Justiciera

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Luz dejó el dedo en la cámara frigorífica, lejos de mi cuadro de niña, muchas gracias, y salimos a ver cómo iba el percal.

Los técnicos de emergencia ya le tenían vendada la mano y estaban listos para partir al hospital. Les comunicamos que aún no habíamos localizado el dedo, pero que seguiríamos buscando por si acaso era salvable.

Sergi se percató enseguida de que estábamos allí y empezó a berrear de nuevo, amenazando a Luz con demandarla. Mi novia se defendió diciendo que había sido un accidente, pero estaba encendido y yo no iba a permitir que un cerdo como él la tratase así después de todo.

Tuvo la caradura de volver con la cantinela e intentar hacerme creer que era precisamente ella quien intentaba lavarme el cerebro, pero ya había visto cuán manipulador podía llegar a ser para salirse con la suya. Le dejé hablar todo lo que quiso, negando y aguantando la risa, y antes de que pudiera volver a ponerlo en su lugar, Javier llegó para custodiarlo hasta el hospital y luego al cuartel. Después de decirle a mi amiga que Luz le iba a denunciar, habían dado un paso adelante.

Silvia, Luz y yo nos quedamos observando cómo la ambulancia y el coche de la guardia civil desaparecían. La mayor dejó una caricia en la mejilla de su hija y acto seguido en la mía. Se me encogió el corazón.

"Hay una cosa que se me hace un poco rara. ¿Cómo que no ha aparecido el dedo de Sergi?" Miré a Luz, quién alzó las cejas, dejándome elegir qué contestar.

Intenté congelar mis gestos para no desvelar nada. "Es raro, sí."

"Sí es raro, sí." Me apoyó Luz.

Silvia frunció el ceño, no estando muy segura, pero asintió. "Pues por algún lado tiene que aparecer. No tenemos ratas en el hotel que se lo puedan haber llevado."

"Quizás ha caído en una de las preparaciones, o... se ha tirado por error..." Intentó excusar Luz.

Su madre no estaba muy convencida. "Intentad buscarlo, no vaya a ser que alguien le haga caso y nos monten una inspección. Que vaya dolor de cabeza sería..."

Luz me miró y las dos asentimos. Tomé su mano y volvimos a la cocina, donde el equipo estaba poniendo en marcha el servicio, dejando en cuarentena la estación donde había ocurrido todo.

"Chicos, menudo día llevamos. Nos ponemos a tope ahora todos con las comidas." Me dirigí a ellos. "Luz, vamos a la nevera a por eso y pillamos las cosas de limpieza para todo aquello."

Volví a tirar de su mano y nos adentramos en la nevera. Preparé una cubitera con mucho hielo, para preservar el trozo de carne, mientras Luz lo localizaba.

Nos preguntábamos si estábamos haciendo lo correcto, hasta yo empezaba a ser partidaria de hacerlo desaparecer. Sentía que había jugado conmigo y con mi confianza y sentía mucho rencor hacia él. Pero al final llegamos a la conclusión de que sí, no podíamos esconderlo por mucho que se mereciera tener un dedo menos por acosador y cerdo.

La argumentación de Luz me pareció graciosísima, estaba estupendamente fundamentada, y efectivamente ella era mucho mejor persona que ese gilipollas. Porque ella le cortó el dedo, pero fue sin querer, y eso era de buena persona.

Me la quería comer con patatas.

Que coño, me acerqué a besarla como me apetecía.

Esta pequeña justiciera me tenía robado el corazón. Era la mejor persona con la que me había cruzado en la vida, pero esta vez estaba segura de que era verdad, y la quería. La quería tantísimo.

Tomé su mejilla y la atraje hacia mi sin oponer resistencia alguna. "Eres la mejor."

Encajaba perfectamente contra mi cuerpo y sentí su delicioso calor contra mi piel fría por el lugar donde estábamos.

Sus labios se curvaron en una sonrisa y cada vez tenía más ansia de ellos, persiguiéndolos para mantener el contacto, tanto que perdí la noción de dónde estábamos y qué estábamos haciendo.

Salimos de nuestra burbuja en la nevera y volvimos a la realidad. "¿Quién se ocupa de llevar esto?"

"Voy a llevárselo a mi madre. Le digo que lo acabamos de encontrar y que lo acerque ella al hospital." Resolvió Luz.

Asentí. "Sabes que tu madre no se cree que no lo hayamos encontrado antes, ¿no?"

"Sí. No sabemos mentirle ninguna de las dos. Pero al final hemos hecho lo correcto, porque somos buenas personas." Continuó con su argumentación a prueba de balas. Me parecía tiernísima.

"Venga, pues date prisa, que tenemos que ayudar en el servicio. Ya nos hemos escaqueado bastante." Le ordené en modo chef.

Ella se giró para irse, pero enseguida volvió. "Oye, pero luego despues... seguimos con lo que habíamos empezado, ¿no?"

"Sí, por favor." Le supliqué. Ella se rió y acarició mi mejilla con la mano que no sostenía la cubitera, se puso de puntillas y dejó un beso lento, saboreándome. "Venga, tira."

Se giró como un resorte. "Sí, chef."

Escuché como se reía, casi corriendo por el pasillo, con la cubitera en las manos lo más alejada posible de su cuerpo.

La vida en Vera era de todo menos aburrida, pero junto a ella, subiría todas las veces necesarias a esta montaña rusa.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora