Marzo 27 | Alexandra

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𝑫𝒐𝒎𝒊𝒏𝒈𝒐

Con cada segundo que pasa, los nervios se hacen menos fáciles de disimular. Pero, ¿por qué? se pregunta a sí misma.

Reconoce los paisajes que pasan rápido a través de la ventana, sabe que queda poco para llegar al pueblo.

– ¿Está todo en orden hija? –pregunta su padre mirándole por el espejo retrovisor.

Solo atine a asentir, no sabe qué responder. Sabe que no debería estar nerviosa "solo es una conversación, una conversación" se repite una y otra vez mentalmente.

–No tardes, vamos a cenar todos juntos. ¿Está bien?

–Sí mamá.

Al bajar del auto, siente la presión pausarle la respiración. Puede ver al chico recostado sobre la pared y con las manos en los bolsillos a unos cuantos metros de donde se encuentra. Ernesto saluda de forma marcial a Felipe, quien le mira sonriendo. 

Con la mochila al hombro camina a paso lento acercándose al castaño que la mira fijamente sin hacer ningún movimiento.

–Hola Alex –susurra cuando ella llega a su altura.

–Tenemos que hablar.

–Sí –dice sacando las manos de los bolsillos–. Te extrañé tanto –admite abrazándole por sobre la mochila.

–También yo Ernesto –reconoce correspondiendo al gesto.

Al separarse de él gira hacia el auto, y hace una señal de despedida con la mano.

–Ven, vamos a hablar –dice Ernesto tomando su mano y jalando de ella.

Sigue sus pasos en silencio hasta llegar a una banca en medio de la pequeña plaza cerca de la gasolinera donde le dejó su padre.

Se sientan al mismo tiempo, y se miran sin decir nada aún.

–Yo primero –dicen al unísono, lo que le sonsaca una sonrisa tímida al castaño.

–Tú primero –cede Alexandra.

–Bueno... sé que lo que dije ese día no estuvo nada bien y... lo siento.

– ¿Por qué Ernesto? Tú...nunca te había escuchado tan... peligroso, desafiante.

–No me detuve a pensarlo, solo lo dije. Sé que fue muy inmaduro de mi parte. En verdad lo siento.

– ¿Qué tanto te molesta que viva en mi casa?

–No me molesta Alex, entiendo su situación. Es solo que...

– ¿Qué?

–Por un momento me sentí inseguro –reconoce mirando sus manos, nervioso.

– ¿Inseguridad? ¿A casi ocho meses juntos? –pregunta sin darle crédito a lo que escucha.

–No me culpes, ¿tú no has sentido lo mismo alguna vez?

–Claro que me he sentido insegura, pero no por eso iré por ahí amenazando a todas las chicas que te sonrían, ¿o sí?

–Es diferente Alex –sentencia.

– ¿Por qué? ¿Por qué lo es? –cuestiona abrumada, el asunto le desgasta cada vez más.

–Ninguna vive conmigo, eso lo hace diferente.

–El que Alex viva en mi casa no significa que he de engañarte.

–Sé que no, te conozco –el muchacho toma sus manos y le mira a los ojos–. Pero no a él –retira la mirada frustrado.

–Y ese es el punto precisamente, le dijiste algo muy grosero a alguien que ni siquiera conoces.

–Y me disculparé con él.

–Bien –dice con tranquilidad desviando la mirada de su rostro.

–Aunque... no lo sé. Sé que seguiré intranquilo.

–Lo único que debes hacer es seguir confiando en mí –insiste tomando sus manos, que presiona levemente al notar lo frías que están.

– ¿No te interesa?

– ¿Ah? –le pregunta mirándole extrañada.

–Alex.

–No me interesa Alex, en lo absoluto.

– ¿Me perdonas por haber dicho lo que dije? –pregunta con otros tristes mientras intenta tomar su mano.

–Sí, aunque sabes que no es conmigo con quien tienes que disculparte después de todo.

–Entonces, ¿estamos bien? –pregunta el castaño entrelazando su mano con la de ella.

Pero antes de responder a la pregunta, el móvil vibra dentro de sus vaqueros. Suelta las manos del muchacho para tomarlo y a la vez hace una seña, para que este le espere. Dos minutos después corta la llamada y guarda el Smartphone nuevamente.

– ¿Quién era? –pregunta curioso.

–Vamos Ernesto, solo es mi madre –responde rodando los ojos–. Pregunta si vas a cenar con nosotros.

–Seguro.

Se pone de pie seguida por el castaño, quién rápidamente toma su mano y entrelaza sus dedos como hace instantes.

– ¿Cómo estuvo? –pregunta Ernesto cuando empiezan a andar.

– ¿El campamento? –duda la joven–. Estuvo bien, ya te contaré –responde al verle asentir con la cabeza.

–Aún no has respondido Alex, ¿estamos bien?

–Lo estamos –asegura presionando su mano, mientras le ve sonreír ampliamente, esta le corresponde al gesto sonriendo también.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora