El almacén

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La verdad es que el almacén de la cocina ya ha visto muchas cosas de nuestra relación, pero es que es el sitio más cercano a la cocina donde podemos tener algo de intimidad. Y lo prefiero al vestuario, donde se meten mis compañeros. El almacén es más... nuestro.

Vi a Ainhoa escabullirse por allí hace bastante rato con el móvil y la verdad es que me preocupé un poquito. Después de nuestra conversación, no quería insistir en el tema de los mensajes y llamadas de su marido, ya que me había dicho que no me preocupara, pero no podía evitarlo y no quería que con el drama de mi abuelo creyera que no estaba ahí para ella.

Aparté la salsa de champiñones acabada para que enfriara y disimuladamente, me colé en el almacén detrás de ella.

La encontré revisando el móvil distraídamente antes de guardárselo entre el delantal y la chaquetilla y no pude contener la pregunta.

Ella no hizo más que tirar balones fuera, evitando contestar, pero a pesar de que no me quería dar una respuesta, sí que veía en su actitud más tranquila que de verdad no se trataba de su ex. Yo ya no sabía si había aprendido a leerla perfectamente bien en tan poco tiempo o es que era realmente mala mintiendo. Quise creer que lo primero.

Quizás con todo lo de mi abuelo, le estaba dando demasiadas vueltas a teorías conspiranoicas. Ainhoa estaba ahí para apoyarme y estar a mi lado en todo lo que necesitara y yo había estado intentando hacerme la fuerte desde que salí de casa esa mañana.

Me desinflé con ella, la consideraba un lugar seguro, y la verdad que no me equivocaba. Solo encontré en ella comprensión y me sorprendió con un abrazo cálido donde refugiarme. Al final, le acepté el día libre, porque sabía que de otro modo, alguna lágrima iba a caer en la maldita salsa de champiñones y ya que estábamos solas en el almacén, aproveché para encontrar la paz en sus labios, aunque fuera de forma fugaz.

Salí del hotel con la idea de irme a casa y aunque no fuera dentro de la cocina, sí que encontré la distracción que necesitaba gracias a Ainhoa. Y a Jon.

Al final resultó que sí que había alguna teoría conspiradora, pero no la que yo me imaginaba. Sino la de mi querido hermanito, tramando con mi novia, para darme una sorpresa.

No me habría imaginado jamás a Ainhoa y a Jon hablando de mí a mis espaldas, pero la verdad es que me resulta bastante gracioso y muy tierno, ellos dos pensando en lo mejor para mí.

Con un poquito de insistencia, y una dosis de chantaje, Jon acabó contándome toda la conversación y cómo le había hablado del parador que tenía ganas de visitar. Por lo visto, habían tenido tiempo hasta de intercambiar números y le había escrito un mensaje confirmándole que había hecho una reserva. La pregunta era, ¿por qué entonces no me lo había dicho?

De repente, todo el trajín del almacén y su negativa a darme una respuesta sobre lo que tenía entre manos, tenía sentido. Y no era para nada el sentido que había pensado. Solo podía pensar en volver y comérmela a besos de lo mona que me parecía.

Volví a entrar en la cocina del restaurante con una sonrisa, pero esta vez con una sonrisa de oreja a oreja. El servicio de comida había terminado y todo volvía a estar mucho más tranquilo.

Me acerqué a ella sigilosamente y llamé su atención.

"¿Por qué no me lo habías dicho?" Le pregunté con una sonrisa coqueta.

Sonrió al ver mi gesto, pero aún así trató de disimular. "¿A qué te refieres?"

"A la sorpresa que me habías organizado..."

Se puso nerviosa y me dio mucha ternura. Estaba tratando de explicarse cuando las inoportunas de las Cucas se presentaron en la cocina con todo el morro del mundo. Verla lidiar con ellas, me resultó muy gracioso, pero la hicieron perder el hilo.

Como imaginaba, cuando vio que me rompía con el tema de mi abuelo, consideró que no era el mejor momento, que necesitaba estar con mi familia. Pero me prometió que iríamos juntas más adelante, cuando todo estuviera en orden, entre otras cosas porque no le habían devuelto el dinero pero podía elegir otra fecha. Y me alegré, porque en otro momento sé que hacer ese plan con ella me encantaría.

Las Cucas volvieron a la carga, intentando echarle morro a la cosa e involucrándome a mí, que estaba en ropa de calle fuera de servicio. Vi las ruedecitas de su cabeza intentar buscar una excusa para que me pudiera quedar... "Y que ella es mi novia."

Pasó su brazo alrededor de mi cuello, vergonzosa y evitando mi mirada, mientras que yo sin embargo no podía dejar de mirarla y sonreír.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora