Abril 29 | Alexandra

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𝑽𝒊𝒆𝒓𝒏𝒆𝒔, 11:49pm

Ahora no es como aquella vez, ahora no están a solas aunque todo a su alrededor pareciera desaparecer cuando se concentra en la penetrante mirada del chico. Pero, esta vez no siente  culpa por encontrarse en medio de la sala, bailando con alguien más, bailando con Alex en específico.

A pesar de haber mucha gente junto a ellos, se abren espacio para mover sus cuerpos al rápido ritmo de la música. El pelinegro, le observa inseguro intentando seguir sus pasos. 

–No te rías de mí –le pide este acercándose hasta su oreja, para que pudiera escucharle bien.

– ¿Por qué lo haría? –pregunta confundida levantando la voz, por lo alto de la música.

–Me siento torpe y es seguro que me veo así –comenta algo avergonzado.

Alexandra toma su mano, sintiendo repentinamente una tranquilidad indescriptible. Gira sobre sus pies dando una vuelta completa hasta quedar frente al chico otra vez, le dedica una cálida sonrisa para darle confianza, aunque ella misma se encuentre nerviosa.

–Claro que no –le asegura–. Tú eres el de los buenos pasos, yo solo te sigo. ¿Lo recuerdas?

–No tienes que mentirme –le reprocha cubriendo su rostro con una mano–, esa noche en casa de mi madre me resultó sencillo. No había nadie más a parte de nosotros –rueda los ojos–, sin mencionar que esa música era lenta, no como esta.

–Es lo que usualmente se escucha en una fiesta ¿o no? –pregunta encogiéndose de hombros–. Sé que no has ido a una en algún tiempo, pero me sorprende que olvidaras ese detalle –bromea riendo.

–Ya... no lo olvidé, trataba de ignorarlo hasta que insististe en que bailáramos –replica. La castaña sonríe y sigue bailando con la timidez que va perdiendo poco a poco frente a él.

𝐃𝐚𝐥𝐞 𝐩𝐥𝐚𝐲 𝐚𝐥 𝐯í𝐝𝐞𝐨 𝐲 𝐜𝐨𝐧𝐭𝐢𝐧ú𝐚 𝐥𝐞𝐲𝐞𝐧𝐝𝐨.

De pronto, la música cambia, como si Alex lo hubiese deseado tanto sin disimularlo con las muecas de desagrado que expresaba; que el anfitrión logró escucharle. Los chicos a su alrededor toman a sus acompañantes y desvanecen la distancia que les separa. 

– ¿Quieres seguir? ¿O volvemos ya a casa? –le pregunta el chico con mirada expectante.

–Apenas y empezamos –intenta animarle–. Aún no quiero volver –niega con la cabeza.

Se queda estática por un momento, dudosa del siguiente paso que dará. Pero el pelinegro se precipita como si leyera su mente, le ofrece su mano y ella la toma sin pensarlo.

La canción va más lenta e incluso más fuerte, haciendo eco en su cabeza. Ahora es ella quien se deja llevar por el muchacho que sostiene sus manos aún estado apoyado en sus muletas. Armada de valor, acorta la distancia que los separa. 

Las luces psicodélicas y la melodía de la canción, provocan un ambiente hipnótico que le  permite desenvolverse con más facilidad con el pasar de los segundos, disipando la inseguridad que sentía al principio.

–Podría recuperar la costumbre si me ayudas –dice Alex acercándose más para que esta pudiera escucharlo por encima del ruido.

– ¿Cómo podría ayudarte? –ríe nerviosa.

–Bailando conmigo.

–En ese caso... –dice sosteniéndolo por los hombros–. Deberíamos dejar esto a un lado –saca las muletas debajo de los brazos de Alex y el se sostiene en su cintura cuando esta da la vuelta en dirección a dejarlas apoyadas en la pared. 

– ¿Es buena idea? –formula dubitativo manteniendo el equilibrio sin ejercer presión sobre su pierna cubierto por la férula–. Digo, en cualquier momento me caigo.

–Pues... puedo sostenerte –grita tomando su cintura, tal como lo habían hecho la primera vez que bailaron. 

–¿Estás segura de eso? –pregunta colocando sus manos sobre los pequeños hombros de Alexandra.

– ¿Crees que tengamos más oportunidades? –inquiere y le mira directamente a la espera de su respuesta, pero sin encontrarse por completo segura de lo que quiere escuchar.

–Tal vez –divaga procurando seguir el ritmo de la canción–. Y si las oportunidades no existen, las creamos –sonríe de lado mirando hacia abajo.

– ¿De dónde sacaste eso? –le pregunta divertida tomando su mano derecha para hacer girar al muchacho sobre su pie sano. 

–Se me acaba de ocurrir –admite riendo por el gesto–. O quizás lo escuché en algún lado, no lo recuerdo.

–Inspirador –susurra la castaña–. Déjame ver si entendí. Entonces, si no volvemos a coincidir en una fiesta, ¿hacemos una en casa? –propone enarcando una ceja.

–Apetecible sugerencia –responde con aire diplomático–, pero tus padres podrían enfadarse y... yo no estoy listo para vivir solo. No todavía.

–No seas tonto, mis padres no te echarían de casa ni en cien años Alex, te consideran parte de la familia –dice sin titubeos.

–Ya –murmura el pelinegro soltando sus manos–. De todos modos, no es necesaria una ocasión de fiesta para bailar.

– ¿Ah no? –duda alejándose lentamente de él.

–Esa noche en casa de mi madre, no estábamos en una fiesta. Solo necesitamos de música, el resto depende de nosotros. 

– ¿Entonces quieres recuperar la costumbre y enseñarme a bailar al mismo tiempo, en cualquier lugar de la casa?

–Solo necesitamos de música –asiente con la cabeza.

–Y el resto... –empieza a decir ofreciendo nuevamente ambas manos al chico, con la intención de que este no perdiera el equilibrio–. Depende de nosotros –culmina cuando Alex las acepta. 

–Así es –susurra mirándole fijamente a los ojos, volviendo a acercarse–, y no creo que necesites aprender de nadie, mucho menos de mí.

–Tomaré eso como un cumplido, aunque se parezca más a una mentira piadosa –replica Alexandra y se queda inmóvil por un momento apreciando el color verde de sus ojos, la forma en la que estos brillan por efecto de las luces que vibran con más fuerza que hasta hace un rato.

–No mentía... casi no recordaba esta canción –admite el pelinegro.

–Ya, yo tampoco –asegura mientras cierra los ojos instintivamente para guardar la melodía en su memoria, ondeando su cabello lentamente.

–No creo volver olvidarla –reconoce observándole discretamente–. ¿La consideramos parte del repertorio que usaremos en tu casa? –sugiere divertido.

–Estoy de acuerdo –acepta sonriendo.

–Cuidado –susurra Alex  reemplazando su relajada expresión, por una postura más seria pero sin alejarse de ella ni un centímetro–. Estar tan cerca de mí podría no gustarle demasiado a alguien.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora