Estaba siendo una semana frenética, entre trabajo y los dramas de la familia Romaña (que sentía cercanos a pesar de no ser yo uno de ellos) y estaba agotada. Solo pensar en lo que nos deparaba el fin de semana hacía que fuera capaz de continuar.
Pero en vista de los últimos acontecimientos, no las tenía todas conmigo.
Finalmente, Silvia y Javier se habían comunicado con Luz durante el servicio y le habían dicho que después de todo, Yolanda no estaba embarazada. Mi novia se relajó visiblemente, aunque todavía estaba algo agitada por todo lo que habían vivido en las últimas 24 horas.
Y era precisamente eso lo que me hacía preguntarme si era un buen momento para el viaje que estaba preparando.
Esa noche me dejé caer en la cama y le di mil vueltas hasta que el cansancio me arrastró al sueño, por lo que al día siguiente me asomé temprano al despacho de Silvia, la única que tenía información completa y podría aconsejarme.
"Hola, ¿se puede?" Me asomé después de tocar.
Silvia se quitó las gafas de cerca y me sonrió. "Por favor, no me des más sorpresas que ya he tenido suficiente para todo el mes."
"Si te sirve de consuelo, yo no voy a dejar embarazada a Luz." Intenté romper el hielo, sonriendo aunque fuera de una forma más extraña.
Ella sacudió la cabeza y sonrió. "Eso mismo dijo mi hija... Dime, anda, ¿en qué te puedo ayudar?"
"Pues esta vez es algo únicamente personal..." Empecé. "Todos los turnos están cubiertos y todo está listo para que nos ausentemos este fin de semana, pero visto todo lo que ha pasado, no sé si es el mejor momento."
Ella frunció el ceño. "¿Te refieres a lo de Jon?" Asentí rápidamente. "Bueno, seguro que ya te ha contado Luz que todo ha quedado en un susto."
"Sí, claro. Que al final solo era un falso positivo. Pero... no sé, igual necesitabais hacer piña justo ahora. Y recordarle a Jon cómo usar los métodos anticonceptivos."
Ahí sí se rió. "Eso no te preocupes, ya le hemos recordado los tres cómo se pone el globito. Hasta creo que Luz le ha comprado un par de cajas, que por poco se las tira ayer a la cabeza cuando llegó a casa..."
Abrí los ojos como platos al imaginarme el panorama, pero no sé de qué me sorprendía. Los Romaña eran una familia como aquellas idealizadas que salían en la televisión, donde hablaban de cualquier cosa y se apoyaban los unos a los otros. Por supuesto que Jon se lo contó a ellos nada más ocurrir, sabía que le brindarían toda su ayuda y consejo. Por supuesto que con todo el amor del mundo y naturalidad, todos y cada uno de ellos le iban a hacer ver que lo había hecho mal y cómo debería haberlo hecho mejor.
Era solo que, para mí, y lo que yo había conocido hasta ahora, todo esto era lo más extraño del mundo.
"Pero, vamos, que no te preocupes, Ainhoa. Conozco a mi hijo como si lo hubiera parido." Se rió de su chiste malo. "Ahora mismo lo que necesita es que le dejemos de dar la matraca y le tratemos con normalidad. Si le dejamos en su habitación con sus streams de esos que no ve nadie y sus trucos de magia, mejor que mejor. Se lamerá solito las heridas y hablará del tema cuando lo haya procesado." Cerró los ojos y asintió como para sí. "En ese sentido es muy diferente a Luz, ¿no crees?"
Eso era algo en lo que sí podía opinar. "Sí. Ella procesa las cosas en voz alta. Se nutre de rebotarlo con alguien y ahí ya forma su opinión."
"Como cuando empezó a sentir algo por ti y se le puso el mundo del revés." Me sorprendió diciendo. "Aunque ahí tengo que decir que yo no fui de mucha ayuda." Se lamentó. "Hace poco le pedí perdón a ella, pero quería aprovechar para pedirte perdón a ti."
Me perdí, no sabía a qué se refería. "Perdón... ¿por qué?"
"Por no haberos apoyado desde el principio, por mis prejuicios sobre tu pasado y yo que sé, por poneros más trabas de las que teníais. Que ya eran bastante." Se desahogó.
Yo sacudí la cabeza. "Pero es que es normal, Silvia. ¿Cómo te ibas a fiar de mí si ni yo misma era capaz de hacerlo?"
"También es que tú eres muy dura contigo misma." Me recriminó. "Tú eres una tía de puta madre, Ainhoa." Me aguantó la mirada, para que me llegara al cerebro. Mi córtex vibró con la memoria de algo parecido que me habían dicho alguna vez. "Así que, por favor, acepta mis disculpas y ya está." Terminó sin darme opción a réplica. "Me alegro de veros así de bien."
Sonreí y asentí, aceptando el cambio de tema. "Estamos muy, muy bien." Le confirmé.
"Entonces, ¿cuándo os vais?"
Me invadieron los nervios y empecé a jugar con los anillos, un tic que no podía evitar. "Pues... había pensado que mañana después del servicio de comidas, me pasaba a buscarla por vuestra casa. Paolo me va a dejar el coche. Le voy a deber una muy gorda, pero ya se la devolveré."
"¿Y cuándo se lo vas a decir?" Preguntó al borde de su asiento.
Me mordí el labio, solo de pensarlo. "Pues Luz dice que llevo una semana trabajando demasiado y quiere invitarme mañana a desayunar, para que salga de aquí..."
"Ay, y te lo ha puesto en bandeja."
Asentí con ilusión. "Sí. Mañana después de desayunar, le digo que se vaya a casa a hacer la maleta."
"Le va a encantar, ¿lo sabes?"
Me encogí y suspiré. "Eso espero."
Me da mucha rabia, pero tengo que volver a bajar el ritmo. Lo que estoy escribiendo es una basura y no quiero cerrar la historia así, quiero daros el fin de semana en el parador que merecemos.
Iré publicando según tenga capis en condiciones.
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Ya nada volverá a ser como antes
FanfictionAlgo ha cambiado en Luz desde la llegada de Ainhoa al Hotel La Sierra. Una realización que le ha pillado de sorpresa y para la que solo tiene una certeza: ya nada volverá a ser como antes. Un recuento desde la perspectivas personales de las chicas d...