En una madrugada de verano, el aire casi frío entra a la habitación a través de la ventana que no se encuentra del todo cerrada. Alexandra está a la mitad de un extraño sueño cuando siente una leve sacudida que le hace revolverse bajo las sábanas. Sigue con los ojos cerrados hasta que escucha una voz conocida cerca.
–Cariño, despierta –susurra Carla. Alexandra se talla los ojos y cuando éstos están acostumbrados a la oscuridad de la habitación, puede observar a su madre sentada al borde de su cama.
– ¿No es muy temprano? –pregunta alcanzando a ver el pequeño reloj de la mesita de noche. Éste indica que apenas son las 2:23am.
–Vamos Alexandra, acompáñame a esperar a tu padre –pide Carla, se pone de pie y le da espacio a su hija para que haga lo mismo. Sin protestar la castaña se levanta, se coloca las sandalias y sigue a su madre fuera de la habitación. Al llegar a las escaleras, Carla le hace una seña para que no haga ruido.
–No querrás despertar a tu hermana –dice y camina escaleras abajo. Al llegar al pie de éstas Carla se dirige a la cocina, que ya tiene las luces encendidas, Alexandra sigue su paso hasta llegar al comedor.
– ¿Qué pasa madre? –cuestiona sentándose–. ¿Dónde está papá?
–Salió hace un rato –responde Carla sin voltear a verla. Está revolviendo con una pequeña cuchara el café que acaba de servir en dos tazas–. ¿Recuerdas a Iván? –pregunta después de quedarse en silencio un momento. Alexandra duda unos segundos antes de responder.
– ¿Su jefe? –ve a su madre asentir y sentarse junto a ella. Le ofrece una taza y Alexandra la toma y la deja sobre la mesa–. ¿Qué pasa con él?
–Tuvo un accidente junto a su familia –suelta Carla y la preocupación se evidencia en su rostro.
– ¿Qué dices? ¿Cuándo pasó? –pregunta Alexandra con el asombro instalado en ella.
–Hace unas horas. Tu padre se fue en cuanto le avisaron.
–Espero que todo esté bien –murmura Alexandra con pena.
–Esperemos que así sea, cariño.
Se bebe lentamente su café, mientras que su madre, a quién se le nota lo nerviosa que está, ya va por su tercera taza del oscuro líquido.
–Ya basta madre, si sigues así no dormirás –le dice la castaña a su madre deteniéndola justo antes de llegar a la tetera.
–Tienes razón querida, solo estoy algo nerviosa –confiesa, se gira y llega a su silla donde se tumba nuevamente.
–Pues, no ganas nada estresándote. Quédate quieta, no vuelvas a beber café ¿está bien? Iré por mi móvil.
La joven sube sigilosa las escaleras hasta llegar a su habitación, al entrar va directo a la ventana, se asegura de cerrarla bien esta vez. Arrastra las sandalias hasta su mesita de noche, toma el Smartphone y lo desbloquea. Se sienta sobre la cama y ve los mensajes que ha recibido por la noche. Decide no responder a ninguno aún. Sale de la habitación y va a la de su hermana menor.
Entra sin hacer demasiado ruido, con la poca luz que entra a través de la ventana puede observar a Mara que duerme tranquilamente, sin perder tiempo abre el pequeño cajón del escritorio y toma de este los viejos audífonos que ambas comparten.
–No te preocupes, estoy con Alexandra. Llámame en cuánto tengas noticias –dice Carla desde la sala y cuelga la llamada.
– ¿Era papá? –pregunta Alexandra llegando a la altura de ésta.
–Sí –reconoce la mujer y se sienta sobre el sofá –. Dice que tal vez tarde un poco más.
– ¿Eso es todo? ¿No dijo nada más? –vuelve a preguntar y su madre le hace una seña para que se siente a su lado.
–No hay noticias aún –dice Carla. Alexandra resopla algo fastidiada, sabe perfectamente que su madre le está mintiendo. Decide no protestar al instante, pero las ganas le ganan.
– ¿Te das cuenta de que ya no soy una niña verdad?
–Lo sé cariño, y te estoy diciendo la verdad –le dice Carla a su hija e inmediatamente levanta la mano derecha enseñando la palma–. Lo prometo.
–Está bien –responde Alexandra y rueda los ojos no tan convencida.
Baja la mirada a su móvil y lo desbloquea nuevamente, ve los mensajes y los responde uno por uno. Al terminar, conecta los audífonos y se entretiene escuchando música.
–Alexandra, ya puedes ir a dormir –escucha decir a su madre. Abre los ojos y ve la hora en la pantalla del móvil, 3:35am. Vaya, sí que ha pasado rápido el tiempo.
– ¿Segura mamá? Puedo acompañarte un poco más –admite la joven.
–No te preocupes cariño, estaré bien –le dice a su hija, ésta asiente y se va.
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Todo por Alex
Ficção AdolescenteAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...