Extra | Mason

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Descalzo, con unos pantalones de pijama blancos y una camiseta grande camina hacia el frente con una mezcla de intriga y confianza. El lugar es más iluminado que el que ya se acostumbró a ver todos los días al despertar. Las blancas paredes de la gran sala de estar le proporcionan únicamente una sensación infinita de pura paz.

–Mason –le llama una dulce y musical voz que reconoce rápidamente.

–¿Mamá? –pregunta, inquieto por reconocer de dónde proviene la voz que le llama.

–Mason –repite con ánimo.

–Mamá, ¿eres tú? –pregunta esperando obtener respuesta–. ¿Dónde estás? –inquiere sin dejar de caminar adentrándose más en la casa.

Pero la voz de su madre se silencia por lo que parece ser una eternidad, en su lugar, aparece una sencilla mujer de sonrisa modesta. Sus claros cabellos retozan en el comienzo de sus hombros y se confunden con el color dorado de su largo y precioso vestido.

–Hijo –murmura abriendo los brazos invitándole a fundirse en ellos.

–Mamá –susurra casi sin aliento al abrazarse al cuerpo de su madre–. ¿Por qué? ¿Por qué te fuiste?

–No importa dónde esté mi amor, siempre te pienso –acaricia su rostro con tanta suavidad que podría dormirse, si es que no lo está ahora mismo.

–No sé qué hacer, no quiero hacer nada malo, no quiero terminar como él. Yo... quiero ser diferente –dice alejando su rostro del pecho de Elizabeth, su madre.

–Ya lo eres Mason, eres diferente.

–¿Cómo lo sabes? No te quedaste a verlo –recrimina con repentino resentimiento.

–Lo sé, no corre por tus venas ese veneno que él siempre tuvo. Tampoco está en las venas de Raúl, él no lo sabe e intenta convencerse, pero tú lo conoces más que yo.

–No, no es así –niega efusivamente con la cabeza–. Ya ni siquiera lo reconozco madre.

–El rencor lo tiene cegado, esta no es la vida que el deseaba, no es la vida que quise darte mi amor –intenta acercarse y tomar su rostro otra vez, pero él da un paso hacia atrás.

–Pero me la diste –escupe–, y ahora no tengo elección. Debemos acabar lo que ellos empezaron.

–Tú no tienes nada que hacer Mason. 

–¿Y qué se supone que haga? ¿Esperar a que Jaxon y Raúl me echen de casa? ¿Alejarme de la única familia que me queda? 

–Raúl no te haría eso, él siempre será tu familia.

–Te digo que ya no lo conozco, no es el mismo de antes, a veces incluso... tengo miedo de tenerlo cerca. 

–Encontrarás la solución, siempre lo haces... –sonríe con pena, mientras parece alejarse tan rápido como una ráfaga de viento que incluso él siente con el sonido de la puerta abriéndose.

–¡¿Qué demonios estás haciendo?! ¡Ya sal de esa maldita cama! –exclama la ruda y áspera voz de Raúl, irrumpiendo en la tranquilidad de la habitación.

Mason se levanta sobresaltado odiando de inmediato la luz que entra a través de la ventana.

–¿Qué acaso no me escuchaste? –pregunta el hombre de aspecto cansino pero dominante, los  hombros anchos, el abdomen trabajado y bíceps prominentes transparentándose a través de su gastada camiseta.

–¡Sí! –exclama incorporándose–. Cómo no joder, con lo que gritas –replica acercándose desafiante hacia Raúl.

–No me hagas reír Mason, ¿me dirás que amaneciste con agallas?

–Si no las tendría, no habría venido por ti.

–Si las tendrías, habrías negado a Lili cuando mi padre te lo preguntó.

–¿No te das cuenta de que lo hice por ti? ¿Sabías lo que él te haría si se enteraba de nosotros?

–No me apetece oír tus estúpidas excusas.

–Raúl, no lo son... –insiste pegando su frente a la del muchacho que sigue estático.

–Lo son, lo son –le arrincona en la pared, presionando su cuello con la mano izquierda, dejándole sin respiración.

–La última vez que estuvimos así... era diferente –le susurra justo en el rostro–. Y lo sería aún si decidieras irte conmigo.

–No soy un cobarde como tú.

–Raúl, esto no se trata de cobardía. Es todo lo contrario –afirma–. Mi madre sabe que no eres como tu padre, nunca lo serás. Yo, lo sé –dice tomando su mano.

–Por favor –deshace el agarre de su mano en el cuello de Mason y se ríe estrepitosamente, casi rozando la línea de lo malvado–, no me hagas reír. Tu estúpida madre te abandonó, te dejó a tu suerte con un hombre que ni siquiera era tu padre.

–No vuelvas a llamarla así delante de mí –le empuja con todas sus fuerzas.

–No compartas más conmigo la opinión que tienes sobre mí, que bastante igual me da. Mejor ocúpate de tus asuntos, que no has hecho nada en estos días y cuando Jaxon se decida a correrte, no haré nada para impedirlo.

–Me queda claro que no te importo más –dice tomando su toalla del viejo armario donde tiene sus prendas–. Si te dejo Raúl, realmente te dejo –advierte decidido a salir de la habitación.

–Espera –le detiene del brazo haciéndole retroceder.

–Y estás muy equivocado –dice tirando fuerte de su brazo haciendo que Raúl le suelte al fin–, sí estuve haciendo algo. ¿Sino cómo sabría que la nena a la que seguiste la vez pasada tiene un ex novio que odia a tu víctima? 

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora