Los mensajes

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El teléfono vibró sobre la cama, interrumpiéndonos. Ella, como siempre, sentía el impulso de al menos mirarlo y, finalmente, ganó el pulso y dio la vuelta al aparato que descansaba sobre la cama.

No era capaz de hacerme a la idea de la gran influencia que todavía mantenía su ex marido sobre ella, para que estando en cualquier momento de su vida, todavía sintiese la necesidad de mirar sus mensajes.

Entiendo que es porque no conozco en detalle lo que le ha ocurrido ni el estrés al que la ha debido de someter, que aún después de los meses que lleva en Vera lejos de él, necesita saber si es él y confirmar que sigue lejos de su alcance.

No sé muy bien cómo navegar esa parte que insiste en ocultarme, no tengo ni idea de cómo ayudar y me mata verla así.

Además que el señor tiene el don de aparecer en los momentos más oportunos... Como ahora, que staba yo a punto de tener un gay panic sobre si pasar la noche con ella o no, porque suponía una gran primera vez para mí.

"¿Es tu ex?" Pregunté instintivamente.

Ella no ocultó su pantalla y pude ver la conversación con decenas de mensajes, mientras ella solo leía el último. "Sí, pero bueno, no importa..."

"Pero aquí hay un montón de mensajes." Mi boca hizo eco de mis pensamientos. "Ah, y audios también."

"¡Eh, Luz!" Uno de mis impulsos se apoderó de mi y tomé el móvil de sus manos, viendo ahora sí todo el historial de la conversación. "No." Se quejó.

"Pero, ¿y este tío?" Aluciné, había mensajes de todos los días, a cualquier hora, incluso de madrugada. No me quería imaginar el historial de llamadas perdidas... "Ainhoa, que me dijiste que no me preocupara." Le dije al borde del pánico. "Este tío es un enfermo, este tío es un acosador."

Ainhoa intentó tranquilizarme, pero estaba siendo consciente por primera vez de la envergadura real de la situación, el nivel de sometimiento, las amenazas constantes y el control que ejercía sobre ella. "Ya sé lo que es, Luz, vale, pero ya me he intentado enfrentar a él y no ha salido la cosa bien."

Qué ingenua pensando que no debía ser tan grave, cuando tenía delante una señal de atención enorme como era el alcoholismo de Ainhoa.

Qué más habría tenido que soportar ella antes de tomar la decisión de marcharse y cuando se intentó enfrentar a él. ¿La habría llegado a poner una mano encima?

"¿Y qué hacemos? ¿Nos esperamos a que se canse?" Me llevé las manos a la cara, intentando aclarar todo lo que se me pasaba por la cabeza. "Es que no lo entiendo, a mí me da miedo ese señor, no sé..." Pero no por mi, estaba cagada por ella.

Ella continuaba negando y me preguntaba hasta qué punto realmente no quería asumir la gravedad de todo esto."Que no."

Quería abrazarla y no soltarla nunca, quería sacudirla hasta que me contara todo, quería quedarme con ella esa noche y las que hicieran falta hasta que estuviera segura -a la mierda mi gay panic-, quería arrastrarla hasta el cuartel y que mi padre tomara nota de la denuncia y del historial del móvil que ya debía ser prueba más que suficiente para mantenerle lejos para siempre.

"Mira, me voy a que me dé un poquito el aire porque..." No podía hacer nada de eso, primero tenía que tranquilizarme y pensar las cosas con calma, no abalanzarme solo para lograr que se bloqueara y se cerrara en banda. Ahora no sabía siquiera si realmente ella era así o su hermetismo era fruto de las circunstancias que le habían tocado vivir.

"Luz, Luz, espera un momento." Cogí las botas en la mano y salí corriendo descalza del hotel, musitando un 'lo siento'.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora