Señorita Parsimoniosa

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Toqué la puerta con fuerza.

- ¿Will?, ¿William estás bien?. - Pregunté, insistente.

- Si. - Se escuchó desde dentro.

- Abre la puerta, necesito hablar contigo.

- Dame un segundo.

Esperé un rato y entonces me abrió, entré.

- ¿Qué hacías? - Tal vez estoy exagerando.

- Pensaba, necesitaba estar solo. - Tenía puesta una sudadera gris, y sus mangas le cubrían parte de las manos.

Tal vez lo hubiera pasado desapercibido, si una gota de sangre, no estuviera rodando por entre sus dedos en este momento.

- Will, quiero ver tu brazo. - Dije, limpiando una lágrima que acababa de salir apenas.

- ¿Para qué?. - Levantó una ceja.

- William, quiero ver tu brazo, no te lo estoy preguntando.

- No. - Respondió.

- ¡Will!. - Le grité y él cerró los ojos.

Lo tomé de la mano, con vehemencia y descubrí su muñeca, es... Simplemente horrible, incluso la manga está manchada, tiene tantos y tan profundos cortes.

- ¿Cómo es que tú...?.

- Hayden, no... - Volvió a taparse. - No me mires, es vergonzoso.

- ¿Cómo pudiste?. - Me tapé la boca con la mano derecha.

La imagen de Ryan, con agua carmesí hasta el cuello, con la enorme cicatriz que cubría su piel vino directo a mi cabeza, me cubrí los ojos y me limpié las lágrimas sin una pizca de delicadeza.

- ¿Con qué lo hiciste?.

- Hayden, basta.

- William, ¿Con qué lo hiciste?.

- Hayden. - Comenzó a llorar, me acerqué a su escritorio y comencé a buscar, nada.

Su cama, su armario, no hay rastros de nada... El baño, cuando me dirigí a este, Will realmente se preocupó e  intentó impedir que pasará, allí, sobre el lavabo yacía la navaja, tan pequeña pero tan letal, brillando por el reflejo de la luz de la bombilla.

La tomé, él acababa de lavarla porque está húmeda, entonces, me sostuvo por mi mano y me pidió que se la devolviera.

- Hayden, juro que la tiraré, pero, devuélvemela, por favor. - Rogó.

- La tiraré yo si tanto te preocupa. - Su agarre se volvió más fuerte. - William, suéltame.

- Hayden, no puedo, la necesito. - Me la quitó de la mano.

- William, dame esa cosa. - Lo seguí e hice que se volviera, y en ese momento, al haberse volteado tan rápido, llegó a mi brazo el buso se rasgó y la mancha rojiza comenzó a expandirse.

Solté un alarido de dolor y William me miró completamente preocupado.

- Mierda, Hayden. Lo siento mucho yo...

- Déjalo. - Dije, mordiéndome el labio para no empezar a llorar.

Esto duele muchísimo, no tengo idea de cómo William puede hacerlo a voluntad.

- Creo que debo llevarte al hospital. - Buscó un pañuelo en su cajón y cubrió con eso la sangrante herida en mi brazo. - Juro que no fue de adrede.

- Will, déjalo, no te preocupes.

El en el hospital, el doctor suturó la herida, dándome siete puntos, dándole como recomendación a William - a pesar de que le explicamos. - que no me deje sola, porque tal vez podría volver a intentarlo.

Subimos al auto de nuevo y él me miró.

- Lo siento mucho, Hayden, yo no quería...

- No quiero que lo vuelvas a hacer.

- Me sentía mal.

- ¿Y?, Will, no quiero sonar insensible, pero ¿Tienes idea de cómo se sienten tus hermanos?, ¿Qué diría Ryan si te viera haciendo esto?

Sorbió por la nariz y sus lágrimas comenzaron a fluir.

- Lo necesitaba... - Agachó la mirada y estiró la manga de su sudadera para cubrirse, estaba avergonzado.

- Will, hay otros caminos, escucha. - Lo sostuve por las mejillas. - Ryan tenía la opción, pudo hablar conmigo y pudimos buscar una solución...

Su rostro se deformó en una mueca dolorosa.

- Y, tal vez es mi culpa porque no me di cuenta a tiempo de cómo se sentía, de lo que estaba viviendo y... No quiero que pase lo mismo contigo, Ryan...

Me abrazó, con fuerza, y ambos nos sumergimos en un llanto inconsolable, tratábamos de calmar al otro.

- Entiéndeme, solamente no quiero que nada malo te pase. - Dije sobre su oído. - No quiero perderte a ti también Will, no quiero. - Se separó de mi y me miró.

- No lo volveré a hacer. - Dijo, con los ojos hinchados y bastante claros, por todas las lágrimas que en ellos se acumulaban. - Lo prometo.

Sostuvo el volante entre sus manos y miró hacia arriba.

- Vamos a una florería.

- ¿A una florería?. - Asentí.

Tal vez no creí que iría a verlo después de eso, pero, lo necesitaba, a pesar de que dije que no vendría a perturbar su descanso con mi llanto desmesurado.

Sin embargo, después de todo lo que pasó hoy, necesitaba venir y hablar con él.

- Hola Ryan. - Dije, sentándome en frente de él.

Will se quedó en el auto, dijo que... Creo que realmente no está listo para poder venir y hacer esto.

- Te traje flores. - Coloqué las rosas de color blanco. - Son tan puras y bonitas como lo eras tú. 

El viento comenzó a soplar.

- Te extraño mucho, como no tienes idea. - La primera lágrima, solté una leve risa. - Bueno, tarde más de lo que esperaba en empezar a llorar, así que supongo que es un avance. Esto es muy difícil sin ti... - Miré su nombre en la lápida. - No... No quiero darme por vencida, pero, estoy a punto, no quiero... Ryan.

Suspiré.

- Dominik te extraña mucho. - Dejé el pequeño libro sobre su tumba. - Es un cuento que le encanta leer. - Sonreí. - Sé que a ti también te gustará, tiene lo que te gusta, un final feliz... Siento no haber podido darte uno. - Agaché la mirada. - Es la verdad, y no puedes darme la contra.

Reí sola, y el viento levantó unas cuantas hojas de alrededor, incluso en ese lugar, podía darme cuenta de que estaba total, y completamente sola.

O, al menos así es cómo me siento desde que te perdí, desde que los perdí.

- ¿Sabes?. - Limpié dos de las lágrimas que acababan de brotar mis ojos, bohemias. - Dominik está creciendo mucho y muy rápido, tiene un corazón precioso, es muy listo... - Me retiré un mechón de cabello del rostro, que había estado ondeando en el viento. - Tiene el cabello algo largo, y no quiero llevarlo a hacerse un corte porque... Con el cabello así de largo me recuerda a ti, mi hijo se parece mucho a ti, estoy orgullosa de eso.

Hice una mueca y llevé ambas manos a mi rostro.

- Se parece a Andy. - La manó que acababa de sentir, dejó mi hombro tan rápido como lo tocó, me volteé enseguida, asustada para darme cuenta que el lugar está completamente vacío, estoy yo sola, en metros y metros a la redonda, no hay nadie más que yo.

Miré su lápida y mi boca se abrió sin querer.

Ahora, y no quiero parecer una loca, pero juro, que puedo escuchar su risa, lenta, suave y dulce, y es lo más hermoso que he escuchado en mucho tiempo.

Señorita Inocencia: La Ironía de Nombrar. [Andy Biersack y tu] Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora