𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔
Sale del aula a paso lento, la férula apenas le permite caminar, pero se siente más cómodo que tiempo atrás.
– ¿Tienes que ir esta tarde también? –pregunta Matheo haciendo malabares para que sus libros no toquen el suelo.
–No, hoy no. Johanna también tiene una vida.
–Con lo guapa que está, es seguro que sí.
–Pues, puedes comentar eso frente a Sofía.
–Lo haría, mi novia no es celosa. Y hablando de novias, ¿qué harás con Eva?
–De chicas querrás decir –le corrige serio.
–Sí sí, como sea.
–No la he visto por ningún lado estos días, tampoco en las clases que compartimos. No se presenta... me siento culpable.
–No debes sentir culpa por resultar ser irresistible para las chicas.
–No digas tonterías. Me refiero a que... tal vez no fui lo suficientemente claro o fui lo suficientemente idiota para confundirla. Digo, yo doy señales claras, ¿no lo crees?
–No lo sé amigo, no sé interpretar las señales que vienen de los tíos.
–Pero entiendes perfectamente las que te envía Mara, ¿no es cierto?
– ¿Mara? ¿Quién es Mara? –pregunta una voz a sus espaldas.
–Nadie –dice rápidamente el moreno mientras tensa la mandíbula.
–Hola Sofía –saluda Alex a la chica que se pone en medio de ambos.
–Alex, luces mejor. Caminar sin muletas, te sienta bien –sonríe mostrando los dientes.
–Gracias –responde sonriendo orgulloso de su decisión de no llevar muletas a la escuela.
–¿Van a la cafetería? –pregunta la novia de su amigo.
–Sí, estamos hambrientos, ¿vienes?
–Quisiera, pero tengo ensayos de la obra –explica mientras besa la mejilla de Matheo–. ¿Nos vemos después? –propone haciendo una mueca poco apropiada para la escuela.
–Eso me encantaría –admite su amigo emocionado.
–Por cierto –menciona la chica volviéndose hacia ellos–. Alex, ¿vendrás a ver la obra?
–¿No me invitas a mí? –inquiere Matheo fingiendo estar ofendido.
–Tú estás obligado a venir –le fulmina con la mirada–. Es un mes, piénsatelo –sugiere al ver su expresión de duda.
–Claro –asiente con la cabeza.
La chica se aleja de ellos y siguen su camino hasta entrar en la cafetería que se encuentra, como todos los días, repleta de estudiantes y algunos profesores.
–¿No sabe nada del baile? –pregunta Alex esquivando a los chicos que entran apresurados y sin pedir permiso.
–¿Baile? ¿Cuál baile? –finge demencia–. Oh claro, el baile. Claro que no sabe nada, y así seguirá –le mira amenazante.
–¿Después de un mes no le has dicho nada?
–Por eso precisamente no he dicho nada, ha pasado un mes Alex. Mara es solo una amiga, ¿bueno?
–Eso espero Matheo, y hablo en serio.
–Sí... sí, no te preocupes –da una palmadita en su hombro para tranquilizarlo.
– Méndez, no faltes a las prácticas de hoy –dice Santiago sentándose junto a ellos en la mesa que eligieron.
–Cuenta conmigo –chocan los puños en el aire.
–Sería genial si pudieras unirte al equipo Alex –comenta el chico de cabellera larga, pero el pelinegro solo asiente dudoso.
– ¿Ya es seguro que te quedas? –le pregunta Matheo a Santiago.
–Pues... sí, me quedo. No puedo dejarlos, tampoco a Jess.
No puede evitar sonreír al imaginar a su amiga feliz por esa noticia.
Cuando la última clase culmina, el pelinegro es el último en salir por lo lento que anda. Con la mochila al hombro se dispone a salir del aula para esperar en el aparcamiento a Carla.
Camina con la mirada pegada al suelo, y solo algunas veces la levanta para percatarse si Carla ha llegado, cuando vuelve a hacerlo una vez más, reconoce la larga cabellera castaña que se agita a unos metros de él.
Justo antes de llamarle por su nombre, la chica voltea y ambos se miran por unos segundos donde ninguno se mueve en lo más mínimo.
–Eva, espera –logra decir antes que esta girase en dirección opuesta.
–Alex no... –musita la adolescente con las mejillas ruborizadas ligeramente.
–Hablemos –pide mirándole directamente a los ojos–. Por favor –insiste cuando le ve negar con la cabeza.
–Yo... –dicen al unísono, lo que le sonsaca una risa nerviosa a la joven.
–Yo primero –suelta seguro de tomar la iniciativa–. No quiero que sigamos haciendo esto. Siento haberte dejado ir así ese día. No sabía qué hacer, ni que decir.
–No tienes que explicarlo, Alex.
–Pero quiero hacerlo. Eva, yo... en verdad lamento que hayas confundido todo. Si dije o hice algo que hiciera que pensaras que estaba interesado en ti, lo siento.
–No quiero que pidas disculpas por gustarme.
–Es eso precisamente lo que no estoy haciendo.
–Tal vez deberíamos dejar de vernos por un tiempo.
–Tenemos clases juntos.
–Cambié de turnos.
–Si es lo que quieres, está bien –suelta resignado–. Ojalá y las cosas vuelvan a ser igual que antes algún día.
–Lo serán cuando pasar de ti me resulte anticuado –bromea casi riendo.
–Espero sea pronto –confiesa y se acerca con paso lento hasta quedar a la misma altura que ella–. Cuídate –besa su mejilla a modo de despedida.
–Tú también... –le escucha susurrar cuando se empieza a alejar.
La sonrisa que se le había desvanecido por la conversación de unos segundos atrás, reaparece cuando ve a Mara esperándole fuera del coche de Carla. Entonces apresura el paso para llegar hasta ella.
Cuando lo hace, logra ver a la castaña sentada dentro, con la cabeza gacha y la razón del porqué se encuentra así, le desvanece la sonrisa otra vez.
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Todo por Alex
Teen FictionAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...