Abril 17 | Alexandra

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𝑫𝒐𝒎𝒊𝒏𝒈𝒐 

Ver a Alex llegar del brazo con la castaña le provoca algo que no puede explicar, solo siente la necesidad de no ver más hacia donde ellos se encuentran.

Decide que es mejor idea revisar el móvil y hablar con sus amigas a través de mensajes que le distraen de todo lo que pasa a su alrededor.

Al alzar la vista nuevamente, ve a un atractivo muchacho cruzar el umbral de la puerta. Lleva unos pantalones oscuros, una camisa blanca. Sus castaños ojos se clavan en ella y sonríe al verla levantarse de su asiento, para esperarlo. El chico se acerca lentamente hasta ella y le toma de la cintura.

–Hola bonita –susurra dejando un casto beso en la comisura de sus labios.

–Hola –responde sin aliento–. Te ves muy guapo.

–Me esforcé hoy –dice riendo–. Tú te ves tan preciosa como siempre. Es más, debo decirte algo... desde que salimos me prometí buscar más palabras que te describieran, no quería aburrirte repitiendo lo mismo siempre –confiesa con las mejillas sonrojadas.

– ¿Estás bromeando?

–No, en verdad lo hice. Algún día cuando lo dejemos, te mostraré la lista de palabras que encontré.

– ¿Por qué cuando lo dejemos? –pregunta confundida.

–Si te las muestro ahora, no te sentirás especial si descubres cómo te llamo gracias a una lista –contesta sin titubeos.

–No seas tonto –susurra la castaña sintiendo tanta ternura que apenas le deja permanecer de pie–. Todo lo que me dices, me hace sentir especial.

–Y eso es todo lo que necesito saber para estar bien –sonríe y pega su frente con la de su novia en un gesto en el que los presentes no son ajenos.

Un carraspeo exagerado tras ellos, les hace separarse. Alexandra gira a ver a su madre, quien le ve con una cálida sonrisa dibujada en el rostro.

–Buenas noches a todos –saluda su novio, deslizando la silla para que ella pueda sentarse.

–Gracias por acompañarnos Ernesto –dice Carla.

–A ti por la invitación –se sienta junto a Alexandra, después de saludar a Mara también.

–Te luciste hoy Ernesto –comenta divertida su hermana–. No te había visto tan galán desde que salieron a cenar cuando cumplían seis meses juntos.

–Gracias Mara –responde su novio entre risas nerviosas–. Creo que repetiremos esa cena pronto, ¿verdad?

– ¿Sí? –inquiere Alexandra, bebiendo un sorbo de su jugo.

–Ya falta poco para nuestro primer aniversario –dice orgulloso.

La sonrisa de la castaña es tan amplia, que parece que nada la puede borrar. Solo los fulminantes ojos verdes sobre ella, tienen ese efecto.

***

Sus padres sostienen sus respectivas copas en el aire, mientras que el resto de adolescentes a su alrededor levanta vasos de jugo de arándanos.

Solo ve a su padre hablar, pero sin escucharle en realidad. Después sus ojos se posan en el muchacho de ojos verdes que mira con cierto desconcierto a Felipe, mientras que su rostro se contrae cada vez más.

–Y este brindis no es solo por mí o por mi ascenso. También es por Alex que a pesar de todo sigue con nosotros, demostrando lo fuerte que es. Es por los nuevos amigos que nos acompañan, es por todo lo bueno que nos pasa. ¡Salud!

– ¡Salud! –responden todos al unísono y las copas chocan haciendo un ¡Chin! que tiene eco.

–Perdón –dice una grave voz que resuena entre las risas de los presentes–. Debo salir un momento –culmina la frase al momento que se levanta de la mesa y antes de dar la vuelta, posa sus intensos ojos verdes sobre ella.

– ¿Acaso dije algo? –pregunta divertido Felipe, con una expresión en el rostro que denota confusión.

– ¿Más jugo? –el chico a su lado acaricia su brazo para captar su atención.

– ¿Mm? No, no gracias...

¿Pero qué...? Se pregunta mentalmente. Repasa en silencio lo que acaba de ocurrir para resolver porqué el pelinegro salió tan repentinamente con un aire misterioso.

Alexandra levanta la vista hacia la rubia quien mira confundida al moreno al otro extremo de la mesa. Tal parece que ellos tampoco saben el por qué Alex se fue.

– ¿Alguien quiere ordenar ya? –pregunta animada Mara, pretendiendo cambiar el humor instalado en el ambiente que, siendo honestos, no es nada agradable.

–Sí, yo –responde Matheo alzando levemente la mano.

– ¿También tú? –le pregunta Ernesto.

–Sí –murmura distraída–. Pero antes debo ir al baño.

–Está bien, no te tardes. –le sonríe.

–Volveré enseguida –dice retirando la servilleta de su regazo y seguidamente se pone de pie y camina en dirección al baño.

Se apoya sobre el lavabo y se observa frente al espejo, las pequeñas gotas de agua sobre su rostro se van disipando gracias a la leve brisa que entra a través de la ventana.

Cierra los ojos durante unos segundos para disfrutar la sensación, pero la imagen de Alex saliendo del restaurante aparece entre sus pensamientos, ocupándolos por completo.

Sale de ahí y vuelve sobre los pasos que dio hace algunos minutos, pero en la mitad del camino se desvía hacia la puerta del elegante lugar y desde donde está puede ver a quién en mente buscaba, sintiendo alivio de inmediato. 

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora