentado boicotear al hotel. Ya me hubiera gustado a mí, la verdad.

Después de que Fina y José Antonio nos abandonaran, a nosotras tampoco nos había apetecido estar más tiempo en el Chelsea. Apuramos nuestras bebidas y salimos a la calle.

Hacía una noche preciosa y no teníamos ninguna prisa, así que le propuse dar un paseo. Ella me cogió de la mano, entrelazó nuestros dedos y tiró de mí.

Estuvimos casi una hora deambulando por el pueblo, hablando de todo y de nada, contando anécdotas y pensando en cómo sería nuestra vida a partir de ahora.

"Amor, ¿dónde vas a vivir a partir de ahora?" Me preocupé, formulando en voz alta algo a lo que llevaba dándole vueltas desde que el día anterior se presentara en mi casa.

Ella sonrió, esperando la pregunta de alguna forma, así que supe que también lo había pensado. "Por lo pronto, puedo permitirme unos días en el hotel y luego, depende de dónde encuentre trabajo. También he estado pensando en buscar aunque sea una habitación para compartir con alguien."

"La verdad es que me encantaría que compartiéramos piso, poder dormir todas las noches juntas, llegar a casa y sentarnos juntas en el sofá, pelearnos porque no recoges tus cosas..." La chinché. "Pero sin trabajo..." Fruncí el ceño. "Tampoco sé si sería ir demasiado rápido." Añadí.

Ella se paró y puso su índice sobre mi ceño fruncido. "Tranquila. No te estaba pidiendo que nos fuésemos a vivir juntas... Todavía. Pero sí que me encanta lo que dices." Añadió al final. "Pensaba más bien si quizás tu tía quería salir de la casa de las Cucas. O Fina, que ahora vive en Coscojales y viene todos los días a Vera." Se encogió de hombros. "Pero todo eso depende de dónde encuentre curro." Musitó. "¿Sabes que se me había ocurrido hablar con Julio y ver qué clase de cocina tiene el Chelsea?"

Me reí. "¿Te pondrías a trabajar en un bareto?"

"Oye, ya está montado, igual podríamos darle una vuelta y convertirlo en un sitio de moda de desayunos y brunch. Así, para empezar." Explicó, y me encantó cómo me incluía en sus planes.

Intenté morderme la lengua, pero la pregunta me apretaba. "¿Te volverías a ir a Madrid?"

"Si no encuentro nada, no me quedará más remedio." Atajó. "En Madrid por ahora no está Hugo, pero han pasado tantas cosas desde que he llegado a Vera que lo siento como mi hogar." Volvió a encogerse de hombros. "Si me fuera a Madrid, ¿te vendrías conmigo?"

Lo rumié durante unos segundos, no quería ser impulsiva. "Me daría pena dejar a mi familia y la verdad es que siempre me había visto continuando el negocio familiar, pero... creo que iría contigo al fin del mundo. Y Madrid no está tan lejos."

Se rió y soltó nuestras manos para pasar su brazo sobre mi hombro y atraerme hacia ella.

Estaba tan concentrada en nuestra conversación que hacía rato que había perdido la noción de por dónde íbamos en nuestro paseo, así que cuando de repente frenó delante del portal de mi casa, me sorprendió.

"No..." Me quejé de que la noche se acabara. "¿Te quedas a dormir?"

Le debí poner mi mejor versión de cara del gato con botas de Shrek, porque no duró medio segundo. "No me puedes preguntar eso con esa cara."

"¿Por qué?" Pregunté continuando con mi puchero.

Ella suspiró resignada. "Porque si ya te diría que sí siempre, cómo me puedo negar así."

"Pues no te niegues." Concluí con facilidad.

Ella se rió. "¿Qué van a decir tus padres?"

"Pues nada, porque es tarde y ya estarán durmiendo y tú y yo no tenemos que madrugar mañana, así que cuando salgamos probablemente ya se habrán ido. Y aún así, están encantados contigo, te pedirían tortitas para desayunar."

Volvió a reírse. "Lo tienes todo pensado, ¿no?"

"Va, quédate, por favor." Le dije con la boca pequeña. "Me ha bajado la regla y solo quiero dormir como si fuera un koala abrazada a ti y que me des mimitos. Te prometo que mañana te hago yo el desayuno." Negocié, tomando su mano y tirando de ella.

Ella sacudió la cabeza con una sonrisa y supe que la tenía convencidísima. "Está bien..."

Me frené para abrir el portal y fue ella la que se abrazó a mi por la espalda, enterrando su cabeza en mi cuello y poniendo sus manos en mi vientre. "Amor, no sabes lo bien que me viene el calorcito ahí."

"¿Te duele mucho? ¿Por qué no me lo habías dicho?" Susurró.

Por fin acerté a abrir la puerta y nos movimos por las escaleras. "Un poco, pero es soportable."

"Entonces, ¿me vas a dejar ser hoy la cucharilla grande?"

Me reí. "Bueno, ya veremos."

"Hay que ver, con lo pequeñita que eres y siempre me abrazas tú a mí..." Refunfuñó.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora