Señorita Persuadida

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Nos vestimos, Andy había cambiado de cara y de humor, todo por ese pequeño inconveniente.

- ¿Te sientes bien?

- Siempre estoy bien Hayden.

- Andy.

- Hayden, no. Hablo muy en serio, hice esta fiesta para que tu mejores tu estado de ánimo, porque sé que necesitabas a tu gente cerca.

Y él, el muchachito que a penas hace un par de días, me había dejado sin decir nada.

Agaché la mirada.

- No es momento para que te preocupes por mi. - Sonrió.

- Eso no tiene... - Mi teléfono comenzó a sonar sobre la mesa de noche y Andy lo miró, lo tomó y me lo extendió, con un pequeño brillo en sus ojos.

Lo tomé temerosa y él se metió al baño, cerrando la puerta tras él.

- ¿Hola? - Respondí con la voz temblorosa.

No hubo respuesta, lo oía respirar, sé perfectamente que está ahí, escuchándome.

- Ryan, di algo... - Un sollozo.

- Ah... - Un quejido casi inaudible.

- Te extraño. - Dije en casi un jadeo. - Ni siquiera pude despedirme de ti, o decirte cuanto te amo... - Sollocé, hasta ese momento, no me había fijado en que realmente, estaba hecha pedazos, estaba llorando.

Colgó.

Me limpié el rostro enseguida, Andy no tiene que verme así, después de todo, el hizo esto para que yo esté mejor.

Caminé hasta quedar frente al espejo, me senté en el taburete, y comencé a maquillarme, nada demasiado complicado, solo algo de corrector y polvo, y delineador, nada más.

Salí de la habitación y bajé por las escaleras, solté una risita pequeña al momento en que vi que todos se habían quedado dormidos donde pudieron, en los sillones, en el suelo, sobre la mesa de centro. Cuando aprenderás Parker.

Miré por todos lados y lo que me inquietó fue, no ver a Kyle entre todos estos cuerpos durmientes, él estaba afuera, de pie observando el amanecer, que de hecho se veía magnífico.

Me cerré la chaqueta y metí mis manos en mis bolsillos, caminé hasta llegar a su lado.

- Hola. - Dijo él, en su mano tenía una taza con café.

Estás en casa, por supuesto pasa, sírvete, no tienes que preguntar.

- Hola. - Respondí.

Aunque si él hubiera preguntado, le hubiera dicho que si.

- ¿Larga noche? - Dijo con ironía.

Supongo que da igual.

- Algo. - Apretó los dedos alrededor de la taza. 

- Si, genial.

Silencio.

Me acomodé la bufanda y volví a mi posición inicial.

Silencio incómodo.

Él carraspeó la garganta.

Me dediqué a mirar las nubes, a verlas cambiar del naranja rojizo, al blanco cerúleo...

- Sé que follaron como conejos anoche.

Y entonces comencé a toser, me había tomado por sorpresa.

- ¿Qué dijiste? - Rió.

- Andy debe ser muy bueno en la cama, como para que... Después de todo lo que te ha hecho, tu vuelvas a él.

Señorita Inocencia: La Ironía de Nombrar. [Andy Biersack y tu] Segunda TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora