Mantita y Pizza (de verdad)

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La puerta sonó y segundos después, Luz la desbloqueó con su propia llave. "Hola, mi amor. Perdona, se me ha hecho tardísimo."

"Hola." Yo acababa de llegar hace nada y estaba intentando concentrarme en recoger un poco la habitación, sobre todo una colada que había hecho hace poco y que todavía no había terminado de doblar y colocar.

Metí todo lo que quedaba en el cajón y me acerqué a recibirla con un beso y un abrazo, disfrutando de la calma que me proporcionaba su cercanía. La respiré hondo. "Qué bien huele la pizza." Comenté al separarme.

"Sí, es que está recién hecha. Por eso se me ha hecho tarde, había más lío del que me esperaba hoy. Como me dijiste que te gustaba todo en la pizza, he pillado ésta, que es la especialidad." Se sentó en la cama, tranquilamente, se descalzó para estar más cómoda y me observó desde allí. "¿Qué tal ha ido hoy la sesión?"

Suspiré y me dejé caer a su lado en la cama. "Pues todo lo bien que cabría esperar."

Después de todo lo ocurrido con Hugo, la sesión había sido una hora de lágrimas, de angustia, de vaciarme e intentar justificarme. Pero la psicóloga, después de haber llegado a conocerme a mí y mis pensamientos después de estas semanas, me había guiado bastante bien a un lugar donde no hiciera tanto daño.

Seguiríamos trabajando en ello, pero para lo mucho que temía esta sesión, había ido bastante bien.

Ella peinó mi pelo suavemente hacia atrás y yo me dejé hacer. Me calmaba y me hacía sentir mejor. Cerré los ojos para ahuyentar todo lo que me había removido esa sesión y concentrarme en sus dedos a través de mi pelo. Abrí los ojos y me miraba con una sonrisa.

"Gracias."

Ladeó la cabeza. "Por nada." Me aseguró. "¿Ponemos una peli de fondo y si te apetece me cuentas?"

Sonreí y asentí. Ella se colocó contra el cabecero de la cama y cogió el mando, yo gateé siguiéndola y me tumbé a su lado, encajando mi cara en su cuello. Me abrazó contra su cuerpo y me dejó cobijarme, mientras se entretenía buscando la película de la rata cocinera. Dudaba que fuera a prestarle atención otra vez, aunque fuera por otros motivos.

"No me apetece mucho hablar." Le confesé. "Es la mierda que ya sabes, que te ha tocado ver también. Pero me ha ayudado a racionalizar un poco todo."

Me dejó un beso en la frente y asintió. "¿Quieres que te hable yo de cualquier cosa o prefieres que veamos la película sin más?"

"Cuéntame, porfa." Sonreí, saliendo de mi escondite. La conversación sin estar enfocada en mi otra vez me vendría muy bien. Era increíble la sintonía que teníamos, que la hacía capaz de saber, sin yo decir nada, que un gesto así me vendría mejor.

Luz pulsó la película, pero le bajó el volumen. "Pues resulta que mi abuela tuvo un lío con un señor, hace muchos, muchos años."

"¿No hay nadie fiel en este pueblo?" Pregunté incrédula.

Ella me buscó la mirada y confirmó. "Nosotras."

"Nosotras sí, siempre." Busqué su mano y entrelacé nuestros dedos, llevando nuestras manos hacia mis labios y dejando un beso en su dorso. Eso la hizo sonreír. "Fue cuando tus abuelos todavía estaban juntos, ¿no?"

Ella asintió. "Fue aproximadamente nueve meses antes de que mi madre naciera."

"¿Qué? Tu madre... ¿no es hija de tu abuelo? ¿Y quién es ese señor?" Desde luego, tenían drama para distraer a cualquiera.

Tomó un respiro, como para ordenar sus pensamientos, antes de seguir. "Pues la verdad es que no se parece en nada a mi abuelo. Estuvo ayer comiendo con nosotros en casa." La mirada que le dediqué hizo que enseguida añadiera. "No me ha dado tiempo a contártelo, mi amor. Estaba deseando hacerlo, de hecho. Ha sido todo muy surrealista." Me aclaró. "Resulta que mi abuela hizo un test de paternidad y nunca lo abrió. Mi madre sigue siendo hija de mi abuelo."

"¿Te imaginas que de repente no fueras una Lasierra?"

Rió ella sola. "Lo pensé. Y qué crisis existencial."

"Para crisis existencial, me imagino que la de tu madre. ¿Cómo está?" Me preocupé por ella.

Eso hizo que mi novia sonriese. "Ahora está bien. Hicimos piña toda la familia a su alrededor."

"Admiro mucho a tu familia." Pensé en voz alta. "Tenéis una comunicación envidiable y os apoyáis en todo. Ya te lo he dicho alguna vez, pero no sabes la suerte que tienes."

Ella se encogió de hombros. "Lo sé." Frunció el ceño y supuse que algo le estaba pasando por la mente. "Nunca me has hablado mucho de ello, pero entiendo que tú con tu familia..."

"La comunicación nunca ha sido lo nuestro, no." Sacudí la cabeza y no pude evitar sentir cierta tristeza al comparar. "De hecho, hace mucho que no hablo con ellos. Creo que nunca he llegado a tener una conversación seria con mi familia."

Perdí la mirada en los dibujos animados de la televisión, sin prestarle realmente atención. Por el rabillo del ojo, me di cuenta que Luz me observaba, supuse que estaría debatiendo si seguir con la conversación o no. Yo estaba un poco agotada como para abrir ahora otro melón.

"Hablando de familia." Me tensé un poco, he de admitir. "Mi madre me ha dicho que si te apetece venir a cenar el domingo, aprovechando que no hay servicio de cenas. Pero solo a cenar, como mi novia invitada, nada de hacer la cena."

No sabía si me parecía una invitación extraña o muy mona, pero con cualquier cosa de esta familia, la respuesta estaba clara. "Sí, claro. Me encantaría."

Su sonrisa iluminó la habitación y volvió a mirar la pantalla con los dibujos. Yo tardé un poco en fingir concentración en la película, porque me entretuve observándola a ella y dando gracias una vez más por haberme chocado con ella al llegar al hotel.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora