Señorita Callada

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¿Alguien alguna vez ha visto los ojos de una persona que acaba de ser dañada profundamente?

Sus ojos rotos, llenos de lágrimas, parecido al tan hermoso, claro y puro cristal, que es más, es como ella. Tan frágil y hermoso.

- Hayden...

- Yo... - Llevó su mano a su pecho, que ascendía y descendia rápidamente.

- Espera...

- Debo irme Señor... - Se detuvo a raya, ¿En serio iba a llamarme así ahora?

Miró al suelo, como si este fuera a hundirse bajo sus pies y se fue, corriendo, tal vez había vuelto a perderla...

Lastimosamente lo creí realmente, ya han pasado tres días y no sé nada de ella, en el hotel, nadie la conoce, resulta que la Señorita, utiliza un nombre falso, que nadie quiere decirme, porque es política del hotel no dar información de sus clientes.

Lo que me parece muy razonable, pero, maldita sea, no en este momento.

- Bien, mire, aquí está el ensayo que me dejó de tarea. - Sacó de su mochila una carpeta de color azul.

- Está bien. - Dije sin ganas.

- Profesor, ya no debería de ponerse así, si hay alguien que lo hace sufrir de la manera en que lo hace, pues simplemente, y créame, no vale la pena... - Aconsejó.

- El día en que te enamores entenderás...

- Yo ya estoy enamorada profesor, y él a mi no me hace daño, es más, me hace mucho bien, me ayuda a mejorar.

- Me alegro por ti.

- Profesor, debe olvidarse de Hayden.

De pronto, en su boca, el nombre de ella sonaba profano.

- Si fuera así de fácil.

Había vuelto al punto de partida, no la tenía, y mucho menos era mía, simplemente volvía a extrañarla, volvía a doler tener la necesidad de ella, casi como todo ser vivo por el aire.

- ¿Y si...?

- ¿Qué?

- Déjeme ayudarlo a olvidarla Profesor. - Sonrió.

- Sam. - La miré, ¿Qué estaba diciendo?

De pronto me empujó contra mi librero y se lanzó sobre mis labios.

Un beso casto, casto pero malintensionado.

- Puede imaginar que soy ella... Sólo hasta que se acostumbre a mi...

Imaginar que era ella... Realmente no era una mala idea.

Volvió a besarme y esta vez me dejé, sabían diferentes sus labios, se sentía diferente nuestro beso.

Hayden... Es a ella a quién amas... A la que estás besando...

- Andy... - Susurró, su maldita voz, no es esa, no es la de ella.

Mordí su labio y ella se quejó, la tomé por su cuello.

- Mierda... - Farfullé. - Deja de fingir ser quién no eres... - Le dije.

- Profesor... - Mas rabia me dio y la mordí aún más fuerte.

Escuché algo a nuestras espaldas, y de algo me di cuenta, Hayden no es rubia.

Esta no es Hayden.

De algo estoy seguro, nunca le digas a un lector que imagine algo, porque podría hacerlo con todo detalle y gama de colores.

Señorita Inocencia: La Ironía de Nombrar. [Andy Biersack y tu] Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora