Adicta al trabajo

541 50 9
                                    

Nos merecemos un capi después del sufrimiento de esta semana...

Yo sabía que Ainhoa seguía haciendo un trabajo duro en las sesiones de grupo y con su psicóloga para vencer su adicción al alcohol e intentando normalizar su vida. Pero últimamente parecía que tenía una adicción al trabajo.

Había perdido la cuenta de las horas y servicios que mi novia había hecho últimamente y empezaba a temer por su salud física y mental.

Le había preguntado sutilmente por este aumento de horas, remangándose la chaquetilla para sacar los platos como uno más, incluso desayunos a los que normalmente no iría, decirle que echaba de menos pasar tiempo con ella fuera de la cocina, aunque fuera para tirarnos en su cama con la televisión de fondo, pero no parecía escucharme y no me daba respuestas claras, porque de repente Paolo estaba libre y ella recogía sus turnos, sin tener más vida fuera de la cocina, ni conmigo, ni con sus amigos.

Me daba miedo que pudiera retroceder en su recuperación y repasaba mentalmente si había pasado algo que lo hubiese desencadenado.

Mi querido amigo tampoco me ofrecía mucha respuesta al enigma, si es que sabía algo. Paolo se limitaba a decir que Ainhoa le había dado el turno libre y a él le venía estupendamente, porque se había apuntado a un grupo de bachata, que no eran solo señoras mayores que se le agarraban. Entendí que sería una nueva oportunidad para encontrar alguien con quien conectar y le deseaba lo mejor a mi amigo, pero me seguía preocupando por mi novia.

Intenté sondear a José Antonio sin mucho éxito y estuve tentada de escribir a Fina, pero me paré al pensar si quizás estaba exagerando demasiado.

Así andaba yo, preocupada, cuando le exigí que el viernes desayunáramos juntas, lejos del hotel, y no habría más que hablar.

En su defensa, parecía divertida por la propuesta (exigencia) y creo que me hubiera dicho que sí, incluso si le hubiera propuesto que se viniera a casa a desayunar. Al menos no parecía ser que se hubiera aburrido de mí y quisiera dejarme...

Por la mañana, me arreglé antes de salir, quería ir mona para esta cita que había conseguido por fin con mi novia y anuncié a mi familia que no desayunaría con ellos.

"¿Y eso, cariño?" Preguntó mi madre, observándome desde un taburete mientras mordía su tostada.

"He quedado con Ainhoa, que últimamente no pasamos tiempo juntas fuera de la cocina." Le expliqué.

Ella asintió y me pareció que se reía, mirando a mi padre de reojo. "Ah, genial entonces. Pero bueno, ahora el fin de semana seguro que encontráis algún hueco."

"No lo sé." Suspiré, triste. "Porque ya se suponía que la semana la iba a tener más libre, pero no ha sido así, y nos tocan los turnos del fin de semana, así que no sé cuándo vamos a encontrar tiempo."

Ella le dio un trago al café y, de nuevo, como Paolo, parecía que me escondía algo. "No sé, hija, no creo que sea para tanto. Verás cómo se le pasa pronto." Achiné los ojos, desde luego no me cabía duda de que algo me estaban ocultando. ¿Necesitaría Ainhoa el dinero de las horas extra? ¿Para qué? ¿La fianza de un piso? "Bueno, ¿qué? ¿no te estará esperando?"

"Sí, me voy." Anuncié, desechando seguir el interrogatorio por falta de tiempo y deteniendo los engranajes de mi cerebro por ahora.

"Pero si Jon todavía está en la ducha..." Murmuró mi padre, pero mi madre se encogió de hombros.

Mi madre aparcó la taza y se puso en pie. "Espera, anda, ven aquí. Dame un beso antes de irte."

"Pero mamá, si nos vamos a ver en un rato en el hotel." Me quejé.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora