Dime que no es verdad

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Como no tenía turno hasta el servicio de cenas, aproveché para remolonear en la habitación de Ainhoa.

Me quedé frita escuchando el sonido del agua de la ducha caer, sabiendo que estaba bien y a salvo, y cuando desperté, solo tenía su olor en la almohada y un café en la mesilla. Bueno, también tenía un par de mensajes de buenos días en nuestro chat.

Me pidió que me quedase con la tarjeta de su habitación, ya que por lo visto ya lo había hablado anteriormente con Jose Antonio y esta tarjeta que me dio con bastante poca persuasión, ya era para mi. Debí haber sospechado de él.

Contesté a su mensaje, dándole los buenos días y agradeciéndole el café. Había descubierto que era una detallista, haciéndole el desayuno a mi familia, preparándonos una cena romántica, trayéndome el café... Y me encantaba.

Me escabullí sin que nadie me viera y me fui a casa a prepararme para el turno. No había traído cambio de ropa, porque no quería asumir que me iba a quedar a dormir, solo la esperaba para ver qué tal había ido. Pero según se abalanzó sobre mis brazos supe que no me iba a mover de allí en toda la noche.

"Buenos días, cariño." Me saludó mi padre, que era el único que todavía quedaba en casa cuando llegué.

Aunque no por mucho tiempo. Tenía el uniforme puesto y estaba buscando algo por el salón. "Buenos días, papá. ¿Qué estás buscando?"

"Las llaves. No me las habréis robado otra vez, ¿no?" Me acusó sin malicia mientras movía los cojines del sofá.

Resoplé. "No tenemos a ningún amigo que esté injustamente encarcelado. Además, no sé si te has dado cuenta, pero no he pasado la noche aquí. Así que no."

"Vale, vale." Levantó las manos en señal de paz. "¿Qué tal Ainhoa? Me dijo tu madre que querías ver cómo había ido su primera sesión de terapia."

No sabía cómo responder exactamente. "Pues ayer estaba fatal." Decidí ser honesta. Al fin y al cabo siendo mi padre y guardia civil, iba a detectar la mentira a la legua. "Cree que tiene demasiado en lo que trabajar y se le vino todo encima. Pero esta mañana parece que estaba mejor."

"Bueno, cariño, es que tiene mucho en lo que trabajar. Pero eso, en sí, no es malo." Respondió, tirándose al suelo y mirando si se había metido debajo del sofá.

Resoplé y volví al recibidor, donde las llaves estaban colocadas en un platillo que teníamos con ese fin. "Eso le he dicho."

"¿Dónde estaban?" Preguntó sorprendido, cogiéndolas.

Apunté con el pulgar a mi espalda. "En su sitio, papá. Que pareces nuevo, a mamá le saca de quicio que las dejes tiradas por ahí." Le reproché nada sería.

"Ya..." Se acercó y me dio un beso en la frente. "Bueno, me alegro que estuvieras ahí para Ainhoa. Es muy buena niña."

"Ay, papá, que ya somos las dos mayorcitas. No somos ningunas niñas."

Rió. "Para tu abuela todavía soy su niño, te crees que me vas a cambiar a mi. Venga, que tengas buen día. Nos vemos esta noche."

"Que vaya bien." Le dije a la puerta cerrándose.

Me di una ducha tranquilamente con mi musiquita de fondo, comí algo y me preparé para irme de nuevo al hotel. Me apetecía verla otra vez y ver qué tal le estaba yendo el día.

Pasé por el vestuario para ponerme el uniforme rápido y me asomé a la cocina, donde estaba terminando el servicio de comidas y los compañeros estaban recogiendo todavía. Eché un vistazo y no vi su melena pelirroja.

"Eh, Paolo..." Me acerqué a él. "¿Tú no sabrás dónde está Ainhoa?"

Él dejó de pasar el trapo por la mesa de trabajo y me miró. "¿No te ha llamado ella?"

"No, ¿por qué? ¿Qué ha pasado?" Me alteré.

Él suspiró. "Dicen que Blanca la ha despedido al principio del turno."

"Pero, ¿por qué? ¿Qué le pasa a Blanca con ella?" Resoplé, empezando a enfadarme. Parecía que esa mujer se la tenía jurada.

Él negó. "No lo sé. No he visto a Blanca todavía para preguntarle, solo me han dicho que al parecer estaba despedida y que me buscara la vida para el servicio con uno menos."

"Joder..." Musité para mí. "Me voy a buscarla."

Él tiró de mi brazo antes de que saliera como una bala. "Luego me dices, ¿sí? Y ten cuidado con la hora, yo te cubro sin problema, pero ya has visto que ella no se anda con tonterías."

Agradecía su gesto, aunque todavía no hubiera olvidado cómo había trepado para conseguir la chaquetilla blanca...

La llamé un par de veces, pero no hubo respuesta, así que puse rumbo a su habitación, no podía estar en otro sitio. Revisé los bolsillos de la chaquetilla en vano, ya sabía que no me había echado la tarjeta de su habitación a ellos. Supuse que la había dejado en el bolso en el vestuario, pero si no abría, es que no quería verme.

"Ainhoa, ábreme soy yo." Grité tras aporrear su puerta.

Pegué la oreja a la puerta y alcance a escuchar la réplica. "Me pillas en un mal momento."

"Pues por eso mismo, si no me coges el teléfono tendré que venir yo, ¿no?" No escuché ninguna respuesta y valoré si ir al vestuario a por la llave. No llegue muy lejos en mis pensamientos porque en seguida me abrió. "¿Qué ha pasado? Que se rumorea en cocina que te han despedido." Se echó a un lado y me dejó pasar. "Ainhoa dime que no es verdad."

Su cara no me daba nada y respondió como una autómata. "No es verdad"

"Ainhoa..." Todo el numerito no tenía sentido si era así.

"Es verdad." Reconoció finalmente, cerrando la puerta y sentándose en la cama.

No estaba nada comunicativa, eso sí que era verdad. "Joder, pero por qué..."

"Pues porque... Me han pillado con anfetas."

Nada tenía sentido. "¿Qué? Qué dices." Me dio la risa, no podía ser verdad, cómo podía ser, pero volvió a callarse, otorgando... "Ainhoa, no me jodas, no me jodas."

"Luz, de verdad, obviamente no son mías." Me desinflé, es que las pausas dramáticas de esta mujer... "Osea que te crees, que después de la mierda que he pasado con el alcohol, de verdad, ¿te piensas que me voy a meter esa mierda?

"Vale, perdón, perdón, te creo." Me acerqué pacificadora y me senté en la cama con ella. "Pero, ¿entonces?"

No tardó en darme una respuesta que me dejó de piedra. "Son de Sara."

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora