Marzo 02 | Alex

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𝑴𝒊é𝒓𝒄𝒐𝒍𝒆𝒔 

Es difícil estar en casa, sin ellos. Pero le reconforta de alguna manera seguir yendo, ver las fotos que hay en la pared, las cosas de sus padres siguen ahí, manteniendo la esencia de lo que en vida fueron.

–Hey, ¿estás bien? –pregunta Matheo acercándose a ofrecerle un vaso de agua.

–Sí, y no gracias –responde sentándose sobre la cómoda cama de su habitación.

–Y sobre lo que me contaste, ¿hay novedades?

–Felipe me dijo que su equipo ha registrado las cocheras de todas las casas del pueblo. Pero no han encontrado el todoterreno.

–Pues debe ser, ¿porque ya no está aquí? –le pregunta el moreno haciendo una seña con las manos, mientras se acuesta junto a él.

–Lo mismo pensé.

–Calma, los encontrarán Alex –le dice tratando de tranquilizarle, pero no lo logra.

–Eso espero –sentencia con el ceño fruncido.

–Cambiando de tema, ¿cuándo te quitarán esa molesta cosa? –continúa Matheo, señalando el yeso en su pierna izquierda.

–Hace dos días fui a ver al doctor, dijo que en unas semanas seré libre de caminar con ambas piernas –contesta Alex con alivio.

–Eso estaría genial, este año debes jugar con nosotros.

De pronto se siente nostálgico al recordar que aquel era el tema que hablaba junto a sus padres, en sus últimos momentos, sin saberlo.

–No lo sé Math...

El iPhone vibra a su lado sobre las sábanas azules y agradece el hecho de no tener que profundizar sobre ese asunto.

– ¿Hola? –dice al contestar la llamada.

– ¿Alex? ¿Dónde estás?

–En mi casa, ya se lo había dicho.

– ¿Vendrás a cenar?

–Sí, en media hora estaré ahí.

– ¿Quién era? –le cuestiona Matheo cuando le ve apagar el móvil.

–Felipe. Hoy mientras desayunaba dijo que tenía que hablar conmigo. Espero que tenga novedades. 

<<Línea de división>>

El moreno de cabello corto toca el timbre de la casa, y el pelinegro espera afirmándose en sus muletas. No quiere aceptarlo, pero se ha ido acostumbrando con los días.

–Hola –saluda Mara al abrir la puerta.

–Hola –responde Matheo y se rasca la nuca, nervioso.

Alex ignora las miradas que ambos se dan, no lo entiende.

–Gracias Math, hablamos –dice despidiéndose de su amigo.

–No, puede quedarse a cenar –interviene la del cabello oscuro.

–Me gustaría, pero mi madre me está esperando ya, igual gracias. Nos vemos, Alex –le da un rápido abrazo y le sonríe a Mara antes de desaparecer de la vista de ambos.

–Buenas noches, Carla –saluda entrando en la cocina, donde ya todos esperan sentados en el comedor, la menor de los García se les une, llegando segundos después.

– ¿Qué tal Alex? Espero que les guste la comida –comenta la mujer abriendo la caja de pizza y sirviendo dos trozos en cada plato. Todos ríen, hasta a él le causa gracia.

–Buen apetito, muchachos –dice Felipe.

Después de terminar de comer, Alex empieza a beber su jugo en silencio, en los ocho días que lleva viviendo ahí, no se ha unido a ninguna conversación que surge durante las comidas. Siente que no pertenece a ese lugar, ni él a sus vidas, mucho menos ellos a la de él.

–Alex –le llama de repente Felipe.

– ¿Sí? –dice levantando la mirada hacia el hombre.

–Mi esposa ya me dijo que hoy fueron a comprar los artículos para la escuela –comenta a lo que él asiente–. Y entonces lo pensé. En una semana empiezan las clases, y tanto Mara como Alexandra ya están inscritas en San Gabriel, que está tan lejos de aquí.

–Yo... –interviene Alex sin entender muy bien a qué punto quiere llegar Felipe.

–Pensaba que sería mejor que tú también asistieras a la misma institución que ellas, así nos resultaría más fácil.

– ¿Qué? No, siempre he asistido a Valle Dorado.

–Lo sé, pero...

–Mis padres me inscribieron unos días antes del accidente –interrumpe, no necesita que tomen decisiones sobre él.

–Lo entiendo, podemos cambiarte...

–No, iré a la secundaria de siempre, no hay nada que discutir. Gracias por la cena –concluye poniéndose de pie y caminando hacia su habitación.   


Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora