Aquí es donde ya empiezo a tirarme a la piscina y rellenar huecos...
Fue una putada, pero entendí que al recibir la llamada de su marido, cualquier momento que pudiéramos tener ahí se había ido al garete.
Ella estaba nerviosa y alterada, así que lo único que hice fue terminar con ella el inventario y la limpieza de la cocina y acompañarla a su habitación, donde estaba deseando atrincherarse, para que intentara descansar.
Al día siguiente, en casa también teníamos drama. Mis padres no estaban pasando por un buen momento y encima Jon tiene la capacidad emocional de un botijo. Cuando se lo he recriminado, me ha empezado a hacer preguntitas sobre Ainhoa. Si es que no sé para qué le cuento nada... Preguntitas a las que no le puedo responder, porque ayer no terminamos de aclarar nada.
Tampoco pude volver a intentarlo cuando llegué al hotel, porque Ainhoa ya estaba manos a la obra. Quise hablar con ella en privado, pero el servicio estaba a punto de empezar y ella tenía la coraza puesta. Creo que ya la voy conociendo bastante bien y sé que seguía nerviosa, alerta, pero intentando hacer ver que no pasaba nada.
No me quedó más remedio que asumirlo, no quería ocasionarle más estrés durante el servicio. Al menos hizo ademán de acariciarme las mejillas, antes de que pudiera contenerse, así que sé que esta distancia le cuesta tanto como a mí.
Durante el servicio estuvo irascible, dando órdenes y pocas instrucciones sobre la preparación del pil pil, y sentí la mirada de reojo de Paolo, como si yo tuviera algo de culpa o pudiera hacer algo al respecto.
Intenté normalizar la situación, siendo total y absolutamente profesional, y placar las formas de Ainhoa.
"Chef, ¿el tamaño de esta brunoise está bien o más pequeño?" Comenté a la que pasaba.
Ella miró por encima del hombro, casi sin detenerse. "Hazlo más pequeño, Luz. Fíjate en el corte de Cata, ése está perfecto."
"Gracias, chef." Musitó la aludida, sorprendiendo a Ainhoa. Encontré su mirada y alcé las cejas, a lo que ella simplemente asintió con un pequeño suspiro.
"Deja eso ya, Cata, y ve a ayudar a Alfonso. Creo que el plato de gambas rojas de hoy va a tener mucho éxito y vamos a necesitar más manos expertas. Ahora me paso a enseñarte un par de trucos. Aquí, a Luz, le vendrá bien la práctica y tú ya lo has avanzado bastante."
"Sí, chef." La cocinera recogió sus cosas con una sonrisa satisfecha y se cambió de estación.
Cuando nos encontramos más o menos solas en esa zona de la cocina, Ainhoa empezó a simular supervisar el trabajo de Luz. "Perdón." Susurró.
"No pasa nada. Yo sí sé que estás así por otra cosa." Respondí al mismo volumen. "Al menos ya puedo volver a hacer la brunoise en condiciones." Intenté bromear.
Conseguí sacarle una sonrisa a la pelirroja, aunque fuera con una tontería, mientras continuaba mirando la tabla y cortando. "Gracias por ayudarme a darme cuenta de que estaba siendo una estúpida con el equipo. Tengo la cabeza en otro sitio, sí."
"Me encantaría que me lo contaras, en lugar de cerrarte en banda." Susurré de nuevo, lanzando una moneda al aire y rezando porque no se ofendiera.
Ainhoa volvió a suspirar. Miró a su alrededor y señaló el cuenco donde descargaba las últimas verduras cortadas pequeñísimas. "No quiero que pienses que no confío en ti. Pero nunca he tenido con quién compartir esto y me cuesta."
"No estás sola." Afirmé, aguantándome las ganas de darme la vuelta y decírselo mirandola a los ojos, por si de esa forma conseguía que le entrara en el coco. "Pero tampoco quiero ser pesada. Solo quiero que sepas que estoy aquí, ¿vale?"
Ainhoa puso su mano sobre mi muñeca, tirando hacia arriba del cuchillo con el que estaba cortando. Ahora sí que no me pude controlar y la miré a los ojos, que estaban un poco más húmedos de lo que el calor de la cocina podía inspirar.
Mantuve su mirada, que me transmitía tantas cosas, hasta que sacudió levemente la cabeza y pronunció en voz alta. "Yo creo que ya hay suficiente cortado. Ponte a preparar el pollo."
"Sí, chef." Respondí también en voz alta.
Su pulgar dejó una caricia en mi muñeca antes de abandonarla. "¿Nos vemos luego en el Chelsea? ¿Por favor?" Susurró de nuevo la pregunta como una súplica, como si fuera capaz de decirle que no.
"Paso antes por casa y te veo allí." Respondí con una pequeña sonrisa antes de cambiar de estación y que ella se acercara al pase.
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Ya nada volverá a ser como antes
FanfictionAlgo ha cambiado en Luz desde la llegada de Ainhoa al Hotel La Sierra. Una realización que le ha pillado de sorpresa y para la que solo tiene una certeza: ya nada volverá a ser como antes. Un recuento desde la perspectivas personales de las chicas d...