Marzo 24 | Alexandra

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𝑱𝒖𝒆𝒗𝒆𝒔 

–Un regalo –dice su padre sacudiendo unas llaves a la altura del rostro–. La cabaña del tío John.

Frente a ellos se alza una edificación de aspecto rústico, muy bien cuidado a pesar del recóndito lugar en que se halla.

– ¡Qué pasada! ¡Qué pasada! –exclama Mara empezando a brincar.

–Entren a elegir sus habitaciones –dice Carla abrazándose a su esposo.

Alexandra corre entusiasmada hacia el interior de la casa, asombrándose a cada paso que da, con todo lo que ve.

Las habitaciones como supone, se encuentran en la segunda planta así que sube rápidamente y se instala en la habitación al final del pasillo, para tener acceso al baño que se encuentra en frente. Todo es de madera, lo que le fascina por completo.

Se quita la gorra y salta cayendo sobre la cómoda cama.

–Esto es vida... –susurra para sí misma.

Pero al instante la atacan las ganas de tener a Ernesto junto a ella, y el pesar por la abrupta manera en la que terminó la conversación de hace unas horas.

– ¿No es esto grandioso? –pregunta Mara entrando en la habitación.

–Lo es –responde y exhala un largo suspiro.

–Pero no lo suficiente, ¿verdad? –vuelve a preguntar acostándose a su lado.

–No dejo de pensar en eso –reconoce mirando el techo.

–Pues cuéntamelo, ¿por qué discutieron?

–Hace dos días amenazó a Alex –ahora que lo dice en voz alta, suena peor.

– ¿Qué dices? ¿Cómo que le amenazó? –cuestiona Mara incorporándose para verle el rostro.

–Le dijo que no se acercara a mí –repite expresamente las palabras de su novio y un escalofrío recorre su cuerpo al pensar en la posibilidad de que Alex obedeciera. 

– ¿Que no se acerque a ti? ¿No se ha dado cuenta que viven en la misma casa?

–Es eso precisamente lo que le disgusta.

–No entiendo su inseguridad, llevan meses saliendo.

–Él dice que no es inseguridad.

–Pues no sé cómo lo llame, pero el resto de las personas le decimos inseguridad... –susurra esto último volviendo a su posición inicial.

–Como sea... Ahora es él quien está molesto porque decidí venir a "un tonto campamento" –dice haciendo comillas con los dedos–. En vez de quedarme a solucionar este asunto.

– ¡Ah! ¿Ya se le olvidó que nos acompañó a acampar hace unos meses? –exclama la menor fingiendo estar ofendida.

–Quiero disfrutar estos días... no siempre tenemos una cabaña para nosotros –dice intentando sonreír.

Después de recorrer por largos minutos un camino rocoso bajo la sombra de los altos pinos, el cansancio se empieza a hacer presente. Interiormente Alexandra desea llegar pronto a donde sea que su padre tiene planeado hacerles llegar, puede ver por sobre su hombro a Alex tambalearse mientras intenta seguirles el paso.

– ¿Ya nos dirás a dónde vamos papá? –pregunta su hermana secando una gota de sudor imaginaria.

–Ya falta poco cariño –responde Felipe tomado de la mano de su esposa.

La castaña resopla y se acomoda la gorra azul para seguir caminando, a la vez que patea pequeñas piedritas en el camino. De vez en cuando gira para ver a Alex y duda una y otra vez si acercarse a él o no. "¿Cómo reaccionaría?, ¿Le permitiría acercarse?"

Y cuando por fin parece haberse decidido, ve a su padre acercársele para ayudarle. Algo desanimada sigue caminando a la par de su hermana, y después de caminar unos cien metros, se encuentran frente a un lago de aguas claras y grandes rocas en mitad del mismo.

–Es perfecto –susurra quitándose la pequeña mochila y dejándola en el rocoso suelo.

–Familia... Forest Lake ante sus ojos –dice su madre sonriendo ampliamente.

Mientras que la castaña se toma su tiempo para apreciar el lugar en el que se encuentra por primera vez y espera, no sea la única, su hermana ya está dentro del agua.

Desde donde está parada puede ver al pelinegro sacarse la camiseta y dejarla sobre la mochila que traía puesta sobre el hombro, luego se sienta y mete los pies en el agua.

Sin pensarlo más se acerca hasta el lago, sentándose a unos metros de él. Y sumerge los pies en el agua, imitando al muchacho.

– ¡Alex entra ya! –exclama Mara desde el agua.

–Ve, puedo quedarme solo –dice el pelinegro a su derecha.

Se gira quedando frente a él y le mira escéptica.

–De hecho... no estoy aquí por ti –reconoce y gira la vista hacia su hermana que sigue esperando por ella–. Lo siento, ¿dañé tu ego? –arremete al no obtener respuesta.

–Descuida, no es fácil de dañar.

–Ya.

– ¿No planeas entrar?

–Ya estoy dentro – agita los pies levemente debajo de las claras aguas.

– Mmm no –niega con la cabeza y arruga la nariz, cosa que le hace más atractivo a sus ojos–. Entrar completamente, esto no cuenta.

– ¿No planeas tú entrar? –contraataca cruzándose de brazos, gira otra vez hacia a la derecha y choca con los ojos verdes que ya la observan, de la misma manera en que lo hacían ayer.



Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora