Madrid

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Allá vamos otra vez rellenando grandes huecos...

Me tiré toda la noche dando vueltas en la cama, pensando en lo que tenía que aguantar Ainhoa del malnacido de su ex y en por qué no era capaz de tomar medidas para que dejara de hacerlo.

Ya me había dicho que consideraba que tomar medidas legales, iba a traer peores consecuencias, que era mejor dejarlo estar, pero esperar a que el tipo se cansara de buscarla cuando según los audios sonaba que no estaba bien de la cabeza no me parecía la mejor opción.

Me puse a buscar en internet y di con una noticia en una sección de sociedad sobre la boda de una tal Ainhoa Arminza con un señor de una familia pija que se llamaba Hugo Castellanos. Casualmente, su familia era dueña de varios restaurantes en el centro de la capital, donde ella había trabajado durante algún tiempo y se había forjado su experiencia, eso sí me lo sabía de cuando me obsesioné con ella cuando la pusieron en el puesto de jefa que yo quería. Tenía que ser ése.

Tomé una decisión, impulsiva y posiblemente estúpida, y cogí el coche de mis padres para hacer una visita rápida a Madrid.

Sinceramente, no esperaba encontrarle. Mi idea era echar un vistazo al nuevo gastrobar que la familia había abierto, hacerme una idea del tipo de persona que era y si verdaderamente estaba desequilibrado, pero todo se salió de madre.

Cuando llegué, aún era pronto, así que aproveché para dar una vuelta por un par de librerías especializadas que me encantaban y que aprovechaba para visitar siempre que iba a Madrid. Con el motivo de mi viaje en mente, Ainhoa, localicé un libro de recetas sobre las que habíamos hablado durante el servicio y lo compré.

Lo dejé en el coche para no ir cargada y me acerqué al gastrobar. Por fuera pintaba como un bar de toda la vida, rollo vintage, pero por dentro habían hecho una seria reforma. Me pedí una bebida y una tapa de la carta, para comprobar si la reputación era para tanto y apareció un tío con traje hablando con el que parecía el encargado.

A pesar del traje que tenía pinta de bastante caro, lucía una barba desaliñada y los ojos algo desenfocados. No sé si la impresión era del todo real o era lo que sabía de él lo que hacía que lo interpretase así. Se sentó en la barra, no muy lejos de donde me encontraba y le pusieron una caña.

Me trajeron mi tapa y la degusté tranquilamente, sin perderle de vista por el rabillo del ojo.

"Bueno, ¿qué? ¿Cuál es el veredicto?" Me sorprendió su voz desde el otro lado, tanto que casi me caigo del bote que pegué sobre el taburete.

Me repuse como pude antes de responder. Él no iba a tener ni idea de qué estaba haciendo allí y supuse que intentaba ser una suerte de relaciones públicas del sitio, siendo amable y dando conversación a los invitados. "Está muy bueno. Pero a lo mejor lo hubiera acompañado de una mermelada de tomate, para potenciar el contraste con un toque dulce, no sé."

"¿Eres crítica de cocina?" Preguntó, sorprendido, con una risa condescendiente. No encajaba bien ni un estúpido comentario.

Reprimí el asco y la grima que me daba su prepotencia. "Soy cocinera. Y me has preguntado mi opinión, así que ahí la llevas."

"Bueno, tranquila..." Tomé un sorbo de mi refresco, intentando enfriarme. "Esa tapa la ideó mi mujer, que hasta hace poco era la jefa de cocina de uno de los restaurantes de la familia."

Hasta que consiguió salir de ese matrimonio y del sometimiento que mantenías sobre ella, pensé.

"Me encantaría comentar con ella el plato, quizás no encaje tan bien en el concepto de un gastrobar como en el de un restaurante tradicional, dentro de un menú. Parece una decisión extraña, conociendo la experiencia de Ainhoa Arminza." No sabía dónde me estaba metiendo, pero tenía que mencionarla.

Apuró su cerveza de un trago y se acercó, su mirada parecía más fría y dura, no correspondía con la sonrisa de relaciones públicas que exhibía antes. "¿Conoces a Ainhoa?"

"Claro. Su trayectoria es conocida en el mundillo, estuvo en el Basque Culinary Center y ha destacado en las cocinas."

Él rió, enseñando los dientes que se me antojaron feroces. Parecía molestarle que ella tuviera cualquier tipo de notoriedad ajena a su influencia. "La familia Castellanos le dio el renombre que buscaba... Hasta que se desvió y acabó intoxicando a todo un restaurante. Casi termina con nuestra reputación."

¿"Desvió"? ¿Este hombre era real? ¿De qué siglo había salido?

"¿Te refieres a tu reputación o a la de la cadena de restaurantes de tu familia?" Me puse en pie, aunque eso no me otorgara mucha altura, porque simplemente yo no la tenía, intentando hacerme más grande de lo que me sentía. "En cualquier caso, quizás deberías concederle el divorcio y desvincularte de ella para siempre."

Sus ojos se terminaron de encender. "Tú qué sabes de mi relación con ella. ¿Eres una de sus amiguitas?"

"Lo suficiente. Ella no quiere estar contigo, no quieres liberarla de ese matrimonio que tenéis y no dejas de acosarla." Gruñí.

"Disculpe, Don Hugo." Intervino uno de los camareros, sujetando un teléfono contra su pecho. "Me dicen que hay un problema en el otro restaurante. Uno de sus amigos quiere cerrar uno de los salones para un evento de última hora sin avisar."

No apartó la mirada de mí y cada vez este tío me daba más mal rollo. Miré de reojo mi consumición sobre la barra, cerciorándome que aún estaba ahí y si las cosas se ponían mal, quizás podía partirle el plato en la cabeza.

"Dame un momento, Esteban."

"Sí, señor." Replicó, alejándose, pero sin perdernos de vista.

Hugo se dio cuenta y se acercó un poco más a mi, recortando la distancia para que no le escucharan. Apretaba los puños a ambos lados de su cuerpo y sus palabras destilaban odio.

"Dile a esa zorra desviada que no sé dónde se ha metido, pero tarde o temprano volverá conmigo. Y tú, ten cuidado. Ya me encargué de la trepa a la que le ponía ojitos, solo será capaz de encontrar trabajo en algún McDonald's de la ciudad."

A pesar de todo el miedo que ese energúmeno me daba, veía rojo y no me iba a echar atrás. "Ella no quiere saber nada de ti, asúmelo de una vez por todas y déjala en paz. De lo contrario, te enfrentarás a las consecuencias. No está sola y no vas a poder achantarnos a todos."

"Señor, han echado a los comensales de las reservas que teníamos para hoy." Si sus amigos eran tan prepotentes e impresentables como él, no me extrañaba su comportamiento.

Le dedicó una mirada con desdén antes de responder. "Voy para allá." Se giró hacia mí y me dedicó una última sonrisa cínica antes de salir del restaurante. Me quedé con las ganas de reventarle los dientes con el plato, la verdad.

"Disculpe. La cuenta, por favor." Le pedí al camarero, aún agitada.

Él me sonrió amablemente. "Invita la casa."

"No creo que a él le haga ninguna gracia." Musité.

El camarero resopló. "Que le jodan. Dele un fuerte abrazo a Ainhoa de mi parte."

"Gracias, Esteban, se lo daré." Le sonreí. "Me voy, no quiero tener más sustos. Gracias de nuevo."

Ya nada volverá a ser como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora