Ataques

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Volví a la cocina con un humor totalmente distinto al que había traído de casa. La preocupación de Ainhoa y su cariño me habían recordado la forma en que había amanecido, con ella entre mis brazos, y ahora era ella quien me protegía a mí. Pagaría por verla delante de mi abuelo y solo de pensarlo me moría de risa.

Paolo me miró de reojo y vio mi sonrisa bobalicona. Alzó las cejas en una pregunta silenciosa y sacudí la cabeza, no iba a darle detalles, pero mi sonrisa era suficiente para saber que lo de ayer había ido más que bien.

Me lavé las manos y me puse manos a la obra de nuevo con el salmón. Ainhoa todavía no había vuelto, a saber dónde había soltado la gorrilla, tan preocupada estaba por mí.

Estaba concentrada en el tacto de las espinas del salmón, pero pude ver cómo Ainhoa volvía a la cocina y se metía al almacén como una exhalación. Algo no iba bien.

"No sé qué pasa hoy con ustedes dos... están peor que antes de chingar." Resopló Paolo y entendí que no había sido solo sensación mía, pero no le iba a dignificar con una respuesta al estúpido comentario que acababa de soltar.

Dejé de nuevo el salmón y las pinzas y fui a buscarla. ¿Qué podía haber ido mal en tan solo un par de minutos? No entendía nada.

Cuando entré al almacén la encontré con la espalda apoyada contra la estantería, respirando rápido y pasándose las manos por la mano y el cuello, como si no le entrara suficiente aire en los pulmones. Estaba teniendo un ataque de ansiedad, me era familiar.

Me acojoné. "Ainhoa, ¿qué pasa?" La tomé del brazo, intentando que me mirara, que se anclara. "¿Estás bien?"

Parecía surtir efecto, pues la sentí respirar hondo, pero seguía estando bastante agitada. Las preguntas se agolpaban en mi cabeza y estaba buscando una prioridad para expresarlas cuando me cortó.

"Sí sí sí, es que a veces me pasa." Se justificó, aunque en los meses que llevaba en Vera no lo había visto jamás. "Pero necesitaba un minutito y ya está."

Yo intentaba buscarle la mirada para confirmar si todo estaba bien, pero me la evitaba y ya no necesitaba su mirada para saber que no estaba bien todavía. "¿Seguro?"

"Sí, voy a la cocina y ahora te veo, ¿vale?" Se zafó totalmente de mi agarre y salió de allí, dejándome sola en el almacén con más preguntas de las que tenía cuando entré en él.

Había algo que no me estaba contando, que la había alterado de esa forma. ¿Podría ser un nuevo mensaje del impresentable? ¿Le habría contado algo sobre mi viaje a Madrid? No lo creía, me hubiera recriminado que hubiera ido a buscarle y, por cierto, no sabía cómo explicármelo todavía a mí misma, como para explicárselo a ella.

Entonces, ¿de qué se trataba?

¿Se habría encontrado con mi madre o Andrés y la habrían presionado con todos los eventos de la boda? Sabía que el hotel no andaba muy boyante, pero trasladar toda la responsabilidad a la jefa de cocina no me parecía bien. Sabía bien de la presión que Ainhoa sentía por hacer que el restaurante triunfara tras el desastre en su anterior trabajo, añadirle a ello la viabilidad del hotel me parecía muy cruel.

De nuevo, las malas decisiones de mi abuelo nos dejaban con el culo al aire. Me hervía la sangre.

Salí del almacén decidida a sacar adelante la preboda, la boda y todo lo que se pusiera por delante. Por fin, terminé de desespinar el lomo de salmón para los tartares.

"¿Puedo?" Me acerqué a Paolo con una cucharilla y probé la salsa antes de que pudiera decir 'sí, claro'. "Añádele un poco más de zumo de limón."

Paolo observó a Ainhoa, que pelaba concentrada zanahorias a velocidad de crucero y luego volvió su atención a mí, que le esperaba con la mandíbula apretada. No osó desdecirme. "Sí, chef." Musitó.

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El servicio iba viento en popa. Los camareros seguían sacando las últimas bandejas de comida, cada vez menos elaboradas y más enfocadas a absorber el alcohol de más que tenían en su sistema: pequeñas hamburguesas, mini sandwiches y algún que otro dulce.

Por ello, aproveché para escabullirme a mi habitación un momento para tomar aire, ya que si me escondía en el almacén, estaba segura de que Luz vendría tras de mí.

No había apartado su mirada de mi en todo el servicio y sabía que si no hubiera sido por ella, nada de esto habría salido adelante. Había tomado la batuta que yo no había sido capaz de llevar esta noche, quitándome un gran peso de los hombros. Me había concentrado en el trabajo por hacer en la cocina y había alejado mi mente todo lo que había pasado antes.

En la soledad de mi habitación, aproveché para mojarme la cara y la nuca, intentando anclarme a la realidad con el agua fría. Hugo me había encontrado y había sido capaz de venir a Vera a buscarme.

¿Y ahora qué? ¿Tendría que buscar otro lugar al que marcharme, lejos de su alcance? ¿Iría al fin del mundo con tal de volver a tenerme bajo su control?

Sentía unas ganas tremendas de ahogarme en un vaso de whisky. Que las líneas de mi pensamiento se difuminaran y mis preocupaciones no pesaran tanto. Pero sabía que no podía.

¿Y si hablaba con Javi? Quizás podrían asustarle con acciones legales si no me dejaba en paz. Pero, ¿sería suficiente para cancelar las amistades de su familia en la policía? No quería que sufriese ninguna consecuencia por mi culpa.

Me resigné mirándome al espejo, no tenía ni idea de qué hacer y no podía poner en peligro a Luz ni a su familia. Tendría que irme de aquí, pero no sabía cómo se lo tomaría ella o cómo conseguiría hacerlo sobria.

Volví hacia la cocina, a terminar el servicio y el fin de semana de boda lo mejor posible. Si iban a ser mis últimos en el Hotel Lasierra, debía acabar bien.

Al llegar a las escaleras que llevaban a recepción, le encontré sentado en los últimos peldaños. Mis esperanzas de que hubiera vuelto ya a Madrid se desvanecieron. Supuse que me estaba esperando, bloqueándome el paso. Estaba borracho como una cuba.

Si de normal no podía hablar con él, porque ignoraba cualquier cosa que decía y habiendo aprendido que era mejor callar, no me salían las palabras, estando borracho era imposible. Lo intenté, con la valentía que me había enseñado Luz, con mi propio carácter que estaba empezando a reencontrar, pero él consiguió acorralarme.

Me tenía contra la pared, la mano al cuello y a punto de pegarme de nuevo, cerré los ojos esperando el impacto, esperando que esto supusiera el fin, pero el golpe no llegó.

Escuché gritos y abrí los ojos. Tardé unos segundos en reconocer a Marta y Clara y solo pude asistir como espectadora a su forcejeo con Hugo y cómo se precipitó él por la barandilla hasta la tarta.

"Ainhoa." No podia dejar de observarle, inconsciente sobre la tarta. "¡Ainhoa!" Me susurró Marta más fuerte, agitándome. "Vete a la fiesta a revisar que toda la comida está bien y luego vuelve a la cocina."

No conseguía entender lo que me estaba diciendo. "Tenemos que llamar a una ambulancia, saber si está vivo o algo."

"Si no está vivo, se lo tiene merecido. Estaba a punto de matarte a ti." Me dijo apretando la mandíbula y tirando de la mano de Clara. "Se ha resbalado por el escalón que está roto, ¿estamos?"

Su hermana sacudió la cabeza. "Pero Marta, podemos explicarle lo que estaba haciendo a la guardia civil. Ha sido defensa propia."

"Es mejor que crean que es un accidente y no investiguen a nadie. Hacedme caso."

Y así fue como volví de nuevo a la cocina, casi más jodida de lo que estaba antes de salir. Si acababa en la cárcel, quizás estaría más protegida que fuera.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora