Inseguridades

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He vuelto al gay panic.

Así dice mi hermano que se llama en internet y no encuentro mejor definición para lo que me está pasando que 'pánico'. Es como me imagino que será el pánico escénico, yo que no he sido actriz en mi vida, pero tengo pánico a una escena en concreto.

Y no será porque me falten ganas. Buff, es que solo pienso en ella y tengo muchas ganas. Muchas. Su piel es magnética para mí y muchas noches me he preguntado cómo se sentirá deslizar mis manos, mis labios por su cuerpo desnudo, si su piel se pondría de gallina como se pone la mía en cada roce, si dejaría escapar algún sonido cuando lo hiciera o intentaría reprimirlo...

Pero cuando mi razón alcanza la excitación de mi cuerpo, me doy cuenta que esto no es como todas las demás veces y, simple y llanamente, me cago toda.

Esta vez es con una mujer.

No tengo ni idea de qué hacer con una mujer. Bueno, sí que tengo una ligera idea, al fin y al cabo yo soy mujer y sé lo que me gusta, pero ya sabéis lo que quiero decir. En mi experiencia, los tíos son mucho más simples con estas cosas, pero con las tías, aún no lo sé.

Esta vez estoy realmente enamorada.

No solo es que no haya tenido relaciones nunca con un mujer y sea todo nuevo para mí, es que además tengo la presión de que es la primera persona con la que me acuesto que supone tanto para mí.

¿Qué pasa si la cago y el momento es una auténtica basura? ¿Y si es tan malo que no quiere volver a saber nada de mí? ¿Y si no siento lo que esperaba? ¿Y si no me gusta y a pesar de todo no me gustan las chicas? ¿Y si...? ¿Y si...? ¿Y si...?

Desde que José Antonio señaló que la cita romántica tenía pinta de acabar con las dos juntas en la cama, no puedo sacar las mil preguntas de mi cabeza.

Al fin y al cabo sería la tercera cita, ¿no dicen que el sexo llega en la tercera cita? Eso es una americanada, ¿no? Una tercera cita que, por cierto, he propuesto yo sin pensarlo demasiado. ¿Está ella esperando que acabemos en la cama?

Ayer fue ella la que me pedía que me quedase esa noche y cortocircuité por estas mismas dudas, aún sin siquiera saber si ella se refería a esto, ahora que soy yo quien ha hecho la propuesta romántica es muy probable que lo esté esperando.

Estaba tan distraída en mis pensamientos, que no me he dado cuenta de que Paolo se estaba riendo de mí.

No quería molestarle con mis rayadas con Ainhoa, cuando nuestra amistad y su permanencia en el restaurante parecían estar todavía estabilizándose, pero fue él quien insistió.

Al final sí que resultó un gran amigo, apoyándome y disipando mis miedos, recordándome que en una relación tenemos que confiar la una en la otra, llegar a conocernos también entre las sábanas y aprender juntas qué es lo que nos hace suspirar y que siempre sentiremos respeto, incluso un poco de miedo, ante la idea de alcanzar algo importante, que valoremos de corazón.

Quizás él no llegó a tanto detalle, porque igual estaba la herida un poco sensible, pero me hizo llegar a esa realización y me empujó hacia a luchar contra mis propios miedos por lo que quería.

También me hizo preguntarme, si como él aventuró, Ainhoa estaria teniendo las mismas inseguridades que habían rondado por mi cabeza en las últimas veinticuatro horas.

Me contó que se había sentido atraída por una persona anteriormente, pero que la cagó y se estropeó, y cuando Hugo lo dijo, confirmé mi intuición de que esa persona era una mujer. Por ello, no sabía si ella sentiría los nervios habituales de estar con una persona nueva, o estaría viviendo lo mismo que yo, preguntándome cómo sería estar con una mujer por primera vez. En cualquier caso, me daba igual.

Éramos ella y yo.

Confiaba en esta química que sentíamos y en lo que estábamos construyendo juntas.

Salí del hotel habiendo dado un giro de ciento ochenta grados, con paso firme, decidida a ponerme imponente y arrasar esta noche y con la certeza de que pasara lo que pasara encontraríamos nuestro camino, juntas, como habíamos conseguido hacer hasta ahora.

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora