Abril 11 | Alexandra

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𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔, 4:45pm

– Y es así de sencillo –explica el muchacho frente a ella–. Alex, Alexandra –le sacude por los hombros.

–Lo siento –dice volviendo en sí.

– ¿Me vas a decir qué es lo que te tiene tan pensativa? –exige alzando una ceja.

–El proyecto de Cárdenas. Aún no sé a qué escuela iré –bufa dejándose caer sobre la mesa del comedor.

–Vamos Alex, no hay muchas opciones en este pueblo. De hecho, ya lo tengo avanzado.

– ¿Qué? –Se incorpora con los ojos abiertos de par en par–. La maestra apenas hoy nos dio el cuestionario –niega con la cabeza en señal de desaprobación.

–Será tonta –hace una mueca y vuelve a lo suyo, moviendo la mano ágilmente sobre el papel–. Yo... puedo echarte una mano.

–Eso iba a pedirte precisamente –reconoce divertida–. ¿Qué escuela puedo visitar?

–Pues yo... conozco a alguien –suelta y se le puede ver algo nervioso.

– ¿Y bien...? –inquiere ella impaciente.

–Es un chico de último grado del Daekat College –habla y en sus ojos aparece un brillo que no había.

– ¿Seguro que es solo un chico? –pregunta sabiendo el efecto que causará.

–Bueno... estamos saliendo –admite y una gran sonrisa se dibuja en su rosado rostro.

– ¡Lo sabía! –Exclama la castaña sonriendo de tal manera que se le achinan los ojos–. Anda, cuéntame sobre él.

–Pues, lo conocí cuando fui a la biblioteca. Ya sabes, escapando de las clases particulares de básquet. 

–Tu madre nunca le atina a nada –pone los ojos en blanco–. Lo siento –reconoce después.

–Creo que puedo entenderlo, la decepcioné dejando el tenis.

–¿Nunca más volverás a practicarlo? –pregunta recordando aquellas mañanas ardientes de domingo en las que lo acompañaba a sus partidos.

–Decir nunca es extremista, tal vez vuelva en algún momento. Ahora la biblioteca del pueblo, se ha convertido en mi lugar favorito.

–Me costaba creer que en ese aburrido lugar podrían suceder cosas emocionantes –reconoce mirando hacia un punto fijo de la cocina.

–Si mi madre no me obligara a asistir al entrenamiento con esos chicos del club no buscaría excusas para faltar y así, probablemente aún no hubiera conocido a Oli.

– ¿Oli? Me gusta –admite, tocándose la barbilla como si estuviera pensando en algo–. ¿Quién más lo sabe?

– ¿Contando contigo? –pregunta a lo que la castaña asiente–. Solo tú... sabes que en mi casa no puedo decir nada y a ustedes no las veo en ninguna clase.

–Detesto los horarios de este curso. Pero, ¿por qué no me lo contaste antes de entrar a clases?

–Vamos Alexa, en el verano ni siquiera estabas aquí.

–Regresé unas semanas antes de que terminara –sopesa pensativa y repasa en su memoria todos los recuerdos del verano que pasaron lejos de casa.

–Oh sí, antes de que sucediera lo del jefe de tu padre –hace una pausa, como si estuviera apenado–. Por cierto, ¿cómo es vivir con Alex Noriega?

Al escuchar su nombre, vuelve a su memoria la imagen del pelinegro junto a esa chica a la salida del Valle Dorado, sacude levemente la cabeza aborreciendo el hecho de que la mayoría de sus conversaciones siempre terminen en el mismo punto: el chico de ojos verdes.

¿Cómo es vivir con Alex Noriega? Ni siquiera ella se lo ha preguntado, pero siente la necesidad de cambiar la interrogante: Para Alex, ¿Qué se sentirá vivir con ella?

–No lo sé, normal supongo –dice vagamente.

– ¿Normal? –vuelve a preguntar Adrián en respuesta–. Puedes ser más explícita Alex, anda –incita dando palmaditas en su hombro.

–Pues sí...

– ¿Qué se siente que un extraño viva contigo?

–Ya no es un extraño Adri...

–Bueno, entonces explícame, nunca viviré algo como eso.

–Puedes preguntarle a Mara, o a mis padres.

– ¿Qué pasa Alex? ¿Te molesté con mi pregunta?

Debe empezar a disimular un poco si no quiere verse descubierta sintiéndose nerviosa por hablar de Alex.

–No, en verdad no sé qué más decir al respecto.

–Está bien, te lo haré más fácil. ¿Cómo es vivir con un chico tan atractivo?

Agacha la cabeza, interiormente piensa que ha complicado aún más la pregunta.

–No lo sé y ya no hablemos más de eso –se pone de pie y se dirige a la refrigeradora para abrirla y sacar una jarra de jugo–. Necesito empezar el proyecto cuánto antes. ¿Cuándo podemos ir a la escuela de Oli? –cambia rápidamente de tema.

–No me cambies de tema Alexandra –dice el muchacho cruzándose de brazos. Nerviosa, le da un sorbo al jugo de naranja y lo deja sobre el mármol de la mesa de la cocina.

–Eres imposible –contraataca–. Iré a los servicios mientras te calmas un poco.

Escucha murmurar algo a su amigo y sale de la cocina, dispuesta a refrescar su rostro por el calor que siente en las mejillas y desvanecer el rubor que está segura que estas tienen.

–Puedo ayudarte –escucha decir, y para en seco. Reconoce la voz al instante, además de que el aroma que aspira ayuda también, pero sigue con los ojos puestos sobre la porcelana del piso sin la intención de levantar la mirada.                                 

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora