𝘘𝘶𝘪𝘦𝘵

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.:+* ゜゚ *ᴏᴍɴɪꜱᴄɪᴇɴᴛᴇ * ゜゚ *+:.


Una de las cosas que el más disfrutaba hacer era ver todos los recuerdos que tenía con ella a través de esas fotos que atesoraba en esa pequeña caja marrón. Adoraba ver su sonrisa en cada una de esas fotos, como se hoyuelo aparecía en su mejilla y a veces enchinaba sus ojos y arrugaba la nariz. En su cabeza escuchaba su risa mientras miraba las fotos y recordaba la razón por la que ella sonreía en ellas, la mayoría de las veces era porque el la hacía reír.

Pero ahora, por primera vez en su vida, no disfrutaba para nada ver su sonrisa en una foto. No lo disfrutaba para nada ya que aquella foto que yacía a un lado de un ataúd le recordaba que no sería capaz de ver esa sonrisa en vivo y a color de nuevo, tan solo en esas fotos que ahora más que nunca atesoraba.

Estaba el solo en aquella capilla, las pocas personas que alguna vez apreciaron a la chica de ojos grisáceos se habían ido, el se negó a hacerlo. Tomó asiento lentamente y con algo de trabajo frente al ataúd, sentía como si su cuerpo había envejecido unos cincuenta años.

Sus cansados y tristes ojos azules miraron aquella foto a un lado del ataúd donde aparecía muy sonriente. Esa bella sonrisa plasmada en una foto era la única cosa que iluminaba la habitación entera.

Todo estaba absolutamente gris desde que la encontró sin vida en su baño. El cielo nublado, los ánimos, la cama que ellos solían compartir, ese silencio en la casa donde ambos vivían. Tan gris como sus ojos.

Lo que más odiaba de esta terrible tragedia, era el hecho de que el tiempo se había detenido para el. Todo el mundo a su alrededor siguió con sus vidas, con el recuerdo de esa bella chica que falleció trágicamente, hasta ahí. Mientras el se moría del dolor y la culpa, porque el sabía que pudo haber evitado este terrible suceso. La vida sigue, para todos menos para el.

Ahora tenía que vivir por el resto de su vida aceptando el hecho de que jamás pudo decirle realmente lo mucho que la amaba.


Sebastián se despertó de golpe con un silencioso jadeó y los ojos bien abiertos. Rápidamente se reincorporó en la cama y cerró sus ojos un momento para intentar calmarse, sentía como si en cualquier momento pudiera sufrir un paro cardíaco. Su corazón latía con rapidez y esa ola de miedo y angustia poco a poco desaparecía de su cuerpo cuando este lo obligó a despertarse para evitar sufrir más.

Silencios jadeos se escapaban de sus labios, intentaba controlar su respiración. Esa terrible pesadilla realmente lo asustó, incluso sudaba frío.

Abrió los ojos y rápidamente miró a su lado, se tranquilizó al ver las espaldas de la chica quien dormía plácidamente. Aún intentando calmarse, se fue recostando de nuevo poco a poco y con cuidado para evitar despertarla. Se removió para recostarse detrás suyo y atraerla a él con el firme agarre de su brazo, se tranquilizó con más facilidad cuando percibió el dulce aroma de sus cabellos.

Suspiró con tranquilidad y recostó su cabeza en la almohada.

—¿Estás bien?— escuchó la suave y somnolienta voz de la chica.

Sebastián abrió los ojos lentamente.

—¿Te desperté?— susurró, se removió para acercarse aún más y recargar su barbilla en su hombro, sin dejar de abrazarla. —Tuve una pesadilla, una muy fea pesadilla.— susurró, dejando un suave beso en su mejilla.

𝘿𝙚𝙖𝙙 𝙄𝙣𝙨𝙞𝙙𝙚 ᯽ ꜱᴇʙᴀꜱᴛɪᴀɴ ꜱᴛᴀɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora