En paro

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Silvia lo había intentado por todos los medios, pero no había sido posible hacerle cambiar de opinión, así que fiel a mi palabra, dejé mi puesto.

No tuve ni que ir a decírselo a su despacho, el muy prepotente cogió mi comentario y lo utilizó para amedrentar al resto de empleados. Pero ya sabía que ninguno haría nada, estaban demasiado acojonados, y yo, no tenía nada que perder allí, me habían quitado el sueldo digno, mi chaquetilla y a Luz.

Lo sentía por Paolo y no quiero sonar prepotente, pero con un equipo menguado, con dos buenas cocineras menos y un chef sin experiencia, ese restaurante estaba condenado al fracaso.

De todas formas, no íbamos a hacer mala sangre con el equipo. Nos frustraba pero en cierto modo entendíamos sus motivos. Luz y José Antonio empezaron un abrazo grupal de despedida. Yo accedí a regañadientes: a mi solo me gusta el contacto físico con determinadas personas que son de mi agrado, no toda esta moñería generalizada.

"Y ahora... ¿qué hacemos?" Preguntó Luz, triste por toda la situación.

Estábamos en la puerta del hotel, cogidas de la mano, todo el tiempo del mundo por delante. En paro, supongo. La caja con las cosas de Luz ya estaban en el maletero de Silvia y nuestro amigo llevaba un par de bolsas en la mano.

Teníamos que hacer algo para que no volviera a encerrarse en su habitación como la noche anterior. "¿Te apetece que demos una vuelta y tomemos algo? Recordar viejos tiempos, echar unas risas... seguro que hay muchas cosas que no sé del hotel y el restaurante. ¿Tú qué dices, José Antonio?"

"Puedo pasarme un rato por el Chelsea." Se apuntó.

Vi una tímida sonrisa en sus caras y corrí con ello. "Pues venga, vamos. Voy a escribirle a Fina por si se apunta y nos quiere contar las batallitas de hoy del alcalde. Seguro que riéndonos se nos quitan las penas un rato."

"Hasta que mañana vayamos a apuntarnos al paro..." Rezongó Luz, pero me siguió.

Nos adueñamos de una mesa y Julio empezó a traer bebidas. Luz se decantó por una coca cola como yo y me susurró que sabía que no me importaba, pero no le apetecía beber esa noche, así que no tuve nada que decir. Fina se unió un rato después y enseguida la pusimos al día de todo lo que estaba pasando en el hotel y que los tres nos habíamos quedado sin trabajo.

Los chicos empezaron a contar las historias de cómo empezaron a trabajar en el hotel y de los errores que cometieron al principio, los clientes especialitos que habían visto (de esas José Antonio tenía de todo) y las anécdotas de los compañeros.

"¿Te acuerdas Luz de aquella vez que casi le das a un cliente un taco hasta arriba de chile habanero?" Intervine yo, haciendo que se tapara los ojos con las manos de vergüenza.

Su sonrisa no menguaba de todas formas. "Eso fue culpa tuya." Atacó y fingí indignación. "Sí, sí, no te hagas la tonta. Que me tenías loca porque no te atrevías a que estuviéramos juntas, un día me besabas hasta quitarme el sentido y al otro era todo muy complicado. Y encima estábamos discutiendo segundos antes."

"Aaah, ya entiendo cosas." Fina intervino, apurando su cerveza.

Luz sacudió la cabeza. "No, no, cuando tú le metiste boca fue después. Ahí fue cuando fui yo la estúpida." Fina alzó las cejas, supongo que sorprendida. Ya le contaría, pero lo importante era el punto actual.

"Entonces, ¿esto cuando fue?" José Antonio estaba meadito de la risa con nuestras idas y venidas y nuestros piques.

Luz sacudió la cabeza. "Durante las fiestas de Vera, que teníamos el foodtruck en la plaza."

"Pero esa no ha sido la única vez que ha intentado matar a alguien." Chinché. Los dos se volvieron expectantes y Luz alzó una ceja, curiosa por saber a dónde iba a ir ahora. "Según entré por la puerta del hotel me tiró un café hirviendo encima."

Fina también se reía sin parar. "Pues a pesar de eso, sí que habéis llegado lejos."

"Eeh, oye, que eso fue un accidente, justo me estaba dando la vuelta y apareciste ahí de repente y..." Se excusó, poniendo las manos en el aire.

Mantuve la seriedad como pude. "Ya, ya... eso lo dices ahora porque te he conquistao, pero en ese momento solo querías quitarme de en medio."

"¿Tú me has conquistado a mí? Que morro tienes..."

No quiso contestar a la segunda parte y se centró solo en la primera, pero se lo dejaría pasar. "Bueno, y tú un poquito a mí también."

"¿Ah, sí?" Se acercó sugerente, apoyando el codo sobre la mesa para inclinarse más hacia mí.

Yo no podía resistirme por mucho que quisiera y la imité. "Sí, un poquito solo." Solo tuvo que elevar una ceja y mojarse los labios con la punta de la lengua para quitarme cualquier gana de chiste. Cada vez estaba más cerca de ella y me moría por probar sus labios. "Bueno, quizás algo más..."

"Madre mía, la tontería que llevan estas dos..." Escuché que le decía Fina a José Antonio por lo bajini.

Él nos observaba como si fuéramos una telenovela y solo le faltaban las palomitas. "Igual deberíamos dejarles intimidad, ¿no? Yo creo que tristes ya no estamos por el despido..."

"Pues a mí ya se me ha acabado la cerveza." Empujó su vaso al centro de la mesa y suspiró. "Y de todas formas debería retirarme porque yo mañana sí madrugo." Se puso en pie y se colgó su bolso, anunciando su salida. "Chicos, me lo he pasado muy bien, pero me tengo que ir. Que vaya bien mañana, me contáis cómo va la búsqueda de trabajo, ¿vale? Buenas noches."

José Antonio fue el siguiente en levantarse. "Me ha venido bien pasar un ratito todos juntos, pero yo también debería irme ya."

"Prometemos no ponernos empalagosas otra vez." Luz puso las manos en señal de paz.

Él se rió. "No, de verdad. Me apetece cobijarme en casa ahora. Y vosotras os mereceis ser todo lo empalagosas que queráis. Fijaos que ése es un adjetivo que jamás pensé que utilizaría con ninguna de vosotras... ¿Con Paolo? Seguro. Pero, ¿Luz o Ainhoa?" Sacudió la cabeza y volvió a reírse. "De verdad, que me alegro un montón por vosotras. Pero yo por esta noche, ya se me ha acabado la batería social."

"Descansa, José Antonio. Buenas noches." Le despedimos con una sonrisa.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora