Otra perspectiva

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Yo, Ainhoa Arminza, soy alcohólica.

Cuando acepté la propuesta de Clara para llevar un restaurante en un pueblo del que no había escuchado hablar nunca, no tenía ni idea de lo que iba a cambiar mi vida en tan solo unos meses.

Tampoco de que iba a ser capaz de pronunciar esa frase en voz alta o que iba a empezar a escribir mis pensamientos para ayudarme a darles sentido. Pero no todos los cambios se han producido desde que voy a terapia.

Lógicamente, sí que sabía que tenía un problema con la bebida, en la que necesitaba refugiarme para huir de la miserable vida a la que me había visto abocada, antes y después de Hugo. Era una dependencia que cada vez se me hacía más difícil ocultarme a mí misma.

Sobre todo después del incidente por la intoxicación en el restaurante de Madrid. Fue un error monumental. En ese momento toqué fondo y si no hubiera sido por Clara, no sé qué habría sido de mí, tanto profesional como personalmente.

Me aproveché de que ella parecía no tener ni idea de lo que había pasado, aunque ocultarle información me hiciera sentir mal, pero pensaba demostrarle al mundo y a mí misma que nada parecido volvería a pasar y me aferré a la oportunidad con uñas y dientes, haciendo la maleta y yéndome al fin del mundo, si era necesario.

Afortunadamente Vera no estaba tan lejos. Era un pueblo muy agradable, lo suficientemente alejado de Madrid y pequeño para pasar desapercibida.

Tampoco hubiera sido capaz de imaginarme que en mi primer día me iba a cruzar con una pequeña fuerza imparable, que casi me derriba y de hecho, me bañó en café.

Una mujer de armas tomar, impulsiva, curiosa, peleona y, una vez que llegamos a conocernos, justa, leal, cariñosa, un verdadero ser de Luz.

Tenía en la palma de su mano que me echaran de allí y conseguir para sí otra oportunidad como jefa de cocina del restaurante del hotel de su abuelo. Se enteró de mi pasado, del incidente en el restaurante, de mi problema con la bebida y, a pesar de todo, no solo no fue corriendo a contárselo a su madre y a su tía, sino que me defendió y apostó todo por mí más de una vez cuando ellas se enteraron y procuró que tuviera un lugar para alojarme.

Pasó de ser un grano en el culo a la mano que te saca del agua cuando estás a punto de ahogarte. Y mirando sus enormes ojos marrones, confirmé que no quería ahogarme, que merecía la pena luchar.

Las cosas no fueron nada fáciles. Hugo ya no me tenía en Madrid bajo su control, así que doblaba las llamadas, los mensajes y las amenazas para someterme desde lejos. Tuve una recaída y, de nuevo, Luz estuvo ahí para mí, sacándome del bar y quedándose conmigo en el hotel.

Hacía mucho que no tenia una persona preocupándose de verdad por mí, porque yo estuviera bien, sin segundas intenciones. La mayor parte de mis antiguas amigas, eran amigas de la familia o de Hugo, desde luego ninguna estaba ahí cuando decidí que era suficiente y escapé de mi matrimonio.

Me sentía bien a su lado, mejor persona, a pesar de todo lo que llevaba en la mochila o quizás precisamente por ello. Una vez que se abrió, nunca más me juzgó.

Me dejaba arrastrar por su ilusión, por sus ojos, que eran el espejo de su alma, incapaces de esconder nada que le pasara, y su enorme sonrisa, y buscaba constantemente su cercanía. La sesión de cocina que tuvimos en su casa fue el mejor momento que he vivido desde hace mucho tiempo y también, fue cuando me di cuenta de algo que me acojonó.

En el momento en que la acaricié la mejilla para mancharla de harina, su risa volvió a embrujarme y tuve que contener las ganas de acercarme y probar sus labios.

No era la primera vez que sentía atracción por una mujer, al fin y al cabo siempre me han atraído más las mujeres y fue una de las cosas que más enfadaba a Hugo, que no sintiera eso por él.

Pero sí era la primera vez que además de sentir atracción por una mujer, tenía una relación tan estrecha con ella.

Sentí cierto miedo de que todo esto se estuviera haciendo más grande de lo que en realidad era por el agradecimiento que sentía hacia ella por su apoyo y su amistad, pero tras analizar en detalle mis sentimientos e incluso los celos que me producía su relación con Paolo, estaba llegando a la conclusión de que aunque fuera importante, había muchísimas otras cosas que me gustaban de ella. Había algo que me conectaba con ella, desde que llegué a Vera, primero una pequeña rivalidad, luego esta amistad.

Mientras que yo soy una persona muy reflexiva, que le da muchas vueltas a las cosas, Luz es todo lo contrario. Cuando quise darme cuenta, me tenía acorralada contra la estantería del almacén y me plantó un beso.

Por resumir todos estos sentimientos, sin orden ni patrón: todo está cambiando. Antes...

Era como meterme en una especia de niebla. Y poco a poco los problemas con Hugo iban deshaciéndose hasta que desaparecían.

Ahora que llevo varias semanas sobria, esa niebla ha desaparecido. Todo está más nítido.

No se me quita de la cabeza ese beso. El beso que nos dimos Luz y yo.

Ayer Alichita13h me propuso si sería buena idea ver el punto de vista de Ainhoa, ya que parece que es lo que menos vemos y que se guarda muchas cosas

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Ayer Alichita13h me propuso si sería buena idea ver el punto de vista de Ainhoa, ya que parece que es lo que menos vemos y que se guarda muchas cosas. No sabía cómo darle encaje y otra historia paralela me era imposible, pero me vino la inspiración para esto. Decidme si os gusta la idea y si os gustaría que continuase intercalando ambas

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora