Accidente laboral

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Clara me había acompañado al cuartel a formalizar la denuncia contra Sergi. Seguía asqueada por todo lo sucedido y dejé que eso me impulsase a hacer mi declaración. Aún así, como me habían prevenido, sabía que lo que estaba haciendo era importante, tenía transcendencia y repasé una y otra vez en mi mente lo ocurrido, pero como decía mi madre, no había equivocación posible.

La eché de menos en el cuartel, y a mi padre, y a Ainhoa. Pero ellas tenían todo el trabajo que hacer en el hotel y mi padre, era mejor que no estuviera presente, pues de todas formas estaba apartado del caso.

Y mi tía Clara estaba allí. No había crecido con ella, ya que ella vivía en Madrid, pero desde que volvió al pueblo había vuelto a ser la mejor amiga de mi madre y la sentía como tía. Estuvo pendiente de mí y hasta me acompañó a casa.

Allí me esperaba ya mi familia para hacer piña a mi alrededor en la cena y cuando me retiré a mi habitación, Ainhoa terminaba el servicio en el hotel e intercambiamos mensajes hasta que me quedé dormida.

Después de dejar a mis compañeros tirados, insistí en ir por la mañana al hotel con mi madre.

"¿Qué haces aquí tan temprano?" Preguntó Ainhoa en cuanto me vio entrar en la cocina. Se limpió las manos con el paño que llevaba atado a la cintura y se acercó para recibirme en sus brazos, dándome un dulce beso.

Aproveché que estábamos solas para saborear su cariño, antes de contestar. "Ayer os dejé plantados. Qué menos que hoy venga antes para adelantar cositas."

"No tenías por qué." Me reprochó. "¿Has dormido bien?"

Me encogí de hombros. "Sí, bueno. Dormiré mejor cuando sepa que ya no está en Vera y no nos la puede liar."

"Ya." Me pasó las manos por los brazos suavemente. "Tu madre se reunía con él ahora, ¿no?"

Asentí. "¿Le has visto?"

"No." Sacudió la cabeza. "Tengo mensajes y llamadas, pero le he ignorado. Es que no quiero ni hablar con él..."

Sonreí, triste. "Normal. Bueno, ¿con qué me pongo? ¿El sofrito?"

"Eh, sí, por favor." Se echó la mano al bolsillo y sacó el móvil. "Es el proveedor de carne, está fuera esperándome." Frunció el ceño. "Vente conmigo, no me gusta dejarte aquí sola."

Preparé la tabla, con un paño debajo para que no escurriera. "Ve tranquila. Paolo está en el vestuario, estará aquí enseguida."

"¿Segura?"

Me puse firme y ahogué una risa. "Sí, chef."

"Qué tonta eres..." La hice reír. Se acercó de nuevo a mí y me besó de nuevo.

Le di una pequeña palmada en el trasero, con otra risa. "Venga, tira, que te están esperando."

Salió sonriendo de la cocina y yo ya con eso había ganado. Me acerqué al almacén a coger cebollas y me lié a cortarlas para el sofrito del fondo del guiso que teníamos hoy en el menú. Se me hizo raro que Paolo no estuviera todavía allí, pero estaba segura que se habría entretenido con el móvil, igual estaba chateando con alguna chica en Tinder.

Las cebollas eran muy frescas, en nada me quemaban los ojos. Aparqué el cuchillo en un lugar fuera de peligro y me eché un poco de agua, para intentar aliviarme y fue cuando la voz de Sergi me sorprendió.

Estuve muy tentada a coger de nuevo el cuchillo para defenderme, pero no pensaba amedrentarme en mi cocina delante de ese cerdo. Seguía con su cantinela de que todo había sido un malentendido y que estaba todo en mi cabeza, pero yo solo veía que era un manipulador de manual.

La discusión escaló y se abalanzó sobre mí, agarrándome el culo. Le empujé con todas mis fuerzas, con tan mala suerte de que chocó contra la estantería sobre la que había dejado el cuchillo y éste salió disparado, cayendo sobre su mano y cortándole el dedo.

Ya le podría haber cortado otro miembro.

Paolo entraba por fin en ese momento en la cocina y pudo ver cómo la catastrófica desdicha se desarrollaba, pero se quedó bloqueado. Afortunadamente venía acompañado de otra compañera, que sería quien le había sacado de su conversación en el vestuario, y quién reaccionó ante la situación.

Sergi berreaba de dolor y no quería que me acercara, culpándome de lo ocurrido. Proporcioné trapos limpios para taponar la herida y llamé corriendo a una ambulancia, mientras Paolo desaparecía para llamar a mi madre.

Las sirenas empezaban a sonar en la plaza donde se ubicaba el hotel cuando Ainhoa apareció corriendo por la cocina. "¿Qué ha pasado?"

Me localizó y se abalanzó para abrazarme y asegurarse de que estaba bien mientras tomaba nota del resto de lo que estaba sucediendo.

"Ha sido un accidente." Afirmé en sus brazos. "Aunque ganas no me han faltado."

Mi madre se unió a la fiesta y Paolo se quedo en la puerta, manejando sus arcadas. "¿Te ha hecho algo?"

"Me ha magreado el culo y yo le he empujado contra la estantería. El cuchillo ha salido volando y... zas."

Me apretó fuerte contra su cuerpo. "Qué asco..."

Mi madre nos echó un vistazo, apartadas a un lado, y asentí para dejarle saber que estaba bien. Los técnicos de emergencia entraron rápidamente y le guiaron a la ambulancia para proceder a las curas. "¿Sabéis dónde está el dedo?"

Sacudimos la cabeza, mirando por los suelos, pero no lo vimos.

"Lo buscamos." Dijo Ainhoa. La arcada de Paolo sonó por la cocina y se fue corriendo al vestuario.

Todas las que quedábamos en la cocina nos miramos. "Yo... Voy afuera con la ambulancia, que seguro que viene la guardia civil también." Sugirió mi madre.

"Yo... Voy a ver si Paolo necesita algo." Dijo nuestra compañera, dejándonos solas.

Me acerqué al lugar y me puse a mirar por el suelo. Ainhoa me imitó y buscamos entre las ollas. "Creo que he visto algo..."

Tomó algo de papel y sacó de allí el trozo de dedo. Por inercia, lo recibí.

"Habrá que devolvérselo..." Dije muerta del asco. Pensé en su nariz en mi cuello, sus labios sobre los míos, sus manos en mi culo... Y sentí más asco del que me daba el trozo de carne, blando, que había pertenecido a ese acosador. "O no..."

Ainhoa cerró los ojos, muerta del asco. "Luz..."

"Lo podemos poner al fresco mientras lo pensamos. Pero después de meterme mano a mí y a todas esas mujeres, lo mínimo que se merecía es que se la cortaran, ¿no?"

No pudo más que asentir. "En eso tienes toda la razón..."

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora