Febrero 21 | Alexandra

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𝑫𝒐𝒎𝒊𝒏𝒈𝒐

–Mamá dice que el desayuno está listo –dice en voz alta Mara entrando en la habitación de Alexandra. Pero ésta no se inmuta, parece ser que no le ha escuchado.

–Oye Alex, ya despierta –vuelve a decir, se acerca a ella y empieza a sacudirla hasta que la castaña abre los ojos, la cara que pone es de pocos amigos.

– ¿Hasta cuándo harás eso Mara? –cuestiona con voz cansina–. Sólo quedan dos semanas de vacaciones, ¡déjame dormir!

–No tienes que ser grosera. Ah, y ya es una costumbre hacerlo –guiña y se gira para caminar a la puerta–. Vamos, no hagas esperar a mamá.

Alexandra se queda unos minutos más sobre las sábanas hasta que decide levantarse. Va al cuarto de baño, cepilla sus dientes, se lava la cara y sale renovada y menos molesta de lo que encontraba.

Abre el cajón del armario donde tiene la ropa. Elige el conjunto del día y lo pone sobre su cama ya hecha. La ya conocida rutina que lleva.

Se sienta unos segundos antes de vestirse, toma su móvil y ve que tiene algunos mensajes, que como en la madrugada, responderá después.

Después de unos minutos, sale ya arreglada de la habitación y camina escaleras abajo. Al llegar abajo se asoma a la ventana, ahí afuera se encuentra el coche patrulla. Gira y camina hasta la cocina, ya en el comedor se encuentra su familia.

–Buenos días a todos –saluda.

–Buenos días cariño –dice su padre, que se levanta y le da un beso en la frente–. Gracias por acompañar a tu madre –susurra.

–De nada. Oye, ¿qué pasó con tu jefe? –pregunta Alexandra aprovechando la oportunidad.

–Nos perdonan, su madre y yo tenemos que hablar –anuncia Felipe ignorando su pregunta y sube las escaleras acompañado de su esposa.

Alexandra los sigue con la mirada, puede sentir que algo no anda bien.

– ¿Qué crees que pasa ahora? –la voz de Mara le hace volver a la realidad.

–Yo que sé –suelta y encoge los hombros–. No preguntes más y come.

–No lo niegues Alexandra, también quieres saber.

Maldice por lo bajo el que Mara la conozca tan bien.

<<Línea de división>>

Llevada por la curiosidad y por las palabras de su hermana, la castaña decide subir y si cuenta con algo de suerte, escuchar de qué hablan sus padres encerrados en la habitación al final del pasillo. Con sigilo se acerca a la puerta y pone la oreja sobre la madera.

–Entiendo perfectamente, pero... no, no puedo –escucha decir a Carla. Puede notarla alterada desde el otro lado de la habitación.

–Por favor Carla –esta vez es Felipe quién habla–. No puedo dejarlo solo.

– ¿Y qué hay de mis hijas? No meteré a un extraño en casa.

–Carla, ¡sólo es un niño! Piensa, si fuera alguna de las niñas, ¿quisieras que las ayudaran, no es así?

–Yo... no sé.

–No puedo darte tiempo para pensarlo, si lo hago, el pasaría días en el hospital.

–Solo estoy preocupada.

–Te entiendo cariño, pero tengo que protegerlo, se lo prometí.

–Y un García jamás rompe sus promesas –susurra la voz de su madre.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora