Anfetas

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Después de tener a Luz toda la noche despierta velando mi sueño, me sentí en la obligación de ir a por su café mañanero al Chelsea y fue cuando me topé con el tráfico de drogas, ahí en medio de los cafés y tostadas.

Cuando vi que era Sara quien las estaba pillando, no pude evitarlo y me metí en medio. Era una niña, joder. Qué estaba haciendo pillando drogas.

No sabía lo que estaba haciendo realmente, no se dio cuenta hasta que me metí por medio de lo grave que podía llegar a ser. Sara había sido testigo de mi alcoholismo y se había encargado de llamar a Luz antes de que pudiera caer, aún más, en el pozo. Sabía lo que era una adicción y, a pesar de este error, era una tía lista.

Tuvo que irse al instituto y a mí tampoco me sobraba tiempo para volver y empezar mi turno, así que la conversación quedó en standby. Prometí no decir nada a nadie hasta que ella saliera de clase, pero entonces hablaríamos y se lo contaría a su madre.

"Ainhoa, hola." La voz me sobresaltó y estuve a punto de derramar el café.

Levanté la mirada del suelo, donde iba tan concentrada dándole vueltas a lo que acababa de suceder y me encontré con sus ojos. "Eh, esto, hola, Fina. ¿Qué tal?"

"Bien. Muy bien. Estamos hasta arriba de trabajo organizando las jornadas LGTB en Vera."

Asentí, recordando haber escuchado que la mujer del alcalde y las cuquis habían estado moviéndolo. "Ah, sí. Quién lo iba a decir de Arturo."

"Ya, bueno, es un político nato, al final se sube a todas las olas. Pero vamos, lo estamos organizando y yo creo que va a quedar muy bien." Explicó orgullosa.

"Pues allí estaremos, apoyando la causa."

Sonrió. "Oye, que tenía pendiente pasarme por el hotel un día de estos, por si te apetecía tomar algo un día o algo. Y, bueno, Luz también si le apetece. Como amigas, eh." Añadió nerviosa, dejándolo claro.

Más nerviosa estaba yo con una bolsita de pastis en el bolsillo, pero estaba manteniendo el tipo bastante bien. No quería ser maleducada con ella. "Eh, sí, claro." La verdad es que aparte de Luz y Paolo, no podía decir que tenía más amigos, podría estar bien. "¿Te doy mi móvil y me escribes para quedar?"

"Venga." Sonrió de nuevo y sacó su móvil del bolso, desbloqueandolo para que tecleara mi número. "Hazte una perdida y ya tienes el mío también."

Así lo hice. "Lo siento mucho, Fina, pero voy a llegar tarde a mi turno. Escríbeme, ¿vale?"

"Hablamos, Ainhoa. Que tengas buen día." Me despidió alegremente y yo le dije adiós con mi mano libre y le dediqué una sonrisa antes de salir pitando para el hotel.

Me había demorado más de lo que pensaba en el estúpido detalle, así que solo pude dejar el vaso de café en la mesilla de noche lo más silenciosamente posible antes de dar marcha atrás y volver a salir sin hacer un solo ruido.

Me dirigí al vestuario a ponerme el uniforme, pero estaban lleno y no podía deshacerme del incómodo paquete incautado, así que esperé a estar un momento algo más a solas para tirarlas.

El paquete me quemaba, y eso que ni era mío ni pretendía utilizarlo, y los nervios me jugaron una mala pasada.

Quién me mandaba a mi quitarle las anfetas a la hija de Clara y llevármelas al hotel. No podía haberlas tirado al váter del Chelsea, a cualquier alcantarilla por el camino o haberlas tirado por el váter de mi habitación. Eso quizá habría despertado a Luz, pero me habría evitado todo esto.

Y no sólo eso, sino que quién me había pillado con ellas era la propia Clara. No podía vender a Sara de esa forma, no cuando me había prometido que se lo diría a su madre cuando saliera del instituto, en sus terminos.

Intenté explicarle que no eran mías y que precisamente intentaba deshacerme de ellas, pero Blanca nos pilló. Y parecía tenerme muchas ganas. No podía salir de ese embrollo.

Nadie quería escucharme. Todos sabían de mi historia con el alcohol y les parecía más que probable que hubiera caído ahora en las drogas.

Tampoco podía culparles, supongo.

Me dirigí a mi habitación arrastrando los pies, ni siquiera me pasé por el vestuario a volver a cambiarme, y me tiré en la cama.

Cómo había podido ser tan tonta.

Yo solo quería hacer lo correcto y, aún así, había acabado todo mal.

¿Qué iba a hacer ahora? No tenía trabajo y en breve tampoco tendría dónde vivir, bastante era que me habían permitido seguir viviendo gratis en el hotel cuando le dieron mi puesto a Paolo.

Quizás Silvia y Clara pudieran darme referencias o tuvieran contactos en otros hoteles y restaurantes.

Pero, ¿encontraría trabajo cerca? Ya que había encontrado a Luz y gente que merecía la pena, que tenía cierta estabilidad, un grupo de apoyo y una psicóloga..., no quería alejarme y empezar de cero en un entorno totalmente nuevo.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora