Señorita Entre Sombras

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- ¿Mami?. - Me llamó Dominik, mientras que yo terminaba de lavar los platos.

- ¿Si, mi cielo?. - Le miré, de modo fugaz.

- ¿Qué tienes ahí?. - Señaló mi brazo. - ¿Te hiciste daño?. - Preguntó, preocupado, inflando levemente sus mejillas.

Sonreí.

- No, no es nada mi amor, tengo un sarpullido, y necesita estar cubierto junto con la medicina para que se cure.

- Ah. - Dijo, ahora, contento y sin una pizca de preocupación en su rostro. - Bueno. - Bajó de la mesa y se dirigió a la pizarra para colocar en ella uno más de sus dibujos, subió escalón por escalón la pequeña escalera que había instalado para que él pudiera poner sus dibujos en la pizarra.

Es talentoso, claro que si, y debo empezar a buscarle un maestro pronto.

Era un dibujo, bueno, no, apenas un boceto de un par de manos que pareciera que están a punto de tocarse.

- ¿Estás practicando?. - Me acerqué para ver.

- No, ese está terminado. - Dijo, subiendo nuevamente, para estar a mi lado, ladeo la cabeza y yo lo imité, sonrió. - ¿Parece incompleto?.

- Tal vez es que no lo entiendo. - Lo abracé. - A ver, explícame.

- Son papá y tú. - Miró sus manos y las colocó justo como en el dibujo. - Así.

El toque de las manos, me llevaba a pensar claramente en el toque de las manos del fresco de Miguel Ángel en el techo de la Capilla Sixtina, la Creación de Adán.

- Te gusta dibujarnos, ¿Verdad?.

- Si. - Asintió, enérgico y yo lo miré.

- ¿Por qué?.

- No lo sé. - Miró el lápiz sobre la mesa. - Sólo hago garabatos y luego, aparecen ustedes.

- ¿Somos un garabato?.

- Tal vez son difíciles de entender.

Su afán había sido él de imitarme, sin embargo, de su boca había sido una enorme y dolorosa verdad. Lo tomé en mis brazos y comencé a hacerle cosquillas mientras corría por la casa con él en brazos.

Su risa llenaba el lugar, lugar que hace tiempo que parecía tan lúgubre y triste.

El juicio va de maravilla, pero, este idiota se las ingenia para decir mentiras e inventar cosas sobre nosotros, pero, nosotros tenemos pruebas y vamos bastante adelantados.

Estaba releyendo la copia del diario en mi habitación, tratando de ver algún detalle, algo que haya pasado desapercibido.

- Ve a dormir. - Oí en mi cabeza y me volteé para mirar, nadie, no había nadie.

- ¿Qué?. - La puerta se abrió y William entró, con dos tazas de chocolate caliente y pan recién salido del horno, aunque bueno, es Will. Recién salido de la panadería en una bolsa.

- Hola. - Huele delicioso, noté entonces que en la bandeja también habían varios cortes de jamón y de distintos quesos, además de dos platos con huevos revueltos que huelen delicioso.

- Hola, ¿Qué es todo eso?. - Me puse de pie y lo ayudé a poner la bandeja sobre el escritorio.

- Noté que no comiste nada en la cena.

- Tú tampoco.

- Por eso decidí preparar esto. - Sonrió. - Quiero... Quiero disculparme por lo de esta mañana.

- Will, no hay cuidado, olvídalo, ya pasó. - Tomó mi mano y la besó, para luego tocar con suavidad el vendaje de mi brazo. - ¿Te duele?.

- Si, pero, el dolor te recuerda que estás vivo.

Señorita Inocencia: La Ironía de Nombrar. [Andy Biersack y tu] Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora