Abril 29 | Alex

722 82 8
                                    

𝑽𝒊𝒆𝒓𝒏𝒆𝒔, 9:07pm

–Espera Math, ¿estás seguro de esto?

–Ya estamos aquí –replica apresurándose a entrar–. Venga Alex, es momento de pasarla bien. ¿De acuerdo?

–Pues ya que... –bufa resignado y entra detrás de Math, que camina abrazado de su novia.

– ¡Anímate Alex! Hoy es tu noche –dice Sofía entre vítores.

Con dificultad se abre paso entre la gente que se encuentra en torno a la espaciosa sala sin perder de vista a su amigo, quien animado saluda a algunos chicos. Intenta sostener sus muletas tan fuerte como puede, cuidando que nadie pise su férula y evitando pisar a alguien de casualidad.

–Amigo, ten cuidado –le reclama un chico que luce ebrio por la forma en la que se tambalea al andar.

Ignora lo que escucha y camina dirigiéndose a alguna parte donde no haya mucha gente, lo que en una fiesta de adolescentes es casi imposible de encontrar, pero aun así espera dar con uno.

Se regaña mentalmente por haber aceptado ir hasta allí sin conocer a nadie y estando con la férula aún. Ensimismado en sus reproches mentales a sí mismo y hacia su amigo, choca contra el cuerpo de alguien y al instante siente la humedad en su camiseta.

–Joder –susurra con fastidio mientras intenta quitar el resto de la bebida con las manos.

–En ver... en verdad lo lamento –escucha a una voz femenina decir–. Venga, te ayudo –se ofrece pasando una servilleta por encima de la camiseta de Alex.

–No te molestes, ya lo hago yo –dice tomando rápidamente el paño.

–Lo siento –insiste.

–Tranquila, yo iba distraído –admite alzando la mirada para ver por primera vez a quien se encuentra frente a él–. No es nada –le tranquiliza.

–Oye... yo te he visto antes –afirma acariciando su barbilla.

– ¿Sí? –duda confundido.

 – ¿Eres Alex? –pregunta enarcando una ceja–. ¿Alex Noriega? 

– ¿Nos conocemos? –inquiere el pelinegro extrañado.

–No creo que tú me conozcas a mí, ¿pero quién no te conoce a ti? Has sido noticia en el pueblo desde lo que te pasó.

–Oh... ya –murmura cansado–. Gracias por esto –dice serio agitando la servilleta con la intención de empezar a caminar otra vez, pero la adolescente le detiene.

–Espera, no te vayas. ¿Es verdad lo que te pasó hace algunos días? –inquiere curiosa con ojos saltones, como si escucharlo de los propios labios de Alex, fuese una primicia.

– ¿Quién te dijo eso? –interroga irritado. 

–Lo sé por el periodista, Roberto Castañeda.

Se mantiene en silencio al escuchar el nombre que empezaba a olvidar y abrumado sale de ahí ignorando el llamado la muchacha que lo había reconocido. En el momento que más lo necesita, parece encontrar el lugar que había estado buscando. 

El patio trasero parece una buena opción para pasar el rato, despejarse y ordenar sus ideas. Desliza la puerta de vidrio y sale con cuidado evitando llamar la atención de los demás, al notar que no hay personas allí deduce que es un área a la que no tiene permitido el ingreso; algo que no le importa en este momento.

Camina hasta llegar a unas bancas de piedra cerca de un árbol alto. Apoya las muletas y se deja caer con cuidado sobre la banca y resopla fuertemente, buscando relajarse.

Casi olvidaba la última vez que estuvo en una fiesta donde sobrara el alcohol y hubiese adolescentes parados sobre las mesas quitándose las camisetas, creyendo que así llamaban la atención de las chicas.

Mas lo que sí se muestra en su mente con claridad, es aquella vez en la que recorría el pasillo del hospital de un lado a otro intentando liberar su mente y difuminar el nudo presente en su garganta completamente seguro que ese era el dolor que no quería volver a sentir jamás, sin saber lo que le esperaba vivir poco tiempo después.

–Nunca te necesité tanto como ahora –susurra mirando a la nada.

El frío viento ulula cerca de sus oídos provocándole un escalofrío por la humedad en su pecho, se remueve incómodo y continúa con la mirada perdida. 

– ¿Con quién hablas? –pregunta una voz tras él. Sobresaltado gira rápidamente para ver de quién se trata.

–Con nadie –asegura rápidamente.

– ¿Qué haces aquí amigo? –le pregunta–. Si Maikel te encuentra aquí, se acaba la fiesta.

–Te estuve buscando –dice tranquilo mientras se pone de pie–. ¿Por qué es tan importante este lugar? –cuestiona intrigado.

–Pues... ahora mismo, estás parado sobre los huesos de sus abuelos –susurra tétricamente mientras asoma una sonrisa espeluznante.

–Estás bromeando –replica nauseabundo y ve al chico negar frenéticamente con la cabeza–. Santiago, es broma –reitera.

– ¡Claro que es broma Alex! Joder, ¿cómo crees todo lo que te digo? –cuestiona estallando a carcajadas.

–Agradece que yo lo hago –contraataca.

– ¿A qué te refieres? –retrocede curioso.

–Jessica no cree en todo lo que dices –murmura conteniendo sus ganas de reír al ver el rostro desencajado de su amigo–. ¿Entramos? 

–Estás bromeando,  ¿cierto? Jess sí confía en mi. 

– ¿Cómo crees todo lo que te digo? –devuelve divertido.

–Bien jugado, volvamos antes de que alguien nos vea –sugiere relajado–. Oye, ¿qué te pasó? –pregunta señalando la mancha en su pecho.

–Señoritas –se encoge de hombros.

Sigue de cerca los pasos del novio de su amiga hasta dentro de la casa, volviendo a sentirse sofocado al escuchar la música y sentir tan cerca a la gente. Mirando únicamente sus zapatos, vuelve a toparse con alguien tan fuerte que retrocede de inmediato al sentir el impacto.

 –Joder, no otra vez –suelta exasperado. Al instante recorre con la mirada el cuerpo de la persona con la que chocó y repara en aquellos ojos que le hacen sentir tranquilidad por primera vez en toda la noche.


Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora