Introspección

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Venga, hoy uno más


La luz del sol se colaba por las ventanas de la habitación, a las que olvidé por completo bajarle las persianas la noche anterior, pero no podía enfadarme conmigo misma.

Más aún, cuando el sol me había traído suavemente de vuelta a la realidad antes de que sonara el primero de mis despertadores, hoy configurados para algo más tarde, para yo poder empezar el día en mis términos.

Y no recuerdo cuáles iban a ser mis términos ni en qué iba a aprovechar esa mañana, porque después de apagar la alarma para que no molestara al silencio de la habitación, me giré y la encontré profundamente dormida a mi lado.

Dormía boca abajo, abrazando la almohada, con el pelo desordenado y su espalda nívea desnuda, pues la sábana se había escurrido. Era preciosa y me quedé embelesada observándola.

La tarde anterior había tenido mi segunda visita a la psicóloga y por lo menos esta vez no había sido tan intenso, pero no esperaba ya lo mismo en las siguientes. En la sesión habíamos hablado de la forma en la que iríamos trabajando y se había querido asegurar de que tenía una posición de estabilidad y una red de apoyo.

Le había contado que a pesar de los últimos vaivenes en el trabajo, sí había encontrado la estabilidad en Vera y que consideraba que su gente me había acogido y era un gran apoyo. Le hablé de Clara y Marta defendiendome ante Hugo y todo lo que pasó, de Javi ayudándonos aunque no podía inmiscuirse en la investigación, de Clara diciéndome que no debería acostumbrarme a que piensen mal de mí y dándome las gracias por lo de Sara, Silvia defendiendome delante de Andrés, según me habían contado después, y dejando un beso en mi hombro cuando todo se solucionó.

Le hablé de Luz, del miedo que me daba cuando llegué aquí y sentí esa atracción innegable hacia ella. Cómo recordaba que me había sentido atraída anteriormente a otras mujeres, pero no le había dado importancia y cómo me había encontrado con una fuerza imparable que no me permitió obviarlo. Ella me ayudaba cada día a superar el miedo que me daba volver a caer en una relación tóxica como la anterior.

Le conté cómo, en parte, el motivo de que finalmente me hubiera decidido a ir a terapia era precisamente ella y la necesidad de sentirme bien conmigo misma después de todo y tener una relación sana.

Me daba cuenta de que a pesar de que la sesión no había sido intensa ni traumática, me había abierto mucho con ella y me sentía bien.

Los rayos de sol empezaban a besar su espalda y no pude reprimir el impulso de hacer suaves dibujos con mis dedos sobre ella, acariciando con mis yemas su suave piel, uniendo sus lunares, mientras volvía a perderme en mis pensamientos.

Cuando volví al hotel, ella me esperaba allí, al igual que la otra vez. Esta vez sí que le había dado tiempo a comentármelo para que no fuera una sorpresa e, incluso, había pillado una pizza porque la última vez, con el sofocón, nos habíamos ido a dormir sin cenar. Entró con la tarjeta llave que ya era suya, pero que me había demostrado que usaba sin imponerse.

Al entrar a la habitación y verla allí, no pude más que sonreír, feliz, y echarme a sus brazos casi de un salto.

Escuché como la risa resonaba en su pecho, donde tenía apoyado el oído mientras me cobijaba en su abrazo. "Oye, estás bien, ¿no?"

Me preguntó mientras dejaba cosquillas en mis costados, cuando me negaba a emerger. Finalmente, le hice caso, y encontré su mirada. "Muy bien."

"Me alegro." Respondió automáticamente, mientras me peinaba el pelo revuelto detrás de las orejas y me observaba sonreír.

Mi sonrisa se reflejaba en sus labios y sus ojos me miraban con el amor que me calentaba el corazón. "Hoy me ha preguntado por mi situación actual. Si tengo estabilidad, si tengo un grupo de apoyo..."

"Mi amor, no tienes que contarme lo que habláis. Yo solo estoy aquí por si me necesitas."

Cogí su mano, que seguía acariciando mi pelo aún cuando ya no había más mechones que peinar y besé su dorso. "Ya lo sé, cariño. Y estoy segura que habrá días en los que no querré salir ni de mí misma, pero hoy quiero contártelo." Ella se mordió el labio y asintió.

"Le he contado cómo poco a poco este pueblo me ha acogido, aunque todavía quedan por sacudirme algunos prejuicios, pero hay gente que me apoya y que está ahí para mí. Me siento bien, me siento que puedo ser yo, me siento... querida aquí."

Ella apretó mi mano en la suya. "Claro que sí, mi amor. Yo no sé qué le dijiste a mi padre, pero desde el dichoso cochecito le tienes en tu equipo y a mi madre le costó, pero ya me está preguntando cuándo vamos a intentar hacer otra cena familiar contigo. Mis tías irían a la cárcel por ti y mi hermano es tu fan desde el principio." Me reí por las exageraciones. "Y yo..." Se encogió de hombros. "No te haces a la idea de lo que te quiero."

Se le quebró la vocecita y me la quería comer. "Claro que lo sé, porque lo siento aquí." Me llevé nuestras manos a mi pecho.

"Ven aquí, porfa." Me rogó y no podía negarme. Me deje llevar cuando tiró de mi y me encontré con sus labios. "Voy a hacerte el amor toda la noche para demostrarte una mínima parte." Me susurró.

La pizza se quedó fría sobre la mesa, quizás estaría bien para desayunar, pero nosotras acabamos saciadas y con el corazón caliente.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora