Abril 17 | Alex

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𝑫𝒐𝒎𝒊𝒏𝒈𝒐, 9:14pm

Tan solo cinco minutos pasan desde que entró junto a sus amigos a aquel restaurante, pero se siente como si hubieran pasado un par de horas. La chica a su lado mueve los labios sin hacer pausas, pero él apenas se puede concentrar en algo de lo que dice.

–Y creo que deberían tener un poco de respeto –concluye con un largo suspiro.

– ¿Qué? –pregunta el pelinegro confundido.

–Digo que deberían respetarnos y dejar sus escenas para otro momento –comenta haciendo una mueca de desagrado–. ¿No lo crees?

–Ya –balbucea observando a Alexandra abrazada al castaño.

Baja la vista rápidamente cuando siente la mirada de Eva sobre él. Gira hacia ella y vuelve a fingir que le presta atención al monólogo que recitaba casi sin respirar.

La charla se extiende hasta que el colega de su padre entra en el restaurante, exhalando de forma exagerada. 

Después de unos minutos de saludos y explicaciones, la velada parece empezar al fin. Cuando Felipe toma la copa de champaña espumeante y la levanta unos centímetros de la mesa. Sus amigos le miran expectante, igual que él.

–Bueno, quiero empezar por agradecerles a todos el estar aquí presentes. Hay una noticia importante que me urge compartir. Hace poco me la comunicaron y es que... –hace una pausa para crear misterio–. He sido promovido a Jefe del Departamento de Policía –sonríe ampliamente mostrando los dientes.

Alex rápidamente busca a Matheo y en un segundo cruzan las miradas. Definitivamente no hacen falta las palabras, uno puede entender completamente lo que piensa el otro.

No puede explicar lo que siente. Un extraño escalofrío recorre su espalda baja y aprieta instintivamente los puños bajo la mesa.

–Y este brindis no es solo por mí o por mi ascenso. También es por Alex que a pesar de todo sigue con nosotros, demostrando lo fuerte que es. Es por los nuevos amigos que nos acompañan hoy, es por todo lo bueno que nos pasa. ¡Salud!

"¿Todo lo bueno que nos pasa?" Debe estar bromeando.

Todos chocan sus vasos y copas, menos él, que sin aguantarlo más se pone de pie apoyándose en la mesa con algo de dificultad y sale transpirando del coraje.

Ya fuera, la fría brisa le calma un poco. Se detiene frente a la gran reja que cerca el restaurante y agacha el cabeza, frustrado. La voz del padre de Alexandra hace eco en su mente y no puede hacer más que sentirse muy enojado. Siente el tonto impulso de patear lo primero que encuentra, pero lo piensa dos veces antes de hacerlo.

Sabía que en algún momento pasaría, sabía que alguien debía ocupar el puesto de su padre. Pero no creía que pasara tan pronto, mucho menos que fuera su mejor amigo, quien no demostró nada más que orgullo y una sonrisa mientras lo anunciaba. 

Después de salir del restaurante con las miradas de Eva y sus amigos pegadas en su espalda, se queda estático viendo a la nada, escucha unos pasos tras él y gira lentamente la cabeza. Frente a él, la castaña se detiene temerosa al verse descubierta.

– ¿Qué haces aquí? –le pregunta serio.

– ¿Qué haces tú aquí? –contrataca con voz firme, aunque la expresión en su rostro no sea de seguridad–. Todos están esperándote –susurra y él solo sacude la cabeza como negando algo mientras sonríe irónico.

–Ya puedes volver y decirle a tu padre que no pasa nada –se gira nuevamente dándole la espalda a la chica.

–No estoy aquí por él –suelta inmediatamente–. Quería saber cómo estabas. Pero creo que no te apetece ser agradable en este momento y sinceramente no me interesa hablar con alguien que cree que soy una niña aún.

–No dije eso –susurra mirando sus zapatos.

–Pero lo pensaste... que es lo mismo –murmura la castaña y Alex escucha sus pasos alejarse.

–Alexandra –le llama repentinamente sorprendiéndose incluso a sí mismo –. No te vayas –le pide y gira a verle al momento en que la castaña gira también.

Se quedan en absoluto silencio, lo único que se puede percibir es el sonido que provoca el viento en las ramas de los árboles. Así pasan un momento hasta que la chica decide hablar.

– ¿Por qué estás aquí? ¿Por qué saliste de esa manera?

–Es mejor aquí que dentro –responde como si fuese obvio, pero ve a la castaña rodar los ojos por la simpleza de su respuesta y decide volver a hablar–. Me abruma estar rodeado de demasiada gente.

– ¿Así de repente? ¿Qué pasó? Tus amigos están ahí también –comenta cruzándose de brazos sin quitar la mirada de él.

–Ya, no siempre tienes que quedarte para cumplir con los demás, si necesitas tiempo, tómatelo –menciona recordando lo que siempre le decía su madre.

– ¿Entonces solo aceptaste venir a cenar por cumplir con mi madre? Ella organizó esto especialmente por ti.

–Eso es lo que hice exactamente –contesta sin miramientos–. Y no creo ser el único motivo.

–No se lo diré si entras ahora mismo. ¿Te refieres a lo que dijo mi padre?

– ¿Tú lo sabías? –pregunta disimulando su enojo.

–Mamá me lo dijo cuando fuimos por ti esta mañana. Vamos Alex, ahí dentro hay gente que te espera.

–De seguro esperan por ti –dice mirando en dirección a la puerta del restaurante.

–No lo creo. Además les dije que iba al baño.

–Ve, ya pasó mucho tiempo. Deberías volver antes de que noten que no estás ahí dentro.

–Volveré... pero contigo –reafirma seria.

–No insistas, entraré cuando quiera hacerlo –vuelve a girarse dándole a la castaña una vista panorámica de su ancha espalda, entonces empieza andar rozando la reja.

– ¿A dónde vas Alex? –inquiere empezando a exaltarse.

–No lo sé... –responde sinceramente.

– ¡Espera! Voy contigo.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora