Familia

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Me causaba muchísima ternura que ahora que Hugo se había ido y no tenían excusa para tener a Ainhoa todos los días por casa, mis padres parecieran echarla de menos y me pidieran que la invitara a cenar un día, en familia.

Me llenaba el corazón que la hubieran aceptado tan bien, aunque mi madre se hizo bastante de rogar al principio, pero ahora la tuvieran tan en cuenta y la quisieran tanto. Me daba la impresión que la relación de Ainhoa con su familia era prácticamente inexistente y me alegraba de que la mía hiciera sentir, en cierto modo, como en casa.

Porque sabía que Ainhoa verdaderamente se sentía así también, como en casa. Pasados los nervios del principio, ahora que los conocía y la conocían, la relación era muy buena. Tan buena que mi novia no había dudado en aceptar la invitación de mis padres.

El día que mi madre había dicho para la cena en familia, había sido un día bastante ajetreado. Mi madre había salido de fiesta con mi tía Clara y había llegado tan tarde, que ni siquiera sabíamos si iba a llegar a tiempo para la cena.

Tan distraídos estábamos con el lío de mi madre, que no me había dado cuenta de la hora que era y que mi novia, normalmente super puntual, llegaba media hora tarde. Revisé nuestra conversación y comprobé que no me había escrito nada nuevo. Lo último había sido preguntar por mí madre, pues yo le había contado que no sabíamos dónde estaba, y confirmar si queríamos que trajera algo.

Estaba por escribirle si estaba todo bien, cuando sonó la puerta. Me apresuré a ser yo quien abriera, pero cualquier pregunta que pretendiera hacer disimuladamente antes de nada, murió en mis labios cuando vi que no estaba allí sola.

Ainhoa me besó, natural como siempre, y no pude observar el gesto del señor, pero entró en mi casa con total naturalidad.

Mi novia lo presentó como su padre y no fui capaz de cambiar mi gesto de incredulidad. ¿Qué hacía ese señor aquí?

Él mismo explicó que acababa de llegar de visita y que se había impuesto, a pesar de los intentos de su hija, y mis padres no tuvieron más opciones que invitarle a cenar.

Intenté buscar la mirada de Ainhoa, intentar leer su estado de ánimo, pero tenía la coraza puesta y no podía ver más allá de su sonrisa falsa, que denotaba como mínimo incomodidad.

Al menos su padre no era un homófobo de mierda.

Pusimos un cubierto más y nos sentamos todos por fin a disfrutar de la cena. Mi sitio estaba como siempre junto a mi novia y sentía la necesidad de agarrar su mano, haciéndole sentir que estaba ahí para apoyarla.

Y menos mal.

Pude asistir en primera fila a lo increíblemente desactualizado que estaba su padre a todos los aspectos de la vida de Ainhoa. ¿Ésa era la relación que tenían? ¿De verdad no tenía ni idea de todo por lo que había pasado?

Le ofreció una botella de vino que había traído de su viaje y las caras de todos los presentes fueron un poema. El señor debería haber sido capaz de darse cuenta de que algo no iba bien, pero parecía no notar la extrañeza que se había creado a su alrededor.

Todos los adultos intentamos echar un capote para salvar la cena, mientras Jon, que tampoco se da ni cuenta de lo que pasa a su alrededor muchas veces, no ayudaba especialmente.

Y, por si eso fuera poco, mencionó a Hugo y dijo que no entendía el divorcio, porque era un chico excelente. ¿Cómo puedes ignorar la forma en que ese malnacido trataba a tu hija? Le acababa de conocer pero ya tenía ganas de cogerle de los cuellos de esa camisa a lo hippie que me llevaba y zarandearle hasta que por lo menos se mareara.

Ainhoa intentaba aparentar normalidad, mantener la coraza y fingir que su relación era estupenda, pero con tantas lagunas quedaba raro y no podía evitar estremecerse cada vez que soltaba algo que evidenciaba que hasta Jon la conocía mejor que su padre. No estaba siendo capaz de engañar ni a mi madre, que no paraba de ofrecerle su apoyo desde el otro lado de la mesa. Un apretón de manos, un guiño, pequeños detalles.

Necesitaba averiguar la verdad, saber si simplemente faltaba comunicación o, peor aún, lo que faltaba era interés, porque sentía que Ainhoa estaba sufriendo y no soportaba verla así. No alcanzaba a comprender ninguna de las dos opciones.

Como los invitados que eran, no les permitimos moverse de la mesa, por lo que no pude hablar con ella a solas durante toda la cena. Tuve que conformarme con unos segundos mientras Luis se despedía de mi familia.

"Mi amor, ¿quedamos mañana para desayunar juntas?" Esa propuesta pareció gustarle de verdad y esbozó una sonrisa auténtica.

Asintió. "Me encanta el plan." Enredó sus dedos en mi pelo y se acercó lentamente, para sellar sus labios con los míos. Se separó, apoyando su frente sobre la mía, respirando hondo con los ojos aún cerrados. Parecía estar cogiendo fuerzas. "Te quiero." Me susurró antes de despegarse definitivamente. "Muchas gracias, familia. Hasta mañana."

Padre e hija salieron de nuestra casa y me pregunté si mi novia estaría bien.

"Vamos, terremotillo." Mi madre pasó su brazo por mi hombro, tirando de mi. "Mañana hablas con ella y resuelves ese enigma. Y, sobre todo, apóyala."

Sonreí cansada. "Sí, mamá."

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora