Mayo 04 | Alexandra

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𝑴𝒊é𝒓𝒄𝒐𝒍𝒆𝒔, 3:01pm

Con paciencia recorre el pincel apenas húmedo sobre el lienzo tiñéndolo de un rosa débil pero especialmente llamativo. Sentada sobre el piso de su habitación, tararea animada una canción que escuchó de camino a casa, sola. Mientras piensa que hacía tiempo que no volvía en soledad de la escuela, había recorrido el mismo camino durante casi dos años, pero escasas veces lo había hecho sin nadie.

Especialmente los días en que su hermana tenía prácticas del equipo de vóleibol y se quedaba por las tardes terminadas las clases, Alexandra se había acostumbrado a eso. Hasta que llegó Alex y terminó por acostumbrarse también a volver a casa con él. Al mismo tiempo que cree firmemente que debe darle su espacio, intentando no recordar lo que pasó por la madrugada.

Deja el pincel sobre la paleta y vuelve a revisar el teléfono móvil en busca de una respuesta a su último texto enviado hacía ya casi una hora. Pero sigue sin recibir nada, resignada vuelve a su pintura, solo gracias a ella puede distraer su mente y no recordar que está sola en casa. 

Cuando termina, mira orgullosa su obra y sopla delicadamente sobre la misma para dejarla secar a la luz del sol que se filtra por las blancas cortinas. En tanto guarda sus materiales, siente el crujido de su estómago vacío pidiendo por comida, solo en ese preciso momento es consciente de que lleva un rato sin comer nada y se apresura para bajar hasta la cocina.

–No quería comer sola, pero... –murmura mientras hurga en el congelador, pero es interrumpida por el timbre de la puerta principal resonando en el interior de la sala. Con ánimo renovado, sonríe mientras se acerca a la puerta para abrirla.

–Hola Alexandra –saluda Matheo recuperando el aire, como si hubiese corrido hasta allí.

–Hola –responde desanimadamente.

–Parece que esperabas a alguien más –comenta el moreno algo avergonzado por la expresión de la chica.

–Creí que eras Alex –se sincera.

–¿No está en casa? –pregunta confundido.

–Creí que estaría contigo, Mara me dijo que tú lo traerías a casa –dice mientras sus ansias aumentan.

–Ese era el plan, pero surgió algo y tuve que quedarme en la escuela –habla arrastrando las palabras, lo que no termina de convencer a la castaña, que escudriña su rostro en busca de la verdad.

–¿Entonces Alex volvió solo de la escuela?

–Creo que sí.

–¿Con todo lo que le pasó lo dejaste venir solo hasta aquí? –cuestiona enfadada–. ¿Te das cuenta que ha pasado más de una hora que salieron de la escuela y él no está aquí?

–Alexandra... calma –pide Matheo nervioso.

–¿Cómo me pides eso? –exclama angustiada–. Mi familia y yo acordamos no dejarlo solo y tú... –se contiene de decir lo que piensa en ese momento.

–Él me lo pidió –confiesa.

–¿A qué te refieres? –pregunta confundida.

–Déjame pasar, por favor –la castaña se hace a un lado permitiendo que el chico pase por su lado y antes de cerrar la puerta mira hacia la calle, pero no distingue a Alex por ningún lado.

–Ahora me dirás –le invita a hablar.

–Alex me dijo que tenía algo que hacer –suelta sentándose en el sillón de cuerina–, y antes que me digas algo, me dijo que era algo que quería hacer solo. Por eso no fui con él.

–¿No te dijo de qué se trataba? –cuestiona sentándose frente al muchacho.

–No me dio detalles y no debería decírtelo, me pidió que lo cubriera, pero supongo que tú debías saber.

–¿Qué crees que era eso tan importante que debía hacerlo por sí solo? 

–No lo sé Alexandra, si no me lo cuenta a mí que soy su mejor amigo, es seguro que no se lo contó a nadie más. Alex solo es así de reservado cuando... 

–Cuando se trata de su familia –termina la frase y el asentimiento de Matheo le da la razón, lo que aumenta su preocupación –.¿Cómo podemos estar seguros de que no le ha pasado nada? –se cruza de brazos mientras camina de un lado a otro recorriendo la sala de estar.

–No creo que le haya pasado nada.

–¿Probaste con llamarlo? A ti tal vez sí te responde, porque a mí no –bufa.

–Tampoco me ha respondido, debió quedarse sin batería –dice con optimismo.

–¿Tú lo crees? –se detiene para ver fijamente al moreno.

–Sí –reafirma–. Tranquila Alexandra, él estará bien.

–¿Crees que lo que tenía que hacer tenga que ver con la cadena militar? –pregunta sentándose nuevamente, esta vez a su lado.

–¿Cadena? ¿Cuál cadena? –retrocede frunciendo el ceño.

–La cadena de su padre, la encontré cuando fuimos a la carretera en donde tuvo el accidente. Creí que lo sabías.

–Alex no me lo dijo... bueno, discutimos o algo por el estilo. Tal vez es por eso que no me contó nada.

–¿Discutieron? ¿Puedo preguntar por qué?

–Ambos dijimos cosas que no debíamos –admite cabizbajo para evitar la inquisidora mirada de la chica a su lado–. Últimamente tengo que pensar cada palabra con él si no quiero cometer errores, ¿sabes?

–¿Qué errores podrías cometer Matheo? Es tu amigo, no creo que lo que digas pueda arruinar su amistad de alguna forma.

–Desde que sus padres murieron Alex no es el mismo, y era de esperarse. Ninguno está preparado para vivir lo que él vivió –dice con madurez mezclada con desazón por la verdad de lo que asume.

–Si tú que lo conoces desde siempre no sabes cómo ayudarlo, ¿cómo podría hacerlo yo... mi familia? –se corrige rápidamente.

–Creo que lo único que podemos hacer por ahora es mantenernos a su lado. 

–¿Aunque eso no siempre le guste? –entrelaza sus dedos nerviosa sobre su falda.

–Sinceramente, no creo que le disguste si se trata de ti.

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