Comidas familiares

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Había salido a entrenar y a correr alrededor del pueblo. Hacía mucho tiempo que no me animaba a salir a correr y no recordaba cuánto lo había echado de menos.

Era algo que hacía habitualmente antes de que todo se volviera patas arriba, de que ahogara mis penas en el alcohol y las mañanas costaran más de la cuenta. Me servía para despejar mi mente, iniciar la jornada más activa, alerta, y eso me lo notaba luego en todos los ámbitos.

Sonreí, sintiéndome bien conmigo misma, fuerte, como aquella Ainhoa del pasado. Troté al son de la música que palpitaba en mi oídos y me dejé llevar. La carrera fue corta, pero intensa, no estaba en mi mejor forma, pero volvería a estarlo pronto. Tenía la estabilidad personal y profesional, para volver a retomar un hábito tan simple como salir a correr.

Además, era un día precioso. No hacía demasiado calor, lo que me había permitido hacer ejercicio sin tener que despertarme muy temprano en el único día que el restaurante cerraba todo el día.

Estaba tan abstraída, que no me di cuenta de que me habían entrado varias notificaciones. Deceleré al llegar de vuelta a la plaza donde se ubicaba el hotel y al mirar la hora en el móvil y los datos de la carrera, vi el mensaje de un viejo compañero y amigo preguntándome qué tal me iba, pero sobretodo, de Luz.

Mi amor, hoy tengo comida familiar por el compromiso de mi tía. Sé que igual es un rollo, pero me encantaría que vinieses conmigo.

Me tensé instivintamente. Hacía mínimo 15 minutos que había entrado y no me había dado ni cuenta. Se estaría preguntando qué estaba haciendo, dónde estaba y por qué no respondía.

Hola, lo siento, lo siento de verdad.

He salido a correr y no he visto el mensaje hasta ahora.

¿Comida en casa de tu abuela, entonces?

😨

Los ticks azules aparecieron rápidamente y aguanté la respiración. ¿Me dejaría en visto? ¿Me castigaría por no haber estado pendiente?

No pasa nada, amor.

Me desinflé. Era tonta simplemente por pensar que ella se parecería en algo a mi ex. Ya me lo había demostrado una y otra vez, pero algunos instintos eran difíciles de vencer.

Sí, estás invitada y no sé, me hace ilusión. Piénsatelo.

No sabía que eras runner. ¿Tienes mallas deportivas?

Y top deportivo ajustadito, también.

Por favor, Ainhoa, que iba a aprovechar el día libre para organizar mi armario

No me lo pongas más difícil...


Me reí a carcajadas. No ignoraba que había pasado de largo por lo más serio, ahuyentando mis miedos y asegurándome que todo estaba bien, y me la imaginaba perfectamente al otro lado concentrándose en lo realmente importante, en imaginarse mi outfit.

Podrías salir del armario y organizábamos algunas cositas juntas


Llegué a mi habitación y pasé la tarjeta por el lector. Seguía observando a Luz escribir y escribir. O me estaba escribiendo algo kilométrico o más bien estaba borrando o volviendo a escribir una y otra vez. Me hacía muchísima gracia imaginármela.

Me puse frente al espejo y activé la cámara frontal, haciendo una foto a mi reflejo.

No me esforcé demasiado. Salía mi coleta despeinada, mi sonrisa cansada, el sudor empapando mi frente y mi pecho, pero también mi abdomen, libre del top deportivo, que sabía que le perdía, y mis piernas, que con el ángulo, parecían kilométricas. La mandé sin darle más vueltas.

Me voy a la ducha solita 😩

Tengo que ponerme guapa para la comida

Le volví a dar play a la lista que estaba escuchando y me metí enseguida bajo el chorro caliente, que relajó mis músculos maravillosamente. Un largo rato después, salí como nueva de la ducha y me enrollé en las toallas.

AINHOA

JODER

Sonreí y me mordí la uña del pulgar.

Qué pena que no te hayas podido unir...

Disparé, picándola una vez más. Me encantaba el juego y lo fácil que era con ella. Los ticks se volvieron azules y no respondió. Los segundos se me hacían eternos.

¿Te has enfadado?

Pregunté preocupada.

No exactamente

La canción terminó de reproducirse en mi teléfono y no recibí ningún otro mensaje, ni siquiera la veía escribiendo. ¿Qué significaba eso? Me quedé esperando algo más, pero de repente, sonaron unos nudillos en la puerta del baño.

"Pero, ¿qué...?" Confirmé que estaba bien tapada y abrí a quien fuera que hubiera entrado en mi habitación. "Hola, debe ser un error, no he pedido servicio..."

La encontré allí, despeinada y con las mejillas coloradas, una mochila sobre el hombro y una sonrisa juguetona. "¿Ah, no? Entonces, ¿me voy?"

"Ni hablar." Respondí imitando su tono socarrón. "¿Tú también has salido a correr esta mañana?"

Cerró los ojos y sacudió la cabeza, su cuerpo vibrando levemente, qué le estaría rondando... nada bueno, seguro. Llevé mi mano a su mentón y la obligué a mirarme. "Bueno, con suerte, he salido a correrme."

No pude evitar reírme y ella me acompañó.

"Eso creo que tiene solución." Pasé mi dedo por el asa de la mochila y la empujé levemente, haciendo que se escurriera hasta el suelo, y llevé mis manos a donde mi toalla se cerraba en mi pecho.

Los ojos de Luz se abrieron como platos, mientras seguía mis movimientos, y soltó de carrerilla, quedándose casi sin aliento. "Tengo que ducharme y arreglarme en algún punto. Jon se me ha colado en el baño, aunque no va a la comida, y ha sido la excusa perfecta para escaparme, pero mis padres pasarán a recogernos sobre la una y media, así que tenemos que darnos prisa."

"Yo creo que podemos hacer varias cosas a la vez..." Dejé caer la toalla al suelo y agarré un puñado de la camiseta de Luz, tirando de ella hacia el interior del baño.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora