Marzo 23 | Alex

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𝑴𝒊é𝒓𝒄𝒐𝒍𝒆𝒔

Al tenerla tan solo a dos centímetros de su rostro, se da el lujo de poder ver más minuciosamente los orbes café de la castaña.

Siente su respiración acelerarse y mezclarse con la de Alexandra, quién tiene las mejillas sonrojadas que trata de disimular, sin éxito claro.

–Ernesto –sale de los labios fruncidos de la joven, rompiendo de pronto el ambiente en que ambos estaban inmiscuidos.

La suelta y se aleja instintivamente de ella.

–Yo... lamento lo que te dijo ayer –continúa.

Sentado aún en el borde de la tina, toma la franela que Alexandra dejó hace unos minutos junto a él.

Niega con la cabeza al escuchar lo que la castaña dice.

–No hagas eso, Alexandra –pide.

– ¿Qué? –dice al momento en que se aleja de él también.

–No pidas perdón por algo que no hiciste, no te hagas responsable de los impulsos de tu novio.

–Yo... –empieza a decir, pero al parecer algo la detiene, y esta vez no son sus brazos evitando que caiga–. Venga, te ayudo.

–Déjalo así –replica sacando la pierna izquierda del agua para secarla con la franela.

Al terminar, se pone de pie y con ayuda de sus muletas camina hacia la habitación, lejos del cuarto de baño, dejando a la castaña en la posición original en la que se encontraba cuando le ayudaba.

–No es cómo crees... –es lo último que escucha antes de caer rendido sobre la cama.

***

Los toques en la puerta le hacen despertar del sueño en el que estaba sumergido, sin darse cuenta, desde hacía tres horas.

Toma una camiseta de la maleta que sigue abierta sobre el suelo y se la pone antes de caminar con algo de dificultad aún, hacia la puerta para ver de quién se trata.

–Oh Alex –le saluda Carla–. Veo que ya te lo quitaron, ¿cómo te sientes?

–Bien –responde con simpleza.

–Hay alguien buscándote.

Asiente con la cabeza y se dirige con pesar a la puerta principal de la casa.

– ¡Alex! –exclama eufórica la chica de cabello castaño oscuro lanzándose a sus brazos. 

Como puede, Alex trata de corresponder al gesto sin perder el equilibrio y lastimarse, o lastimarla.

–Estaba preocupada por ti desde que me enteré lo que pasó ayer –habla atropelladamente mientras se aleja de él.

–No pasó nada –suelta seguro de su mentira.

–Sé que sí Alex, no tienes que fingir conmigo. Pero en cuánto vuelva a ver a Lucas...

–No harás nada –le detiene ante la inminente amenaza que esta quería dar a conocer.

–Pero... –intenta insistir con su idea.

–Nada, Eva. Lo que pasó ayer, no tiene nada que ver contigo –sentencia cerrando la puerta tras él–. Y así debe seguir. ¿Está bien? 

–Está bien –dice resignada–. ¡Ya te quitaron la escayola!

–Sí, al fin –suelta acompañado de un pesado suspiro.

– ¿Por qué no estás contento?

– ¿Será por esto? –pregunta irónico señalando sus muletas.

–Tranquilo Alex. Piensa que después de esto, serás el mismo de antes.

¿Ser el mismo de antes? ¿Lo dice en serio? ¿Es que acaso nadie ha notado que nunca será el mismo otra vez? El Alex de siempre, murió cuando sus padres lo hicieron.

Pero no le culpa por pensar de esa manera. Sería injusto si le reclamara por sus palabras. Sabe que para que alguien pueda entenderle, deberían haber pasado por lo mismo que él.

–Ya te digo.

–Estoy aquí Alex –susurra la joven tomando su mano–. Puedo ser de mucha ayuda, si te dejas ayudar.

–Y te lo agradezco Eva –reconoce el pelinegro soltándose del agarre–. Me has acompañado a donde he ido, sin siquiera pedírtelo. Gracias por eso.

–Lo hago porque quiero, me gusta pasar tiempo contigo –murmura nerviosa.

–A mi también. Pero Eva, yo... –comienza a decir, sabiendo a qué punto trata de llegar.

Y sin previo aviso, la joven acerca rápidamente su rostro al suyo, depositando un beso en sus labios. Pero esta vez él no puede corresponderle.

El sonido de la puerta abriéndose le da la oportunidad para separarse de ella. Al girar la vista hacia atrás, ve a Alexandra estática frente a ellos.

–Oh, lo siento. Venía a avisarte que la cena está lista –dice rápidamente antes de entrar nuevamente en su casa, fingiendo una sonrisa.

–Lo siento Eva, siento que hayas confundido las cosas –se disculpa dirigiéndose a la chica que tiene en frente.

–Yo creí que tú... –balbucea avergonzada, tiene los ojos tristes y sin esperar algo más por parte del ojiverde sale de ahí lo más pronto que puede.

– ¡Eva! –le llama en voz alta, pero es tarde, la chica ya se encuentra fuera de su campo de visión. Alex se siente terrible al instante pero sin esperar más decide seguir los pasos de la castaña al interior de la casa de los García.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora