Marzo 24 | Alexandra

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𝑱𝒖𝒆𝒗𝒆𝒔 

Con prisa mete la ropa en la mochila roja que está sobre la cama, recordando las palabras de su madre: Sólo lo necesario.

– ¡Alexandra, nos vamos! –exclama Carla desde la planta baja.

Toma el móvil que está cargando y los audífonos de su hermana para salir de la habitación, cerrándola con llave hasta cuando decidan volver.

Baja los escalones mientras se coloca la gorra que le compró su padre hace exactamente un año, cuando hacían lo mismo que hoy.

Al llegar abajo Mara es la única que espera en el recibidor.

–Anda, ya todos están en el auto –le explica.

Salen juntas de casa y se dirigen al Chevrolet estacionado en frente. Justo antes de llegar, logra ver al pelinegro sentado detrás del asiento de copiloto, donde se encuentra su madre. Le cede el paso a Mara para que esta se le adelante y así tome el lugar junto a él.

–Perdón por la demora –se excusa cerrando la puerta del auto después de subirse.

–Pasa lo mismo todos los años, Alex –dice divertido Felipe.

–Pues, prepárense para una hora y media de nuestro ya conocido repertorio –comenta Carla mirándolos por el espejo retrovisor–. Alex, no importa si no sabes la letra. Puedes acompañarnos.

–Claro –escucha decir al muchacho antes de ponerse los auriculares y escuchar música de verdad.

Apenas y puede escuchar las voces de todos dentro del auto, está muy concentrada en la conversación que tiene por WhatsApp con Ernesto.

Hasta que este decide llamarla, en un momento nada oportuno.

– ¿Hola? –susurra al tomar la llamada.

–No podemos arreglarlo por mensajes. Debemos vernos.

–No podemos. ¿Ya olvidaste que hoy toca el campamento de papá?

– ¿Estás ahí ahora?

–En camino –sigue susurrando. Lo que menos espera es que sus padres quieran interrumpir su conversación, para saludarlo.

– ¿Todos?

–Si te refieres a él, sí, también está aquí. ¿Cuándo pensabas hablarme de tu inseguridad por él? –pregunta repentinamente, sorprendiéndose a sí misma por el tono que usó y también porque al otro lado de la línea, se percibe un silencio que parece interminable.

–No es inseguridad Alex –dice al fin–. Pero si prefieres hacer un tonto campamento que pasar estos días aquí, para arreglar el asunto que tenemos pendiente. Está bien por mí.

–Bien –concluye y corta la llamada.

Sube los pies al asiento, y junta ambas rodillas abrazándose a ellas. Los ojos se le humedecen. No recuerda la última vez que discutió con él, pues su relación ha ido muy bien durante un largo tiempo.

– ¿Estás bien? –le pregunta Mara a su lado–. Ellos no escucharon tu plática por la música, pero yo sí.

–No importa –contesta negando con la cabeza.

–Hablaremos cuando lleguemos... –dice guiñándole un ojo y sobando con la mano su hombro.

–Ya –rueda los ojos sin ánimos de seguir hablando de lo mismo.

***

Tras una hora más de viaje, al fin el auto se estaciona en medio de la verde arboleda.

–Bueno chicos, bajen y traigan sus cosas –anuncia su padre bajando del auto seguido de su madre, que lleva canastas de fiambre.

Mara se escurre por el asiento vacío de su padre y sale siguiéndole los pasos.

Al quedarse a solas con Alex, el deseo de bajar y salir corriendo, le ataca de pronto. Rápidamente se quita los audífonos y abre la puerta del auto, pero una voz le detiene antes de llevar a cabo su propósito.

– ¿Me ayudas? –pregunta el muchacho al otro extremo.

Gira la cabeza para verlo claramente, tenía planeado ignorarle durante el día, sigue irritada por lo que este dijo ayer.

–Pensé que no querías que yo te ayudara en nada –responde con sorna cruzando los brazos.

–Se lo habría pedido a Mara, de no ser porque salió en cuánto pudo.

– ¿Entonces soy la segunda opción? –pregunta sorprendida.

–Vamos, esto compensará que no me ayudaras por segunda vez ayer –sugiere con descaro.

–Si mal no recuerdo, dijiste que te molestaba que te ayudara.

–Yo no dije eso, fue lo que tú entendiste –dice seguro.

–Y lo entendí perfectamente –asegura sin darle crédito a los cambios de humor tan repentinos por parte de Alex.

– ¿Olvidamos lo que pasó ayer? –propone el pelinegro estirando su mano para estrecharla con la de ella.

–No puedo olvidar haberte interrumpido –suelta sincera y mantiene los ojos puestos en él, mientras él, algo apenado, evita mirarle. 

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora